1917: la gran favorita para los premios Oscar
Por Diego Moneta
La película 1917 fue una de las ultimas en estrenarse en 2019 (4 de diciembre en Reino Unido y el 25 del mismo mes en Estados Unidos). Y llegó a las salas de nuestro país el último día de enero. Podría pensarse que el hecho de no contar con el mismo tiempo que el resto para ser promocionada y generar expectativa le jugaría en contra. Sin embargo, el recibimiento que tuvo fue muy bueno, tanto a nivel taquilla como a en los premios. Fue la gran sorpresa de los Globos de Oro, tras conseguir el premio a mejor película dramática y mejor director, lo que la coloca como la favorita para la entrega de los Oscar este domingo 9 de febrero.
Si bien las películas bélicas pueden resultar un cliché dentro de la industria del entretenimiento, 1917 logra reunir determinados componentes para distinguirse y ser resaltar entre tanta producción cinematográfica sobre la guerra. Dirigida por Sam Mendes, el film se sitúa durante la Primera Guerra Mundial y narra la misión que deben concretar los cabos Tom Blake (Dean-Charles Chapman) y William Schofield (George MacKay), que consiste en impedir que un batallón incomunicado, a cargo del coronel Mackenzie (Benedict Cumberbatch), realice un ataque y así caer en una trampa tejida por los alemanes que podría costarle 1600 bajas al ejército inglés. En el medio, se muestra toda una serie de obstáculos característicos de las películas bélicas. El guion está basado, en parte, en los relatos que el abuelo del director, un veterano de la Gran Guerra, le contaba a su nieto.
La trama puede parecer sencilla, y de hecho lo es. La película también utiliza varios arquetipos del cine bélico. Por eso se apuesta fuerte por el elemento técnico para que el film brille. Mendes decide seguir la línea que propuso Alfred Hitchcock en 1948 con La soga: películas de una sola toma, o mejor dicho, lograr esa impresión. Si bien con la tecnología de hoy en día es más fácil que en ese entonces, Mendes logra su cometido con creces. El director no da respiro y embarca al espectador en una carrera contrarreloj. Todas las escenas están construidas en un único plano secuencia, sin cortes evidentes gracias a un estupendo trabajo de montaje y al aprovechamiento de cuando la cámara ingresa en zonas oscuras.
El objetivo es transmitir la sensación más directa e inmersiva de la experiencia bélica y cinematográfica a la vez. La decisión técnica encuentra justificación entonces en la propuesta de exponer las vivencias en el frente de batalla. Además, es absolutamente pertinente al relato. El tiempo para desarrollar la misión es muy acotado, por lo que la ausencia de cortes es funcional a la impronta de urgencia que Mendes imprime sobre el film. Se produce una sensación de inmediatez y tensión constante que sólo finaliza cuando aparecen los créditos.
La principal crítica que ha recibido es ser una suerte de videojuego en el que los personajes sólo se limitan a superar etapas. Esto se debe a que el relato está organizado a partir de dos ejes que caracterizan la película de Mendes: el plano secuencia y el punto de vista subjetivo. Pero como se dijo, 1917 es mucho más que un simple videojuego y la técnica no es lo único que le permite destacar entre tanta película belicosa.
Más allá de darle espacio al elemento heroico, no cae en el clásico nacionalismo de este tipo de narraciones. De hecho Schofield canjea una medalla a la que considera un pedazo de chapa por una botella de vino, lisa y llanamente porque tenía sed. Tampoco le interesa representar el patriotismo. Los cabos hacen lo que hacen por el hermano de Blake (parte del batallón incomunicado) antes que por la patria, Dios o la reina. Además, lo que distancia a 1917 de la mayor parte del cine bélico es que nunca se le cuenta al espectador qué sienten los soldados ni cómo eran sus vidas antes de la guerra. Dramáticamente hablando, es una película conservadora en relación a sus personajes. Apenas los define pero nunca sabemos quiénes verdaderamente son. Finalmente, aunque haya alemanes que aprovechan cierta humanidad de los protagonistas para dañarlos, no hay una clara intención de representar al enemigo como villano.
Por otro lado, dentro de lo que podrían ser considerados errores (si es que no se buscó conseguir ese efecto), el plano secuencia, por momentos, termina jugando en contra de la narración, como así también lo inverosímil de los ataques que sufren los protagonistas. Schofield termina sin siquiera un rasguño en la cara después de sobrevivir a varios ataques, entre ellos una explosión que lo tapa por completo. A su vez, la presión constante por llegar a destino va en detrimento de algunas instancias de desarrollo de personajes e historias que quedan a medio camino.
Si consigue finalmente el Oscar, 1917 se convertirá en un punto de inflexión dentro del cine de guerra por demostrar que es posible narrar una historia sin grandes héroes ni villanos corriéndose del eje tradicional. Es un relato que mezcla emoción, historia y espectacularidad (coctel belicista que tanto parece gustarle a la Academia de Hollywood) y también es un homenaje al abuelo de Mendes. Todo eso y más es la gran favorita de los Oscar.