Un cabo suelto: juego de palabras fronterizo entre Argentina y Uruguay
Este jueves 4 de diciembre tendrá su estreno en el Cine Gaumont Un cabo suelto, escrita y dirigida por Daniel Hendler. Tras su lanzamiento en el Festival Internacional de Cine de Venecia, y su recorrido por varios más, la película -coproducción entre Argentina, Uruguay y España- estará los sábados del mes en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA). Luego de su presentación oficial, Hendler criticó el “encono hacia la cultura” que hay en nuestro país y revalorizó la diversidad al interior del cine nacional. En diálogo con AGENCIA PACO URONDO, remarcó que “el volantazo del INCAA afectó porque el film involucra a ambos territorios y la incertidumbre dificultó el diseño de producción”.
Durante décadas, al igual que en muchos países, Uruguay se dividió entre Montevideo, su capital, y “el interior”, los dieciocho departamentos restantes, quizás salvando algunas de las otras ciudades más pobladas. En contraposición a esa idea, que va cambiando con el tiempo, Un cabo suelto pone el foco en una zona poco explorada: está filmada, en parte, en Fray Bentos, el litoral oeste del país oriental. Estaba planeada como una coproducción mayoritariamente argentina, pero la situación del INCAA derivó en un incremento de la parte uruguaya. Si bien transcurre en esa locación, un gran porcentaje del elenco es argentino.
La historia sigue a Santiago Pallares (Sergio Prina), cabo tucumano, que cruza la frontera con lo puesto, huyendo de dos agentes policiales (Daniel Elías y German De Silva) por razones que desconocemos. En su travesía, gracias a su uniforme, empatía y astucia, va sorteando obstáculos, intenta asimilarse con lugareños, y empieza a soñar con una nueva vida, incluso hallando el verdadero amor: en un free shop entre Fray Bentos y Puerto Unzué conoce a Rocío (Pilar Gamboa), con la que siempre intentará reencontrarse en el tiempo.
Puede suponerse que el punto de partida fue el juego de palabras que le da título al film, y que se repite como recurso en varios diálogos como guiño humorístico. La fuga y, al mismo tiempo, búsqueda de Santiago, literal y metafóricamente el cabo suelto, es el hilo narrativo principal. A su vez, es posible que el origen sea la propia condición migratoria de Hendler que, oriundo de Montevideo, cruzó innumerables veces la frontera. El protagonista está en un no-lugar y no-tiempo, no sólo por la necesidad de sobrevivir sino también con la im-posibilidad de una segunda oportunidad a partir de las huellas que nos definen.
De esa manera, la trama no responde a una fórmula sino a una búsqueda. Focaliza en el viaje de su antihéroe, con un presente absoluto, un pasado misterioso y un futuro incierto. Se compone de encuentros y desventuras de Santiago, que irán desde un fabricante (Diego de Paula) y un vendedor de queso, Américo (Alberto Wolf), hasta un abogado (Néstor Guzzini) y un oficinista de juzgado (César Troncoso). En su intento de camuflaje, las similitudes y diferencias más o menos sutiles entre ambos lados de la ribera lo delatarán de la forma más absurda, con el mate como elemento central.
Hendler logra con sus personajes lo que en general ocurre con los suyos: la empatía de la audiencia. Prina, tras sus papeles en El hombre que amaba los platos voladores y División Palermo, sostiene el tono y el ritmo y, junto a Gamboa, conforma esos romances que el cine nos sabe regalar. Wolf termina por construir el triángulo protagónico, con sus vértices diversos pero en equilibrio, con cierto tono tarantinesco entre la sátira y la tensión. El resto también aporta a contrastes tan banales como profundos de la identidad de ambos países, donde la frontera es, antes que un límite hostil, un espacio poroso para entrecruzamientos. Es un relato orgánico de lo rioplatense con matices, complicidades y contradicciones.
Un cabo suelto es una película transfronteriza, no sólo por su protagonista o su escritor y director sino también por su extraño género cinematográfico. Está todo el tiempo manejando capas y variables, que no todas terminan de develarse, pasando de la comedia romántica al western y del suspenso policial a la road movie. Es un tono contenido, a veces ambiguo, pero siempre con un humor latente aunque no muy expuesto. No apuesta por la carcajada sino por construir un retrato humano de quien no quiere dañar pero tampoco sabe cómo hacer el bien, apoyado en rivalidades culturales eternas y en las ambigüedades de una autoridad vulnerable. Si habría que etiquetarla, podría ser una comedia costumbrista.
En diálogo con APU, Hendler profundiza su descripción del tono del film: “Se fue afinando desde la escritura del guion hasta la mezcla del sonido”. En línea con el párrafo previo, sostiene que “juega entre varios géneros, algunos parecen opuestos o incompatibles”, y que “más que verificarlos todos al mismo tiempo los oculta y va revelando de a poco”. Por último, supone que no maneja “demasiado bien” ninguno y que, probablemente, por eso los trabajó de esa forma. “Es lo que más me desafió en el proceso de escritura”, finaliza.
Esa indefinición, tanto del personaje como del género, es central. La escena violenta y enigmática inicial vira más amena, pero la amenaza persiste a lo largo de su hora y media de duración, incluso regresando en más de una oportunidad. Es ambigua desde su título, reapropiando y resignificando de manera constante. A medida que avanza la trama a Santiago lo reconocemos como un sujeto que se desprende, poco a poco, de su identidad anterior, como si eso fuera posible. Su uniforme, prenda por prenda, va quedando atrás para intentar forjar su nueva versión. Es un cabo, pero también es la representación de un sistema narrativo que trabaja con la falta, que se nos escapa y se nos resiste.
Un cabo suelto no se propone explicar ni contarlo todo, sino que insinúa, sugiere e incluso deja abierto. En ese gesto está su singularidad y potencia, a partir de la cual se arma de forma lógica. Esa ausencia deliberada -la razón detrás de la huída- se traslada al plano temporal, que no es lineal, y es complementada por una musicalización que le da sentido al salto hacia adelante. Es una fuga más bien errática, ya que es una carrera imposible hacia una nueva vida, que se convierte en un proceso de transformación.
Si bien la filmografía de Daniel Hendler como actor es abundante y conocida, no ocurre lo mismo con su dirección. En 16 años tuvimos Norberto apenas tarde y El candidato, pero en apenas 16 días de septiembre tuvimos Un cabo suelto y 27 noches. A su vez, cabe mencionar las series La división y Los demonios, que escribió, dirigió y protagonizó, y Guía 19.172, sobre la regulación del cannabis en el país vecino, las tres en coproducción con UN3TV -de la Universidad Tres de Febrero-, de Argentina, y con TV Ciudad, de Uruguay.
En pleno desguace de espacios culturales, Hendler expresa que esa “dirección es contraria a la que se esperaría de un instituto que debe fomentar la producción de distintos tipos de películas, y promover la experimentación y la diversidad de lenguajes para fortalecer a un sector que alimenta a la cultura, promueve la industria y genera trabajo”. En ese sentido, considera que, sobre todo, debe proteger y colaborar con aquellas que “no surgen de la demanda directa del mercado” y “tienen más dificultades para la distribución y la exhibición”, pero que “son fundamentales para el conjunto de la cinematografía”.
En definitiva, la película no deja ningún elemento abandonado, por lo que cuenta con una estructura virtuosa. Hay modestia en su puesta en escena, sin que ello implique carencias, ni mucho menos, sino que escapa de la ostentación de la hegemonía actual. No pretende reinventar la comedia. En un contexto de sobreestimulación permanente, Un cabo suelto es una narración justa, dosificada y a la medida. Es el placer de las historias bien contadas.
Por último, Hendler finaliza su comunicación con APU revalorizando la política cultural de nuestro país: “La maquinaria en su conjunto permitió desarrollar una cinematografía fuerte, con buen impacto local e internacional, que se nutre no sólo de los éxitos sino también del diálogo entre diferentes lenguajes, y hoy parece intencionalmente golpeada”.