Militar, resistir y vencer: la protección de la identidad militante
Por Santiago Asorey*
Escribir sobre qué significa ser militante. Esa era la consigna. Ante la pregunta surgieron las primeras definiciones conceptuales. Somos soldados del campo popular. Soldados de la amplia familia militante de las organizaciones del pueblo: organizaciones sindicales, políticas, sociales, comunicacionales. ¿Pero qué significa verdaderamente ser hoy, en tiempos macristas, un militante popular? ¿Qué significa ser militante cuando se reprime en la calle, cuando nos persiguen en los ámbitos laborales y se construye la figura del demonio militante en el nuevo sentido común de la época? ¿Cómo pesa para nuestra generación que militó y vivió con intensidad el período histórico kirchnerista esta nueva etapa? Se me viene a la cabeza Julio Troxler en la película Operación Masacre, uno de los sobrevivientes de los fusilamientos de 1956, volviendo años después a los basurales de León Suárez. Tenía una sola pregunta en mente. ¿Qué significaba ser peronista? Troxler reconoce que tardó mucho en comprender el significado del movimiento. Sobre todas las cosas entender el por qué de tanto odio contra el peronismo. Por qué nos odian como nos odian. Algo de esa pregunta que se realiza Troxler nos lleva en la actualidad al encarcelamiento de Milagro Sala y de otros dirigentes políticos y sellan el signo de nuestros tiempos, como diría Prince en su canción.
Nuestra generación militante fue marcada a fuego por el triunfo del macrismo, no solo por ser nuestra primera derrota política a gran escala (mucho más profunda que las del 2009 y del 2013) sino porque necesariamente implicó una redefinición de nuestra identidad. Desde la AGENCIA, fortalecimos nuestra organización y profundizamos el compromiso mientras veíamos como se debilitaban otras organizaciones y otros compañeros/as se alejaban de sus espacios. Escribimos y pensamos tras los bolsos de López que la militancia no se mancha porque sabemos de qué esta hecha, día a día con sacrificios de nuestros compañeros/as. Nuestras características de organización político-comunicacional de base permitieron, a pesar del reflujo histórico, que pudiéramos seguir expandiendo nuestro poder de fuego comunicacional. En parte, nuestro éxito a la hora de crecer en cantidad de lectores durante estos primeros dos años de la restauración conservadora fue la acumulación política lograda en la década ganada y luchada. Nunca necesitamos muchos recursos para hacer funcionar la maquinaria de la AGENCIA. Tampoco lo necesitamos ahora en el macrismo. Lo que nos falta en recursos lo cubrimos con voluntad y convicción.
El año pasado sufrimos el asesinato de la compañera Miriam Villa, en la 1.11.14, junto a la cual luchamos desde septiembre del 2014 pidiendo justicia para su hijo Ariel, asesinado a balazos en una zona liberada. Miriam fue nuestra amiga. Vivimos muchas cosas juntos. En lo personal, el tiempo en el que estuvo internada tras ser baleada estuvo signado de un aura muy oscura de confusión. De mucho odio y culpa por no haber logrado otro destino individual y colectivo. Una culpa que luego comprendí que era muy injusta y que no era digna de la relación de amistad que había construido con la compañera. Su tragedia personal confluyó en la tragedia colectiva que implicó el ascenso del macrismo al Poder y eso no fue una casualidad: confluyen las zonas liberadas por las fuerzas de seguridad, la criminalización de la protesta social, la saturación y la represión policial, la violencia contra lo todo lo identificado como popular.
Vale entonces recordar una anécdota para entender de qué hablamos cuando hablamos de militar en estos días. Hace unos meses fuimos a dar una charla a una universidad, y contamos el rol de la AGENCIA. Cómo se cubrían periodísticamente y se acompañaban distintas luchas del campo popular, los conflictos de los laburantes desde lo sindical, familias atravesadas por el gatillo fácil o compañeras víctimas de la violencia de género. Al final de la charla, un alumno se acercó y me dijo: “está bueno lo que ustedes hacen, pero no les conviene decir que son militantes. Digan que trabajan, no que militan. Porque militar tiene una connotación media negativa”.
Ante ese cuestionamiento tan común en estos días y que se dispara desde los medios hegemónicos cotidianamente, para nosotros es importante insistir y reivindicarnos como militantes, y mucho más ahora, cuando la tapa de los diarios nos construyen como demonios. En este momento oscuro que le toca vivir a las organizaciones del pueblo, debemos sostener la identidad de la militancia. Para que cuando lo peor haya pasado, y el macrismo se termine como consecuencia de nuestra lucha, el fuego de esa identidad siga encendida.
*Secretario de Redacción AGENCIA PACO URONDO