"El único modelo que puede garantizarte sustentabilidad y empleo masivo es el industrial"
En diálogo con AGENCIA PACO URONDO, el economista Walter Romero - ligado al espacio político de Guillermo Moreno - reflexionó sobre la historia económica argentina y las consecuencias de las decisiones tomadas por el presidente Javier Milei.
APU: Le propongo hacer un recorrido histórico contra factico, si me permite ¿Argentina podría haber sido industrial en el siglo XIX?
Walter Romero: Vale la pena el ejercicio. Situando en lo universal nuestra particular historia, voy a seguir a un amigo, ya fallecido, el economista Mauricio Prelooker y su relevamiento del primero y segundo “Ciclo de Kondratieff”. Le comparto la cita textual.
“El Primer Ciclo: se lanza entre 1790 y 1800(A); Tiene su culmen entre 1810 y 1817; luego de lo cual crisis y depresión (B) y se completa entre 1844 y 1851. La revolución industrial en UK cuando el descubrimiento de la máquina de vapor, donde el carbón, bueno y barato en las islas, producía el calor que hacia ebullecer el agua y mover un pistón; significó el reemplazo de las técnicas anteriores y el lanzamiento del primer ciclo y el consecuente nacimiento del capitalismo. La alta productividad resultante y las flotas que permitieron el comercio a escala global (a veces, como en Obligado, apoyado por los cañones) fueron los factores del auge, coincidente con Waterloo en su culminación. Y, a partir de allí, por superproducción y exceso de oferta la declinación del ciclo y su caída.
El Segundo Ciclo: Se lanza entre 1844 y1851 (A); tiene su culmen entre 1870 y 1875; luego de lo cual crisis y depresión (B) y se completa entre 1890 y 1898.
Siderurgia y boom ferroviario fueron los artífices, claves, del lanzamiento y la aparición en el tablero productivo y comercial de la ecúmene de Alemania, USA, Japón y algunos pocos más; respondiendo a la expansión del mercado capitalista. Ahora sí, los capitales que se habían “guardado” en la fase descendente del ciclo anterior, invirtieron en el sistema resultante de aprovechar la “locomotora”, inventada por Robert Stephen son en 1826.
Los países de Europa no integrados plenamente al capitalismo rampante (la mayoría), no participaron de esta bonanza y, buena parte de su población, inició la migración a “hacer la América”; lo que fortaleció a nuestro continente por adquirir trabajadores y consumo, pero inició, con origen en la Europa continental, la fase descendente del segundo ciclo.
Y, un dato que reaparece (Las oportunidades y fortalezas de las etapas “descendentes”):
Durante la fase depresiva de este ciclo, entre 1875 y fines del XIX, la investigación científica y tecnológica se intensificó. El ingeniero, el médico y el químico ocuparon el centro del escenario desplazando al intelectual con formación humanista. En esa época aparecieron el motor a explosión, las primeras aplicaciones de la electrotecnia y los grandes descubrimientos de la química orgánica, especialmente en Alemania. Todos ellos no hicieron ricos a sus inventores y descubridores sino a los sagaces empresarios que los introdujeron en los procesos productivos durante el tercer ciclo que despuntaba”.
Pues bien, con el marco descripto ¿qué otro papel pudo valerle a nuestra Nación en formación, que la de productora de materias primas y consumidora de productos importados? La teoría de las ventajas comparativas de David Ricardo, en esos tiempos, no era un disparate. Por contraposición, veamos qué pasó con Paraguay bajo la conducción de Gaspar Rodríguez de Francia y los mariscales Carlos Antonio López y Francisco Solano López, que intentó, en el XIX, un audaz industrialismo. Tuvo hasta acerías y ferrocarriles. Luego fue condenada por las potencia dominantes y los traidores regionales, a la destrucción y el virtual exterminio. La flota “anglo francés” que enfrentamos en Obligado, en realidad venía a vender los productos a Asunción que era donde había poder de compra.
Tal vez, fue sabio lo realizado por los argentinos en ese período, sobre todo si seguimos aquella advertencia del general Perón: “No crea el Hombre que construye la Historia, debe, eso sí, construir la montura que le permita cabalgarla”.
APU: ¿El modelo ganadero del siglo XX solo le servía a la Sociedad Rural?
W.R.: También la historia viene en nuestro auxilio. El ganado vacuno se inserta en estos lares a partir de Hernandarias (1607) y se “derrama” desde Asunción por toda la cuenca hasta Río Grande do Sul, La Banda Oriental, la Mesopotamia Santa fe y Buenos Aires, en el ínterin forma parte del modelo productivo y distributivo “guaraní/Jesuítico” que, junto a la yerba mate, los saladeros y las fábricas de instrumentos, llegaron en el XVIII a representar 10 veces el Producto Bruto Geográfico (PBG) de la Ciudad de Buenos Aires.
Dicho esto, quiero apuntar que hubo distintos “modelos ganaderos”, más o menos integrados a las construcciones económicas que en Argentina fueron forjando el pueblo y sus dirigencias.
Con esto resalto que lo que conocimos como “modelo ganadero”, que pudo haberse impuesto en nuestro territorio desde mediados del XIX y hasta mediados del XX (cuando, Perón mediante, se integra a un modelo mixto con lo industrial), tuvo aspectos, seguramente, negativos en cuanto a distribución del ingreso y derechos laborales, pero otros positivos: reforzó una red logística y circuitos de faena y conservación, como así también necesariamente se crearon primero los saladeros y después los frigoríficos en los cuales, además de los puestos de trabajo se construyeron poderosas fuerzas sindicales. Los tanques, en el frigorífico “Lisandro de la Torre”, inaugurando el “plan Conintes”, a fines de los 50´, son un “icono” en el inconsciente colectivo relacionado con una clara externalidad de dicho modelo. Por añadidura, prohijó el acceso a las proteínas rojas, núcleo de una alimentación saludable, prácticamente a todos los sectores de la sociedad. El “Estatuto del Peón”, del 8 de octubre del 44’ fue la “frutilla de la torta” para su integración superadora.
Hoy, puede volver a constituir una ventaja comparativa de la economía argentina, si se integra armoniosamente a la imprescindible producción industrial manufacturera.
APU: ¿Por qué es el peronismo el único que habla de industrialización?
Walter Romero: Hay un pequeño libro de texto, editado por EUDEBA, de González y Tomassini, “Introducción al Ingreso Nacional”, que es un clásico. Con lo didáctico que puede resultar relevar un hecho histórico. Analiza los resultados del año 1951 (luego de la culminación del ciclo del crecimiento del PBI, más importante en la historia nacional: 50% en un quinquenio ), el año del icónico del 50/50 entre capital y trabajo; pues bien, el aporte de los sectores a ese PBI es: Servicios 24%, Comercio y Transporte 28,5%, Industria, Minería y Construcciones 30% y Agro 17,5%. ¿Cómo no hablar de industrialización con esos logros?
Ahora bien, ese modelo entró en crisis casi en forma inmediata (caída de los precios de commodities por “Plan Marshall” y sequíaa de características únicas), y Perón intenta el salto cualitativo convocando al Congreso de la Productividad y el Bienestar Social pero el golpe de la Libertadora no permite la implementación de sus puntos de arribo. No hay dudas, ciertamente, que la producción, hoy, nada tiene que ver con los métodos, ocupación de factores y tecnologías de antaño; pero no existe, más que a partir de la producción manufacturera competitiva, otro modo de obtener el empleo necesario de la mano de obra, que además del trabajo digno sea capaz de generar demanda efectiva de los bienes y servicios que aquí se producen.
El modelo extractivista deja afuera a un 30% de nuestra población. Si el peronismo pone a la mujer y al hombre en el centro no puede más que proponerse un modelo de "Desarrollo Económico Permanente y Sustentable con Orientación a la Producción".
APU: ¿Cuáles son los riesgos de planteos posindustriales en Argentina?
Walter Romero: A partir de un hecho, empíricamente, comprobable: la producción de bienes y servicios, nunca más será la que conocimos hasta los 70. Es difícil imaginarse un modelo alternativo (sobre todo por los paradigmas desde donde piensan).
En ello hay un poco de “fatalismo histórico” y otro poco de aquello que Keynes denominaba “profecía auto cumplida”. Es una salida fácil, tentadora, y factible la Argentina extractivista y post industrial, el problema reside en que no es para todas y todos.
Es más fácil invertir en fracking y vender combustibles fósiles y energía en general afuera, con importantes índices de ganancia, aprovechando los precios internacionales, que, utilizar parte de esa producción para que pueda proveer a la industria energía barata que le permita competitividad. Hay, en consecuencia, un poco de pereza intelectual. Pero dicho modelo tiene un problema más: requiere de un Estado no deficitario que al menos sustente en lo indispensable al ejercito de desocupados (que para nada va a constituir, un “ejército industrial de reserva”).
APU: ¿Es posible autoabastecernos de energía sin depender del extranjero?
Walter Romero: Sin dudas. Estudios muy serios nos muestran reservas importantes, tanto de combustibles fósiles no tradicionales, como tradicionales en el mar argentino. Las represas de Yaciretá y Salto Grande tienen agua asegurada y las centrales atómicas tienen cuerda para rato. Simplemente hay que optimizar la matriz energética planificando a 10 años vista y elegir las aplicaciones de mayor impacto, en toda la economía, del insumo energético. Las Inversiones en el sector son altamente seguras. No nos puede volver a pasar como cuando Brasil le construyó a Bolivia el gasoducto Santa Cruz de la Sierra - San Pablo, quedarnos estáticos sin prever que, al otro día de su inauguración, el flujo de gas hacia Argentina se terminaba.
APU: ¿Es posible una industrialización sin perder un solo derecho laboral conquistado?
Walter Romero: Sí, claro, justamente es lo industrial lo que va a aumentar la ocupación y por ende la sustentabilidad económica de los derechos conquistados. Es el modelo extractivista (con quien hoy competimos) el que condena a un 30% de la población a subsistir con subsidios.
El mundo poliédrico que propugna el Papa o el de los nacionalismos crecientes, otra forma de verlo, puede ser muy receptivo a la producción exportable que, si somos competitivos, desde aquí podamos realizar. Y es, vía oferta eta vez, que se va a ir despejando el camino del crecimiento con distribución progresiva del ingreso y desempleo, solo, friccional.