Chico ventana también quisiera tener un submarino: realismo mágico a la uruguaya
Por Diego Moneta
Tras haber dirigido y producido numerosos cortometrajes, entre los que se destacan Lloren la locura pérdida de estos campos y Hola a los fiordos, el director uruguayo Alex Piperno presenta su ópera prima en el apartado de los largometrajes: Chico ventana también quisiera tener un submarino. La película tuvo un extenso recorrido por distintos festivales, donde también cosechó premios, y llegará a las salas de nuestro país el 27 de mayo.
El film es una coproducción entre Uruguay, Argentina, Brasil, Países Bajos y Filipinas. La trama sigue el entretejido de, al menos, dos historias en un laberinto cinematográfico en el que las personas se encuentran y se pierden a sí mismas. Una impronta que deja en claro desde el comienzo y que se ocupa de sostener durante los 85 minutos de duración del film. Una apuesta derivada del mismo Piperno, que cruza de nuestro suelo a Montevideo frecuentemente, con el barco funcionando como intervalo entre dos mundos posibles. Esa idea, entre lo lejano y lo contiguo a la vez, se traslada a la narración.
Por un lado tenemos una zona rural de Filipinas. Un grupo de aldeanos agricultores se inquieta por la repentina aparición de un cobertizo en la ladera de una montaña selvática en la provincia de Ifugao. El lugar fue hallado por un guardia llamado Noli (Noli Tobol). De un momento a otro, cambiamos de escenario y llegamos a un departamento en Montevideo, donde Elsa (Inés Bortagaray) está siendo espiada por Chico ventana (Daniel Quiroga). A ese joven lo vemos de inmediato, sin elipsis temporal de por medio, trabajando como operario en un crucero que recorre la Patagonia con turistas.
Desde el inicio se nos advierte del comportamiento extraño del operario protagonista, que está a punto de ser expulsado por no cumplir con sus obligaciones. Chico desaparece de la nada y nadie puede localizarlo. Pasea durante la noche por los pasillos de máquinas y allí descubre la puerta que lo conecta con Elsa. Ambos entablarán una relación, a partir del abandono de sus modos de vida por el encuentro con lo desconocido, para aliviar el desconcierto existencial.
El elemento fantástico que define a la película es camuflado con un ritmo tranquilo de imágenes casi contemplativas y con escasez de diálogos. Ese tono extraño y silencioso asume esa condición como parte de su existencia, sosteniéndose con recursos visuales y una atmósfera en la que se asume que este tipo de sucesos pueden ocurrir. Una búsqueda, que combina la observación y el misterio, retratada de una manera naturalista.
Chico ventana también quisiera tener un submarino está marcada por el encuentro, por el deseo hacia lo desconocido. Un proceso que, según Piperno, duró diez años entre búsqueda de financiación y rodaje, y que radicaliza su vivencia personal mientras acerca esos mundos a través de pasajes fantásticos. Plantea sus propias reglas, y lo hace de una manera que intriga, inquieta y atrapa, lo que la vuelve mucho más valorable.
La primera película de Alex Piperno, como director, guionista y productor, mantiene y amplifica la impronta experimental de sus trabajos previos. Un film laberíntico y enigmático de búsquedas y encuentros, a pesar de lo breve y lo sugerente. Una construcción de puertas, tanto reales como filosóficas, entre mundos aparentemente opuestos. De la selva a la ciudad, del barco al departamento y de Oriente a Occidente. Todo lo que es y debe ser el cine. Tras su paso por las salas, el film estará disponible en la plataforma Cinear play.