El silencio de otros: romper el pacto de olvido sobre los crímenes del franquismo
Por Diego Moneta
Durante julio de 1936 comenzaba el golpe de estado en España que, tres años más tarde, guerra civil mediante, llevaría a Francisco Franco al poder. El dictador se perpetuaría allí hasta su muerte, casi 40 años después. Desde entonces, más de cuatro décadas han pasado, y las víctimas siguen reclamando justicia a pesar del negacionismo, de los obstáculos de las autoridades y de parte de la sociedad.
El documental español El silencio de otros, filmado a lo largo de seis años y estrenado en 2018, acompaña el primer intento de llevar a juicio a algunos de los responsables de cometer crímenes de lesa humanidad. La producción estuvo a cargo del equipo de Pedro Almodóvar, y la narración combina material de archivo, entrevistas y el acompañamiento de la cámara en la actualidad.
La premisa del film es mostrar la contradicción en la que se encuentra el país europeo. El juez Baltasar Garzón fue el responsable del retorno del dictador Augusto Pinochet a Chile. Sin embargo, cuando quiso iniciar una investigación sobre lo sucedido en España, fue acusado de prevaricato; un delito que consiste en que una autoridad, juez u otro servidor público dicta una resolución arbitraria en un asunto administrativo o judicial, a sabiendas de que dicha resolución es injusta y contraria a la ley. Si bien fue finalmente absuelto en esa causa, fue inhabilitado por once años en otra.
El proceso de Memoria, Verdad y Justicia iniciado en nuestro país luego de la última dictadura militar abrió un camino seguido por muchos países, sobre todo de África y América Latina, que atravesaron gobiernos de facto. En cambio, si bien sucede antes del antecedente fijado, en España se optó por una Ley de Amnistía en 1977 para generalizar un pacto de olvido en toda la sociedad, que finalmente fue lo que sucedió.
El documental muestra declaraciones en ese sentido de José María Aznar y Mariano Rajoy, ambos expresidentes por el Partido Popular (PP). Sin embargo, omite la complicidad del resto de la dirigencia política —tal vez, su única falla—. La ley fue votada casi por unanimidad, con el apoyo, también, del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y del Partido Comunista de España (PCE).
Tal como muestra El silencio de otros en su desarrollo, parte de las generaciones posteriores al franquismo desconocen los hechos. No se enseñó desde el colegio y, muchas veces, tampoco desde la familia. Así se explican las marchas que todavía conmemoran al dictador, y el atentado contra “El mirador de la memoria”, la única escultura que recuerda a las víctimas. A su vez, también sirve como explicación del asombro de los españoles ante los museos por la memoria en nuestro país, y la presencia de la juventud en las marchas.
Entre las víctimas que reclaman justicia se encuentra María Martín, una anciana que narra cómo su madre fue arrojada, junto a cientos de cuerpos, a una fosa común, al costado de una carretera. Ella acude siempre a dejarle flores mientras espera respuesta de las autoridades para recuperar sus restos. Otro de los casos presentados es José María “chato” Galante, torturado por Antonio Gonzalez Pacheco, más conocido como “Billy, el niño”. A eso hay que sumarle que en la actualidad comparten la calle donde viven.
En el año 2010, un grupo de víctimas amparado en la legislación internacional por el derecho a la justicia universal, impone una querella en nuestro país, que queda a cargo del juzgado de María Servini de Cubría. Desde el principio, contaron con el asesoramiento de abogadas y abogados, como Ana Messuti y Carlos Slepoy, quien había participado de la causa de Garzón contra Pinochet. Slepoy falleció durante el proceso de posproducción, y el documental está dedicado a su memoria.
La narración avanzará entre España y Argentina, separados por más de 10.000 kilómetros de distancia. A medida que creció la cantidad de querellantes, también aparecieron las presiones y bloqueos del gobierno español, que apeló al paso del tiempo para que fallezcan las víctimas. Una demostración del negacionismo como política de estado. Incluso cuando los imputados quieren declarar, como el caso de Martín Villa, ministro durante la dictadura, y vicepresidente en democracia.
Con el tiempo, en la causa se sumaron pedidos para localizar a familiares asesinados y darles sepultura, junto a denuncias por la apropiación sistemática de bebés. Además de la complicidad de distintos sectores, como médicos y empresarios, queda claro que, así como el olvido comenzó antes de la amnistía, con la excusa de la lucha contra el comunismo —abrazada por presidentes, la Santa Sede y la secretaria de la ONU—, la estructura represiva continuó posterior a 1975. También, se perpetuó el pacto de impunidad sobre la ley de 1977.
El documental, que acumula varios premios y nominaciones, deja en claro que el perdón es una cuestión individual, mientras que el Estado no puede perdonar los crímenes. Hasta hace no mucho tiempo, se mantenían calles y plazas con nombres ligados al franquismo. Incluso, en un mismo cementerio yacían personas asesinadas junto a defensores del dictador. Recién el año pasado se exhumaron y reubicaron los restos de Franco, saldando una deuda histórica.
Desde la primera escena hasta el último plano, El silencio de otros presenta un tono atravesado por la humanidad de sus personajes, y demuestra que el olvido impuesto es inalcanzable cuando la deuda con las víctimas es demasiado grande. Y, lo más importante, remarca la importancia de la lucha por la Memoria, Verdad y Justicia.