Avatar 2: el nuevo espectáculo cinematográfico de James Cameron
Avatar: The Way of Water, es un espectáculo cinematográfico extraordinario, de esos que te dejan sin respiración, de los que te remontan a las épocas de infancia en el cine. Épocas en las que salías con la sensación de que todo podía ser posible. Una película que a nivel visual no tiene precedentes en la historia del cine y que además tiene una historia atractiva y atrapante, algo para contar, algo para decir.
Es increíble la maestría de James Cameron (Terminator, Titanic) para llevar adelante la dirección, el guión y la producción de toda una aventura en un mundo creado digitalmente desde cero, con personajes, lenguaje y lógica propia. Avatar es el proyecto más ambicioso de Cameron y ya tiene pensado continuar el universo de sus criaturas azules con una serie de películas con fechas de estreno que van desde 2024 a 2028. Desde que comenzó a pensar en la película a mediados de los noventa, el director entendió que la tecnología no estaba lo suficientemente avanzada en ese entonces para llevar a cabo su visión y por eso recién en 2005 retomó la idea para finalmente estrenar Avatar en 2009, convirtiéndose en la película más taquillera de la historia.
Desde ahí hasta hoy pasaron más de 10 años. Debo decir que nunca fui fan de esa primera película, no entendí el fenómeno, no pude subirme ahí. Me pareció deslumbrante a nivel visual, pero nunca encontré mucho atractivo en la historia que tenía para contar, más allá de algunos detalles interesantes. Por eso las expectativas no estaban muy altas cuando salió su segunda parte. En general, también hay un consenso sobre su olvido y lo poco que se consideró el legado de la película en estos últimos años.
Dicen que las segundas partes nunca son buenas, pero el propio Cameron puede romper con esa vieja frase poniendo sobre la mesa Terminator 2, película que supera ampliamente a su primera parte. Es tanto lo que ha logrado Cameron con Avatar 2, que sus tres horas de duración pasan como si nada y uno termina creyendo absolutamente todo lo que se ve en la pantalla. El compromiso emocional con los personajes es mucho más fuerte que su predecesora y eso también ayuda a sintonizar mucho mejor en la manera que podemos identificarnos como audiencia, sobre todo en los nuevos personajes introducidos: hijos e hijas de Jake Sully y Neytiri. La historia vuelve a llevarnos a Pandora, ese territorio inventado que está al acecho de la depredación insaciable de la humanidad (la gente del cielo), y que no descansa. La película nos propone conocer otras tribus más allá del bosque con una fuerte conexión con el agua y todo lo que habita en las profundidades. Aquí está el corazón de la historia, en la continuidad de un mensaje que ya venía de la primera parte y que tiene que ver con las consecuencias de la colonización, el avance del extractivismo, el cuidado del ambiente y la escasa capacidad para comprender el balance de todo lo que nos rodea desde lo espiritual y natural.
Avatar 2 es una película mainstream y de gran presupuesto, (eso que se conoce como blockbuster), que acaparan las salas de cine de todo el país y no dejan lugar para otros estrenos, sí. Pero también es un evento cinematográfico que no puede compararse con ninguna otra pieza audiovisual que se haya filmado en los últimos años. Nadie filma las escenas de acción como Cameron y nadie entiende tan bien a sus propias criaturas, a los personajes que se entrelazan en los pasillos de su mente. Dicen que la filmación de Titanic fue tan dura que el estudio estuvo a punto de cortar todo vínculo con el director. Dicen que Avatar también tuvo un poco de eso, a causa del perfeccionismo obsesivo de Cameron para que su elenco aprendiera a nadar, a hablar y a creer en el mundo que él proponía. El resultado queda a la vista y marca la diferencia en un tipo de cine que parecía haberse convertido en una cinta de montaje. Una mirada de autor en tiempos de ejecutivos, héroes y pantallas verdes. Se agradece.