Entre la fe y la lucha: las marchas de San Cayetano y las reivindicaciones de la Economía Popular
Por Laureano Gonzalez*
Todos los 7 de cada mes y en particular cada 7 de agosto, miles de devotos y devotas se dirigen al santuario de San Cayetano, Patrono del Pan y el Trabajo en Liniers. Tras varias horas de espera, llegan a sus pies para pedir trabajo o agradecerlo. En determinados contextos, la festividad excedió la centralidad religiosa para convertirse en escenario de reclamos por parte de organizaciones políticas y sindicales.
El primer antecedente se dio el 7 de noviembre de 1981 cuando Saúl Ubaldini, referente de la CGT Brasil, convocó a una de las primeras movilizaciones fuertes contra el gobierno dictatorial y sus políticas regresivas y represivas, desde la cancha de Vélez Sarsfield a la Parroquia bajo la consigna “Paz, Pan y Trabajo”. La marcha fue reprimida, pero la violencia no logró contener la incipiente movilización social, que de allí en adelante fue en aumento. Así, San Cayetano se impregnaba en la memoria colectiva del movimiento obrero.
La marcha de San Cayetano 2016
En el año 2016, 35 años después de la convocatoria de Ubaldini, trabajadores/as y militantes llegaban con sus bombos y sus banderas a la Parroquia de San Cayetano. A la cabeza de la columna se ubicaba una gran Virgen de Luján que guiaría a esos/as peregrinos/as a su destino, la Plaza de Mayo. Bajo el lema de “Paz, Pan, Tierra, Techo y Trabajo”, sintetizando la consigna popularizada por el Papa Francisco y la memoria histórica del movimiento obrero, la marcha oficiaba de escenario para el encuentro entre diversos actores políticos y sociales, en un contexto que mostraba un empeoramiento de las condiciones de vida de las clases trabajadoras.
Las organizaciones convocantes, entre ellas la Confederación de los/as Trabajadores/as de la Economía Popular (CTEP), Corriente Clasista y Combativa (CCC), y Barrios de Pie, luego denominadas mediáticamente como Los Cayetanos, buscaban visibilizar las demandas de la Economía Popular, a través de esta festividad religiosa. Su objetivo era la sanción de la Ley de Emergencia Social y la figura del santo del trabajo daba el respaldo necesario para reclamar la intervención del Estado en este sector que no contaba (y aún no cuenta) con las políticas necesarias para dignificar su actividad. Esta ley contemplaba la creación del Salario Social Complementario, el aumento de las asignaciones, la creación de un millón de puestos de trabajo, del Consejo de la Economía Popular y el Salario Social, y del Registro Nacional de la Economía Popular (RENATREP), con el correspondiente financiamiento de esas instituciones.
La masividad de la marcha y el fuerte acompañamiento, impulsó la sanción de la Ley, a la vez que posicionaba a estas organizaciones como un interlocutor ineludible para el nuevo gobierno y para la política argentina en su conjunto.
La persistencia cayetana: sus demandas y las coyunturas políticas
Los años siguientes la marcha siguió realizándose por nuevas demandas del sector. La marcha del 2017 se realizaba en pleno año electoral: los cayetanos salían a reafirmar sus reclamos mientras la política miraba encuestas. Exigían la plena implementación de la Emergencia Social y la sanción de la Ley de Emergencia Alimentaria, buscando garantizar recursos para comedores y merenderos, que volvían a poblarse después de muchos años. La novedad era la participación oficial de la CGT, algo que siguió repitiéndose los años siguientes.
El fatídico 2018 encontraba al gobierno firmando el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI). En este contexto, los cayetanos convocaban a Liniers bajo la misma consigna de siempre, adosándole un contundente “No al FMI, explicitando el rechazo unánime a este acuerdo que no mostraba luz al final del túnel para los sectores populares ni para la soberanía argentina. A su vez, exigían el tratamiento de las leyes de Emergencia Alimentaria, Urbanización de Barrios Populares, Infraestructura Social, Agricultura Familiar y Ley de Adicciones. La marcha se realizó un día antes de la votación en el Senado de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, discusión que atravesaba a la sociedad entera, y las organizaciones no eran la excepción. En medio de la marcha podían verse pañuelos verdes y celestes, y no faltó ocasión para que se realizaran intervenciones y pañuelazos en diversas columnas. A pesar de las posturas dispares sobre este debate, la marcha se realizó sin conflictos, sin opacar la unidad centrada en las demandas de la Economía Popular.
La marcha de 2019 estuvo signada por los impactos de una crisis que ya mostraba sus facetas más cruentas y por la expectativa en torno a la elección presidencial a realizarse cuatro días después. Frente a “la política de exclusión y de hambre del gobierno nacional” las movimientos populares marchaban junto a organizaciones sindicales, bajo el mismo reclamo, políticas para la Economía Popular: la prórroga por 4 años de la Emergencia Social, presupuesto para la aprobada ley de Urbanización de Barrios Populares, sumado a la reiterada demanda por la sanción de la Emergencia Alimentaria, en Adicciones y Violencias de género; y se agregaba la significativa exigencia por participar del Consejo del Salario a la par de los/as trabajadores/as formales. Este evento cerraba un proceso de resistencia al gobierno de Cambiemos y abría una puerta para volver el próximo 7 de agosto en un contexto diferente.
Este año la llegada de la pandemia impedirá la movilización, si en algo más podía ser adverso este contexto, ahora les impide salir a la calle a visibilizar sus reclamos. Habrá jornada con virtualidad y distanciamiento social, pero con el mismo espíritu de siempre. Veremos si alcanza para poner sus demandas en la agenda del nuevo gobierno a la hora de pensar la coyuntura y el día después de la pandemia. Sobra lucha, esperanza y fe.
*Sociólogo (UNLP) y becario doctoral de CONICET