Promisorias perspectivas en materia hidrocarburífera
El 30 de agosto de 2012 el gerente de YPF Miguel Galuccio anunció el plan quinquenal de la empresa. En los considerandos planteó la necesidad de un socio estratégico para desarrollar las áreas hidrocarburíferas. De los 37.200 millones de dólares que la empresa propone invertir 32.600 consistirían en aportes propios y 4600 millones de socios privados. Contra los pronósticos de los agoreros liberales, YPF acordó con Chevron y Bridas un plan de inversiones para el yacimiento Vaca Muerta, una de las mayores reservas planetarias de hidrocarburos no convencionales.
El acuerdo con Chevron
El primer acuerdo se celebró con la petrolera norteamericana Chevron. Se trata de un plan piloto en un área de 280 km2 comprendida por las formaciones Loma de La Lata y Loma Campana. La inversión inicial será de 1.000 millones de dólares para la perforación de 100 pozos durante los primeros 12 meses. El área de inversión podría ampliarse en los próximos cinco años mediante el desembolso de 15.000 millones de dólares. El acuerdo también contempla la identificación de bloques exploratorios de una extensión aproximada de 600 km2 donde Chevron realizará todas las inversiones a cambio de la participación del 50% en esos bloques. Ambas empresas compartirán costos de exploración y explotación, know how y tecnología.
El acuerdo con Bridas
El acuerdo firmado entre Galuccio y los titulares de Bridas, Carlos y Alejandro Bulgheroni es similar al anterior. En los primeros dos años se prevé una inversión de 1.500 millones de dólares para desarrollar 663 km2 en las formaciones de Bajada de Añelo y Bandurria. El objetivo es perforar 132 pozos pilotos en el transcurso de 2013 para luego perforar 2.000 pozos en el período 2014-2017. En ese lapso la inversión será de 12.000 millones de dólares que podría aumentar a 70.000 millones si en 10 años se explota el conjunto de la formación. El arreglo también incluye un préstamo de la empresa de capitales argentinos y chinos a YPF por 500 millones de dólares para un posterior desarrollo de los yacimientos.
Los acuerdos firmados con las dos compañías recibieron fuertes críticas desde ángulos diferentes.
La crítica ambiental
Por un lado está el cuestionamiento ecológico a la técnica de extracción. La fractura hidráulica o fracking está sindicada como altamente contaminante y ha sido cuestionada en Estados Unidos y otras partes del mundo. Las formaciones no convencionales tienen muy baja permeabilidad por lo cuál se le deben producir grietas para extraer los fósiles. La operación se realiza mediante la inyección de millones de litros de agua a alta presión, mezclados con arena y químicos. Al parecer se han detectado casos de contaminación de aguas subterráneas, aumento de la actividad sísmica, problemas en la producción agropecuaria y aumento de enfermedades respiratorias, epidérmicas y cancerígenas. Sin embargo las pruebas no son concluyentes.
La crítica al capital privado
Otro tipo de cuestionamiento tiene que ver con la participación de la empresa privada en estas operaciones. La crítica apunta en tres direcciones. Por un lado se plantea que las empresas serán beneficiadas por inversiones que hizo el Estado anteriormente. El saqueo de los recursos naturales y el usufructro de nuestras riquezas para obtener ganancias y enviarlas al exterior son los otros dos puntos señalados. En todo caso se da por sentado que los acuerdos celebrados implica necesariamente un esquema extractivo de carácter exportador.
Neodesarrollismo K
Los ecologistas no dicen cómo garantizar el autoabastecimiento ni proponen el desarrollo industrial. Esos temas no les interesan. El problema de la contaminación no es desdeñable como tampoco lo es el drenaje de divisas para la importación de petróleo y gas. Durante 2011 dicha operación arrojó la friolera de 9 mil millones de dólares. Son recursos que podrían estar destinados a mejorar la calidad de vida de la población mediante la construcción de casas, caminos o cloacas. La defensa de un mítico mundo rural como propone Gasland, la película de cabecera de los ecologistas anti-fracking y los elogios de la vida bucólica no debería ocultar que la mayoría de la población argentina es urbana.
Más interesante es ver cómo efectivamente se garantiza el autoabastecimiento. Existen quienes cuestionan la participación privada con el argumento de que el Estado puede explotar íntegramente los recursos. Sin embargo, es necesario remarcar que los servicios de fractura de alta presión son altamente onerosos y el know how requerido para estas operaciones amerita la participación de compañías con experiencia en la materia. El caso de Chevron es arquetípico en ese sentido.
La discusión no debería ser la existencia de socios privados sino bajo qué condiciones. Dos son los puntos a tener en cuenta. Un aspecto es el grado de apertura que tendrán las empresas para el giro de divisas. Más importante aún es saber si las compañías se beneficiarán con la libre disponibilidad de lo extraído. Cabe destacar que “la letra chica” del contrato con Chevron es una incógnita y no queda claro el alcance de las regulaciones en los temas mencionados. Es de esperar que los controles vayan en la senda de garantizar el autoabastecimiento.
El neodesarrollismo kirchnerista necesita la provisión de energía barata. El modelo actual no explota el petróleo y el gas para la obtención de renta, como en Bolivia y Venezuela, sino que los incluye como un insumo industrial. El 65% de la provisión de electricidad se realiza a través de centrales termoeléctricas mediante combustibles derivados del gas y el petróleo. Visto esos números se entiende la magnitud del problema y la necesidad de incrementar la explotación de hidrocarburos. La industrialización del país y el crecimiento del mercado interno van de la mano con el autoabastecimiento hidrocarburífero.