100 años de YPF: el legado de Enrique Hermitte y la encrucijada actual
Por Gonzalo Ronda* y Gabriela Hermitte*
Collage digital: Noelia Medina
La figura de Enrique M. Hermitte emerge como una de las piedras fundamentales del petróleo argentino. Su pronta reacción ante el descubrimiento, dada por profundos análisis previos y por un fuerte sentir nacionalista, marcó rápidamente la cancha de lo que sería la política hidrocarburífera del país. Sus ideas sobre el rol fundamental del Estado en el descubrimiento, exploración y explotación de recursos estratégicos, y la distribución de sus beneficios, son indispensables para entender el devenir posterior de las políticas públicas en materia energética. Sin su visión estratégica, no se puede pensar YPF y la nacionalización de los hidrocarburos, ni la recuperación de la misma en 2012, ni en Vaca Muerta, ni en el gasoducto Nestor Kirchner, llegando hasta el presente.
A más de 110 años de los descubrimientos iniciales de Comodoro Rivadavia y Plaza Huincul, y con motivo del centenario de YPF, resulta valioso revisitar la figura del descubridor a la luz de, cómo él lo diría, las cuestiones actuales del petróleo argentino. Los tiempos han cambiado y la actualidad dista de aquellos en los que el ingeniero Enrique M. Hermitte estaba al frente de la Dirección de Minas, Geología e Hidrología de la Nación en al menos un aspecto crucial: la crisis ambiental derivada del cambio climático en respuesta a las emisiones de gases de efecto invernadero. La combustión de hidrocarburos ha contribuido hasta en un 50% a las emisiones globales en los últimos años (Our World in data). De un total de 20 mil millones de toneladas globales de CO2 asociadas a petróleo y gas durante 2019, Argentina contribuyó unas 160 millones de toneladas (0,8%). Para tener una idea del rol de nuestro país en la crisis climática e introducir la variable de la justicia –o injusticia climática– los países de renta media y baja como Argentina son responsables de hasta un 14% de las emisiones totales anuales actuales, pero debido a déficits en infraestructura y mayor vulnerabilidad climática están mucho más expuestos a sufrir las consecuencias del cambio y con efectos sociales catastróficos. En oposición, el norte global es responsable de hasta un 86% de las emisiones anuales al tiempo que cuentan con mayores recursos para afrontar las catástrofes derivadas y sus profundos efectos sociales. Aún así, la idea de la “cancelación” de los combustibles fósiles en tiempos en los que aún su consumo es mayoritario pareciera cernirse más pesadamente sobre los países en vías de desarrollo que sobre aquellos que sin barrera alguna contaminaron el planeta durante siglos y que hoy avanzan con cuantiosos recursos en sus transiciones energéticas.
Nuevos hábitos, viejas lógicas
A pesar de la enorme responsabilidad de los países del norte global en la crisis actual, estos continúan habilitando nuevas fronteras a la exploración y explotación de hidrocarburos. Noruega, un país de menos de 6 millones de habitantes en el que es difícil escuchar un motor a combustión interna, exportó 56 mil millones de dólares de petróleo, gas y productos relacionados en 2019 (Banco Mundial), más de un préstamo del FMI. Por otro lado, tiene una política activa de exploración en ecosistemas cada vez más sensibles en el Ártico y en la zona de cría del arenque, un producto que ha sustentado a los países nórdicos por más de un milenio. Se puede decir que la industria noruega maneja de los más elevados estándares ambientales en materia de exploración y explotación de yacimientos offshore, y que gran parte de los beneficios de la renta petrolera se redistribuyen a la sociedad a través de un fideicomiso que actualmente supera el millón de millones de dólares, en parte utilizados para promover su transición energética (nbim.no). Inglaterra fue noticia este año por reconsiderar la apertura de sus minas de carbón para sustentar la crisis de abastecimiento derivada de la guerra en Europa (bbc.com). El carbón que históricamente sustentó su industrialización desde el siglo XVIII, representa una de las fuentes de combustible menos eficientes utilizadas actualmente y es responsable del 40% de las emisiones actuales de gases de invernadero globales. También fue noticia este año el acuerdo etílico Foradori-Duncan, que entre otras cosas quiso avalar la licitación de bloques exploratorios en la cuenca offshore de Malvinas a favor del Reino Unido, en nuestro propio Mar Argentino. EE.UU. por su parte emitió en 2019 un 20% del total de las emisiones globales, sólo superado por China con un 25%, en tiempos en los que Donald Trump estuvo a punto de permitir la exploración de hidrocarburos en tierras protegidas de Alaska y del Ártico, dónde hace tiempo Rusia lo viene haciendo. El desarrollo de tecnologías de secuestro y almacenamiento de carbono, para captar las emisiones antes que lleguen a la atmósfera, le ha dado incluso mayor sustento a la exploración de nuevas áreas bajo la premisa de que en algún futuro quemar combustibles no generaría emisiones. Lo cierto es que los mayores responsables de la crisis climática siguen apostando a los combustibles fósiles puertas adentro y afuera para asegurar su autoabastecimiento y apalancar sus transiciones energéticas.
La recurrente batalla del petróleo
La guerra en Europa y la crisis de abastecimiento y divisas no son, por otro lado, problemas que no existieran en la Argentina de Hermitte. Hacia principios de 1900, la matriz energética argentina sufría de una extrema dependencia del carbón importado, principalmente de Inglaterra. La crisis de suministros, el alza de los precios internacionales, y la migración hacia el uso del petróleo en los albores de la Primera Guerra Mundial fueron factores cruciales para sostener la campaña exploratoria del ingeniero en busca de fuentes alternativas. Para justificar la necesidad de explorar la riqueza del subsuelo argentino, Hermitte diría: “cada metro que se perfora es un beneficio para el país, cada perfil de perforación es un documento geológico que en su oportunidad será aprovechado” (EMH, 1921).
Con Hermitte a la cabeza de la Dirección de Minas, Geología e Hidrología, los sucesivos hallazgos en Comodoro Rivadavia y Plaza Huincul entre 1908 y 1916 permitieron que para 1920 Argentina cubriera hasta un 55% de su consumo de combustibles (YPF, 2000). Una situación similar atravesó el gobierno de Frondizi en 1958, la cual lo llevó a emitir su famoso discurso “la batalla del petróleo”. En pocos años, una vigorosa exploración le permitió a nuestro país pasar de una importación del 65% de su demanda a la vera del autoabastecimiento. Pero la historia tiende a dar vueltas por los mismos caminos. Una vez más, nuestro país se enfrenta a una crisis de suministros producto de la guerra en Europa, agravada por una crisis de divisas para importar energía y con el FMI nuevamente en casa. Al día de hoy, falta gasoil a lo largo y ancho de la patria, al tiempo que los precios del gas licuado se han disparado a nivel global por la cancelación de uno de los principales jugadores. En el Boletín Oficial del 27 de Mayo del corriente año se podía leer la siguiente sentencia: "En el actual contexto económico global, la necesidad de desarrollar activa y aceleradamente las capacidades productivas del sector hidrocarburífero se vuelve aún más relevante, a los efectos de minimizar el impacto del contexto internacional sobre los precios de los hidrocarburos y, con ello, sobre la balanza comercial y las finanzas públicas de la República Argentina". La determinación política es fundamental para salir de este aprieto, una postura ampliamente sustentada por el propio Hermitte quien clamaba por sostener y defender la intervención del Estado en la investigación y valorización de nuestros yacimientos (EMH, 1921).
En el contexto actual, es un acierto del gobierno del Frente de Todos la construcción del gasoducto Nestor Kirchner, una obra que permitirá colocar gas de Vaca Muerta –otro acierto de la política energética de CFK– en las hornallas e industrias de los mayores centros de consumo de nuestro país. Pero la finalización de la obra está estimada para el invierno de 2023. La decisión política pareciera llegar justo pero augura reducir nuestra dependencia e incluso exportar excedentes de gas, de los combustibles más valorados en la transición, en pocos años.
Apología de la exploración, apología del descubrimiento
Hace más de 100 años Enrique Hermitte decía que "El descubrimiento (13 de diciembre de 1907) se produce un siglo después de la fecha de nuestra emancipación política, [...] marca el principio de nuestra emancipación económica y señala un nuevo rumbo en la evolución de la riqueza, permitiéndonos entrever para un futuro más próximo la entrada a la faz industrial”. Sin exploración, no hay descubrimiento. La exploración es hacer soberanía, se trata de generar conocimiento estratégico sobre los recursos con los que contamos o podríamos contar los argentinos y argentinas hacia el corto y mediano plazo y evitar cuellos de botella como los del presente.
Es lícito en este punto separar las palabras exploración de explotación pues remiten a dos etapas muy distintas de la industria de los hidrocarburos. La primera es una inversión a riesgo, con la potencial promesa de una explotación futura, es esto lo que se está planteando en el offshore ultra profundo del Mar Argentino, particularmente en la cuenca argentina norte. La segunda implica el pase a desarrollo de un campo de reservas probadas, atravesado por variables como el precio internacional, legislaciones nacionales, distribución de beneficios y el impacto ambiental asociado. La necesidad de tal conocimiento estratégico se vuelve crucial en un escenario internacional de guerra de recursos, agravado por la situación económica local. Si bien las actividades exploratorias prosiguen en distintas cuencas tierra adentro, los ojos miran al Mar Argentino. El mismo yace sobre una de las plataformas continentales más extensas del mundo, integrada al territorio soberano nacional gracias a las ideas y las labores de geólogos como J.J. Nágera y su doctrina del mar libre, y de los integrantes de la Comisión Nacional del Límite Exterior de la Plataforma Continental (COPLA). La zona económica exclusiva que la abarca incluye enormes recursos pesqueros y puede contener potenciales reservas hidrocarburíferas. Hacer soberanía sobre la plataforma incluye también explorar y conocer sus recursos, como parte de gestionar dicho espacio. Esto es también esencial en la disputa por Malvinas: los ocupantes, de los mayores emisores históricos de gases de invernadero, no han titubeado en labrar y avalar decenas de permisos exploratorios en la plataforma bajo sus propios estándares a lo largo de los años. Han sido motivados por el famoso informe Shackleton de 1976 en el que se sugirió la existencia de enormes riquezas hidrocarburíferas en dicha plataforma y que llevó al Foreign Office a un cambio en su política sobre Malvinas en tiempos previos a la guerra homónima.
Offshore argentino, ¿es posible?
Una pregunta atinada, un poco de “geotectónica''. La historia se remonta a cuando América del Sur y África se encontraban unidas como parte del supercontinente de Pangea. Hace unos 120 millones de años comenzó a abrirse el Atlántico Sur que separó ambos continentes, siendo una de sus consecuencias la extensión de la corteza a ambos lados de su eje, configurando los que son actualmente los márgenes conjugados de sendos continentes. Las rocas y fallas preservadas en el talud continental asociadas a la apertura del océano son objetivos exploratorios que han probado ser exitosos a lo largo del mundo, incluyendo casos de éxito tanto al norte en el offshore de Brasil, como en el margen africano en Namibia, en zonas que con anterioridad a la apertura del océano se encontraban a menos de 200 km de aquellas a ser exploradas en el offshore argentino.
Esta semana se conocieron los resultados de la consulta pública del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible sobre el impacto ambiental de la exploración en los bloques CAN100 y 102 a unos 300 km de la costa bonaerense. La opinión mayoritaria avaló la información puesta a disposición sobre el impacto que generarían ambas actividades. Para aquellos que quieran ahondar en argumentos científicos para avalar la exploración les recomiendo esta necesaria nota que cuenta con la firma del destacado grupo Ciencia y Técnica Argentina. En el caso de CAN102 se proyecta realizar una campaña de sísmica marina a cargo de YPF, esto implica obtener información indirecta del lecho y sublecho mediante métodos acústicos, en un área de un 0,3% del total de la plataforma continental, actividad que no implica perforación ni fuga alguna posible. Con respecto a CAN100, se proyecta la realización de una perforación exploratoria en aguas profundas, el llamado pozo Argerich, primer pozo ultra profundo de nuestra plataforma a ser realizado entre YPF y Equinor. Esta sociedad responde a la necesidad de la petrolera de bandera de contar con un socio a riesgo que aporte experiencia en la perforación segura de pozos ultra profundos como los del Mar del Norte.
De confirmarse la sospecha de geólogos y geólogas, el Argerich podría convertirse en un nuevo hito de esa larga historia iniciada por el ingeniero Hermitte. De ser así, el offshore puede transformar el litoral marítimo argentino, en más de un sentido. Todo dependerá de la distribución de sus beneficios para esquivar “la trampa de la abundancia” –entendida como la dificultad para repartir la renta petrolera– y de que se apliquen los más rigurosos estándares ambientales en operaciones que no estarán exentas de riesgos. Ante todo, el 6% de regalías fijado, de puño y letra del presidente, para la potencial explotación del bloque CAN100 pareciera justificarse con la inclusión de socios estratégicos para una prospección de frontera y alto riesgo económico. Con el diario del lunes 6% tal vez suene a poco, considerando que empresas como Equinor aportan hasta un 78% en su Noruega natal. Post-exploración, la discusión continuará.
A modo de cierre podemos apelar una última vez a las visionarias palabras de Enrique Martín, palabras que parecieran atravesar limpiamente más de un siglo de historia sin perder fuerza alguna y recordarnos que “el derecho del Estado a participar de ellas (la distribución de los beneficios) ha sido reconocido en todas las legislaciones [...] porque es justo que aquellos a quienes se atribuye el goce de un bien de la colectividad, retribuyan a ésta su parte en el beneficio”.
*Gonzalo es Doctor en Ciencias Geológicas en IDEAN (UBA/CONICET) y docente en la FCEyN- UBA.
*Gabriela es Doctora en Ciencias Biológicas de la FCEN-UBA. Docente en la Maestría de Neurociencias de la UNAJ (Universidad Jauretche) y nieta de Enrique Hermitte