El hombre gris: todo billete se desvanece en el aire
Entre la crisis de suscriptores, derivada de la alta competencia, y las medidas que no parecen llevar a ningún lado, hay una obsesión que se sostiene para Netflix: crear su propia franquicia de películas de acción. Elencos, guionistas y directores han desfilado, pero ninguna parece haber conseguido estar a la altura a nivel estrictamente cinematográfico.
La nueva apuesta es El hombre gris, estrenada el 22 de julio. La película convoca a un reparto colmado de estrellas famosas y a los hermanos Anthony y Joe Russo para la dirección, cuya principal característica conocida es saber cómo filmar acción— gracias a varias películas del universo Marvel—. Además, se suman otras dos cuestiones distintivas: el guion está basado en la novela homónima de Mark Greaney, que ya lleva once libros, y un nuevo récord de dinero invertido, específicamente 200 millones de dólares. Todo para un film de poco más de dos horas, que le hace honor a su título por su acartonada opacidad.
Court Gentry (Ryan Gosling), ex presidiario, es un agente veterano de la CIA, más conocido simplemente como Six— o seis, en español—, que forma parte de un ejército de mercenarios tras haber sido convocado por Donald Fitzroy (Billy Bob Thornton)— ambos rejuvenecidos digitalmente, al estilo El irlandés—. Luego de años de servicio, en una de las misiones descubre algunos chanchullos de la agencia y decide alejarse de manera unilateral, aunque manteniendo pruebas en su poder. Con el objetivo de recuperarlas, Suzanne Brewer (Jessica Henwick) y Carmichael (Regé-Jean Page), sus jefes, envían a Lloyd Hansen (Chris Evans), un activo en rebeldía despiadado, para asesinarlo. En el medio de ambos quedará Dani Miranda (Ana de Armas), que deberá inclinarse y ayudar a alguno de ellos.
Una herencia bastarda de las sucesivas entregas de Misión imposible que, a raíz de la eterna persecución internacional y temporal, explica el presupuesto gastado pero sin terminar de justificarlo. La narrativa propuesta vuelve grises a sus protagonistas y nos encontramos con un Gosling que remite a Drive, aunque desmagnetizado, un Evans despojado de su carisma habitual y una Ana de Armas desdibujada— personaje que no existe en la novela de base—, al igual que Wagner Moura en el papel del falsificador Laszlo Sosa. La única que destaca es Julia Butters como Claire Fitzroy, hija del reclutador original, a quien conocimos en Había una vez en Hollywood. A fin de cuentas, un problema común cuando se junta a varias figuras y no se busca explorar grises entre tanto maniqueísmo.
La preparación de Greaney para sus libros, licenciado en relaciones internacionales y ciencia política que viajó por diversos países e integró entrenamientos policiales y militares diversos, contrasta con la poca formación y resolución de los hermanos Russo, que combinan tramas acartonadas, efectos poco eficaces y una duración excesiva para un film que se repite a sí mismo de manera constante y equivoca. Para colmo, si bien cumple con la cuota de escenas de acción, las peleas entre antagonistas se alejan del sello que le habían impreso a otras obras, como Capitán América: Civil War, y se asemejan más a diálogos endebles y olvidables, como los de Alerta roja y Escuadrón 6. Si pensamos que la historia es lo de menos, lo cual es discutible, la mala ejecución es una sentencia final.
De todas formas, al margen de sus cuestionables y cuestionados métodos de medición de visualizaciones, la fórmula le sigue dando resultados a Netflix. Un elenco famoso y querido por la audiencia, grandes inversiones y promoción a nivel mundial le aseguran un éxito en la industria del entretenimiento. De hecho, logró mantenerse en la cima de su ranking por segunda semana consecutiva, lo que no ocurría desde marzo con El año de mi graduación.
Ahora, si la apuesta es finalmente iniciar una franquicia con secuelas, varios spin-off e incluso alguna serie, todas opciones que afirman barajar, es otra la discusión, porque el choque de titanes prometido no resultó más que un par de secuencias entretenidas. El anhelo de Netflix, después de tantos intentos, parece haberse convertido en un medio de supervivencia más que en un fin determinado, y en el que no hay techo para los millones que se quieran gastar. En este caso, la base en los libros para seguir la tiene, pero las experiencias recientes, tales como Zona de riesgo, La vieja guardia y Misión de rescate, entre otras ya nombradas, deberían ser tenidas en cuenta para asumir que un proyecto como tal no se resuelve sólo con billetes, porque pueden desvanecerse en el aire.