Rubén Fabrizio: “Argentina necesita aumentar su ingreso de dólares y no quedar prisionero del campo"
Agencia Paco Urondo dialogó con Rubén Fabrizio, director de la revista Industrializar Argentina. Los desafíos de la industria en el país. .
Agencia Paco Urondo: En una entrevista que le hicimos a Guillermo Moreno, marcó que el mundo (principalmente Estados Unidos) está volviendo a políticas proteccionistas y eso deja un contexto muy favorable para las posibilidades argentinas de industrializarse. ¿Compartís esta visión?
Rubén Fabrizio: es cierto que es un nuevo momento internacional. Yo sería un poco más preciso: los países desarrollados nunca dejaron de proteger su industria, por eso son países desarrollados. Si bien, producto de una postpandemia, la guerra en Ucrania y una recesión a nivel mundial, se están acentuando esas políticas proteccionistas a nivel mundial y es cierto que estamos hacia el final de la globalización, es bueno recordar que, durante la globalización, había países globalizadores y otros globalizados.
APU: Y en nuestro país ¿Cómo ves el momento actual? Pensando en el desarrollo industrial argentino ¿Cuál es la foto?
R.F.: La foto es que estamos saliendo de la crisis que se generó durante el gobierno anterior: caída del salario real, caída de la actividad productiva y brutal endeudamiento. Eso generó una crisis fenomenal del aparato productivo y en los últimos años, aún dentro de la pandemia, se produjeron repuntes de la actividad industrial. Hoy, la actividad está creciendo con muchísimos problemas por la falta de dólares, básicamente. Es compleja la gestión de la importación de insumos y componentes para la producción, pero hay una demanda creciente para el sector, la actividad está traccionada aunque el contexto macroeconómico es malo. La inflación no sólo es alta, sino que es ascendente y aparece descontrolada; la negociación de la deuda con el FMI que siempre tiene una vuelta más y nos deja en peores condiciones que las anteriores. Y está el siempre presente dilema de Argentina de no poder sostener un camino de desarrollo durante mucho tiempo, sino que lo ve interrumpido, disyuntiva a la que nos enfrentamos nuevamente.
APU: ¿Cuáles serían los sectores más dinámicos de la industria argentina?
R.F.: La industria argentina tiene una historia más que centenaria. Me manejo en el rubro metalúrgico y la Asociación de Industriales Metalúrgicos nació al principio del siglo XX. A fines del siglo XIX había sectores, como el ferroviario y agrícola, con fuerte desarrollo. Fue abonado con políticas de Estado, como la creación de YPF en la década del 20, Fabricaciones Militares tuvo un rol protagónico, la creación de la Comisión Nacional de Energía Atómica, el primer gobierno de Perón fue fundamental en eso. Hay una historia de muchísimos años. Argentina tiene sectores industriales muy poderosos. Básicamente, el de gas y petróleo, la metalmecánica, la nuclear. Este último es un ejemplo claro de sostenimiento de políticas durante muchas décadas, podemos decir 60 años. Obviamente, el clúster de maquinarias agrícolas; en este sector, el país tiene mucho para hacer y mucho hecho. Y con el tema de insuficiencias de políticas públicas, el empleo industrial se estancó en el 2008 y la producción industrial en el 2011. Ya ahí estaban las insuficiencias del desarrollo macroeconómico industrial. Creo que el error (lo hemos discutido con los funcionarios, en su momento) fue que suponían que se había acabado la restricción externa y, lamentablemente, no fue así. Se pensó que, con una macro favorable, alcanzaba y no se aplicaron políticas concretas, como el “Compre Nacional”, ni se modificó la ley vigente, no se recreó el Banco Nacional de Desarrollo, herramientas que tienen los países desarrollados y que no logramos recuperar.
APU: ¿Cuándo se dio esa discusión, en qué momento?
R.F.: A partir del 2007, cuando Moreno interviene el INDEC. Ahí ya era evidente que se había acabado lo que podía dar la macroeconomía sin reformas estructurales. A partir de marzo 2002 se produce un efecto rebote con el fin de la convertibilidad y la devaluación permite una fuerte competitividad del sector industrial que tenía una capacidad ociosa enorme. Empezó a activarse esa capacidad, a recuperar empleo y empezó a exportar. Eso, sin reforma estructural, llegó hasta el 2007. A partir de ahí, comenzó a activarse la restricción externa. La economía demanda más dólares de los que se generan, al crecer la actividad con una economía desintegrada, con un crecimiento de la producción y un decrecimiento del valor agregado nacional. Eran, cada vez, más necesarios elementos importados para la unidad de producción. Eso te genera un estrangulamiento de dólares. Eso hizo crisis a partir del 2007 y produjo el estancamiento del empleo y la actividad industrial, de la forma que te marqué antes.
APU: Ahí apuntaba parte de la pregunta inicial: si no faltó mayor planificación en esto que señalabas. ¿Se puede planificar más o son restricciones que no se pueden enfrentar y hay que alentar a otros sectores que te puedan conseguir esas divisas que te faltan?
R.F.: Argentina necesita aumentar su ingreso de dólares y no quedar prisionero de los dólares del campo. Creo que hay que exportar recursos petroleros y mineros con el mayor valor agregado posible y ahí aparece otro debate, que tiene que ver con el poder de compra del Estado. Deberíamos imitar a los Estados Unidos en esto, que es un campeón en políticas de “compre nacional”. Argentina, teniendo un jugador tecnológico de alto nivel mundial en represas hidroeléctricas se endeuda para construir represas hidroeléctricas. Ejemplo, las represas de Santa Cruz, que hacen los chinos; Aña Cuá en Misiones y Chihuido en Neuquén, que van a hacer los alemanes, y tenemos 500 ingenieros que están perdiendo la capacidad de trabajar, diseñar y producir. YPF, la empresa de bandera que, en algún momento, desarrolló industria nacional, en los últimos años ha perdido un poco ese rumbo. Después, con respecto a las exportaciones mineras y petroleras, pienso que hay que exportar agregando valor. Hoy hay infinidades de posibilidades de exportar cobre en nuestro país. Hay un proyecto en San Juan que, cuando esté operativo en 10 años, va a ser uno de los más grandes de la historia, pero vamos a exportar cobre en bruto. Mientras tanto, seguimos importando el alambre de cobre para fabricar transformadores. Tenemos una planta de aluminio gigantesca, en Madryn. Y el precio del aluminio en Argentina te sale lo mismo que traerlo de Alemania, importado. Estas cuestiones hay que revisar. Quiero decir, debemos exportar el cobre en bruto, pero en paralelo debemos tener un proyecto de refinado de cobre en nuestro país. No quedarse solamente en la primera etapa. Igual, con el petróleo.
APU: ¿Por qué pensás que no logramos avanzar en ese sentido?
R.F.: El Estado Nacional perdió inteligencia, fue destruida en los 90. Cuando decimos que Menem remató las joyas de la abuela, no hablamos de que lo más valioso eran los edificios. Era la gente que estaba adentro. Hoy, un secretario de Estado asume, se da vuelta y no tiene gente capacitada. En ese caso, entiendo que lo más fácil o lo que les queda es permanecer presos de las soluciones que le entregan, llave en mano, aquellos que pueden hacerlo, en general, los grandes jugadores. La peor herencia del menemismo fue la destrucción de la inteligencia de las empresas del Estado. Tenías empresas como Edronor o Aguas y Energía que diseñaban a 30, 40 años, el desarrollo de generación eléctrica. Hoy lo tenés atomizado y estás preso de la voluntad de un montón de actores privados que no tienen esa visión, sino de rentabilidad de corto plazo. Eso nunca se recuperó en Argentina.
APU: Me gustaría retomar ciertas cosas. La industria automotriz, por ejemplo, tiene un recorrido largo, pero la composición nacional en el armado de un auto sigue siendo muy baja. Y si uno ve su historia, es algo que se mantiene estable ¿Eso por qué se da?
R.F.: No soy un especialista, pero en la revista hemos escrito mucho sobre el tema, gente con conocimiento más profundo. En algún momento, la integración nacional era alta, eso pasó en muchos países del mundo porque se localizaba aguas abajo, en los lugares donde había terminales, las producciones de partes. Con el correr del tiempo, la industria automotriz se transformó en un ejemplo de la globalización. No se producían las partes, aún las más importantes, donde estaba la terminal que hacía el ensamblado. No nos olvidemos que el Mercosur nació, básicamente, alrededor de las terminales automotrices. El sector de terminales automotrices y de cadena de valor autopartistas, que existe en la Argentina, tiene un fuerte componente de empleo, de calificación media-alta. No se puede, alegremente, cortar con eso. Los autos tienen una baja integración nacional, creo que un 20 %, pero a la vez se exportan partes y componentes. Parte de lo que se ensambla en Brasil tiene componentes argentinos, por eso está la historia del Flex, que permite la impo-expo de las terminales automotrices. Lo que nunca se debatió en Argentina o, por lo menos, no se hizo un análisis profundo de ver qué es lo que conviene, si cerrar las terminales e importar los autos que sean necesarios, o avanzar en una línea de un auto económico nacional con alta integración. Algo de eso se intentó o se está intentando con el auto eléctrico nacional. Después, con la actual estructura de las terminales automotrices, intentar que en vez del 20 sea el 30, no hay muchas más posibilidades.
“La peor herencia del menemismo fue la destrucción de la inteligencia de las empresas del Estado”.
APU: ¿Cuál es la opinión que tienen en la revista en cuanto al régimen de protección que tienen en Tierra del Fuego?
R.F.: Si vamos al análisis histórico, fue una gestión geopolítica estratégica, había que garantizar la población de la zona, generar trabajo y esa fue una manera más o menos rápida de conseguirlo. El tema es que se dio el puntapié inicial y se lo mantuvo congelado durante 30, 40 años, generando un déficit fenomenal de divisas. No se hizo, en paralelo, otra cosa. Por ejemplo, tenemos yacimientos de gas gigantescos al sur de Tierra del Fuego, en el mar. Quizás sea más lógico promover la industria petroquímica en la región que procese el gas que se saca de ahí y producir productos de altísimo valor agregado. Eso es lo que hay que repensar, no es razonable un enclave donde se importan partes y componentes y se ensamblan productos. De vuelta, no se puede borrar de un plumazo y dejar desocupadas a miles de personas, pero son muchos años y habría que repensar una transformación.
APU: ¿Cuáles son los sectores que, a tu criterio, van a ser estratégicos o ya lo están siendo a nivel internacional, donde Argentina podría tener más espacio para su política industrial?
R.F.: Como siempre, esas son decisiones de políticas públicas. Como te decía, Argentina tiene una historia larga, fructífera, de desarrollo industrial en diversas áreas. Exporta reactores nucleares de investigación, satélite de comunicación, radares de vigilancia, centrales hidroeléctricas, equipamiento médico hospitalario, muchas más. Hay destilerías en Arabia Saudita con equipos fabricados en Quilmes. Las turbinas hidroeléctricas de Siemens que fracasaron en Yacyretá las están haciendo nuevas en Mendoza. Hay una capacidad enorme, hay que tener políticas públicas que apalanquen ese desarrollo. Hoy se está pensando cerrar el financiamiento con países que lo pueden aportar, pero, lamentablemente, vienen con la tecnología asociada, que es la de ellos, no la nuestra. Ese es un problema serio de Argentina.
APU: Te llevo al contexto electoral ¿Cómo ves el debate en torno a lo industrial, en el escenario? ¿Qué puede llegar a pasar, a partir de las elecciones de este año?
R.D.: No quiero ni imaginarme lo que puede ser. A ver, como te decía, hoy la actividad está creciendo con serios problemas. El más grave es que ese crecimiento no acompaña el poder de compra del obrero. Por primera vez está pasando que alguien que tiene un trabajo formal es pobre. Y arrastramos problemas estructurales que no se resuelven. Las reformas más graves del menemismo no se revirtieron. Eso, a veces, se soslaya, inclusive lo hace el propio peronismo. Por supuesto que el escenario de un Milei presidente es catastrófico, pero eso va más allá de la política industrial. Lo del sector de la derecha más lúcido, que sería el sector moderado de Larreta, se cuidan de decir lo que piensan, pero es difícil discutir con ellos de política industrial. Y hacia dentro del peronismo, tenés de todo, también. No hay garantías. Si hay una convicción, hacia adentro de las diferentes líneas, de un pensamiento de desarrollo productivo, políticas activas. Igualmente, también hay que dar el debate de las reformas estructurales, tener un Estado inteligente y capaz de definir políticas estratégicas. Puedo decir que los sectores moderados, si vuelven a hacer lo que se hizo entre 2015 y 2019, va a estar complicado. Con niveles de inflación en la mitad de los actuales, la pérdida del salario real fue del 20%. En el gobierno de Macri tenía una Secretaría de Políticas Productivas que ofrecía dinero no para sanear la economía de la empresa, aumentar la producción, sino para paguen la indemnización por despido. Si no podés competir, dejá de fabricar y transformate en importador. Eso es el sector moderado… Los otros, están en contramano de las políticas históricas de los países desarrollados que tanto alaban y, a su vez, totalmente descolocados en el contexto actual donde todo el mundo está buscando recomponer empleos y capacidad productiva industrial. Argentina, por la cantidad de habitantes que tiene, no puede vivir dignamente, toda esa población, de lo que derraman las actividades primarias, por lo tanto, necesitamos apostar al desarrollo industrial, científico y tecnológico.