El Último Baile: el lado más humano y competitivo de Michael Jordan
Por Diego Moneta
Cuando se trata de proyectos para representar la vida de una súper estrella del deporte, nada mejor que grandes productoras, como es el caso de ESPN. La lógica nos dice que el presupuesto, alcance y acceso que tienen disponible, harán la diferencia. The last dance (el último baile, por su nombre en español) no sólo cumple, es una obra sencillamente brillante, tanto por su temática como por su narración.
La docu-serie, de diez episodios, aborda la vida de Michael Jordan (MJ), considerado el mejor basquetbolista de la historia. Se enfoca en su etapa en los Chicago Bulls, y utiliza como punto de partida —de ahí el nombre de la producción— su temporada final con el equipo en 1998. La combinación de entrevistas y fragmentos deportivos es nivelada, y además cuenta con imágenes inéditas.
La narración recorre, a través de retrocesos y adelantamientos, los inicios y momentos estelares de "Air" Jordan, y de varios de sus compañeros y entrenadores. Al arrancar por el final, se mete de lleno en los problemas que llevaron a que la dinastía de los Bulls terminara. Y apunta hacia el principal responsable: Jerry Krause, gerente general, no quería otro ciclo con Phil Jackson al frente del equipo, por lo que Michael Jordan había decidido no continuar.
A medida que nos presentan distintas líneas temporales, la disputa pierde protagonismo, siendo resaltada unas pocas veces más antes del final. La narración se sostiene sobre dos ejes relacionados entre sí. El primero, la mentalidad que llevó a Jordan a conseguir lo que logró. El segundo, dejar en claro que es humano.
Así, en lo que respecta al primer tema, nos muestran cómo Jordan buscaba —y encontraba— motivación constantemente. Por su familia, por exigencia propia o por provocación del rival, siempre iba a dar todo lo que tenía para ganar. Sin embargo, al principio no lo conseguía y tardó siete años en alcanzar su primer campeonato. De ahí la importancia de los procesos en el deporte.
Lo que se deja en claro es que MJ le exigía al resto estar a su nivel, por lo que buscaba la reacción de sus compañeros, muchas veces de maneras poco amables. Algunos la pasaban mal en los entrenamientos, muchos le tenían miedo. Otros, y el mismo Jordan, entendían que era su manera de jugar. Eso sí, nunca iba a pedir que hagas algo que él no. Michael Jordan nunca dejó de querer ganar y, al día de hoy, se arrepiente de haberse ido, pudiendo haber conseguido aún más.
Por otro lado, ¿qué hay detrás del seis veces campeón, que tiene cinco MVP (premio al jugador más valioso) de la temporada regular y seis de las finales, dos campeonatos con su selección y muchos pero muchos logros más? Lo que hay es un ser humano. La serie representa muy bien el agotamiento, físico y mental, que padecía Jordan, sobre todo por el papel de los medios. Tanto en su primer retiro (1993) como en el segundo (1998) la presión mediática tuvo un rol determinante. Se llegó a relacionar las apuestas que él hacía con el asesinato de su padre.
Detrás del mejor de la historia, de quien logró que su propia marca recaudara millones y millones, estaba aquel que sufría el agobio de la prensa, que hacía todo por mantenerse disfrutando en el presente, que llora la muerte de su padre, y a la vez busca otra figura que ocupe ese lugar ante la necesidad de afecto. Ese es uno de los mensajes de The last dance: Jordan, el mejor de todos, también es humano.
Como se dijo, el foco es MJ, pero habrá capítulos y cierta relevancia dedicada a otros actores fundamentales en esos 14 años en Chicago. Nos encontraremos con Scottie Pippen, y su dura historia de vida, con el excéntrico Dennis Rodman, pero también con la participación de periodistas, jugadores y muchos más que formaron parte de la producción. La familia de Jordan, con excepción de la madre y algunas apariciones de sus hijos hacia el final, no participa por decisión del director Jason Hehir.
Además, se le da lugar a la cuestión de ser un deportista afroamericano. Jordan cuenta que el marketing había llegado al punto de que la consigna era “sé cómo Mike”, y que para un afrodescendiente, era una carga adicional aún mayor. Por eso, resalta el rechazo a apoyar la campaña de Harvey Gantt, primer afroamericano candidato a senador. Michael, dentro del clima de broma permanente del vestuario, dice que "los republicanos también compran tenis", en referencia a las Air Jordan. El problema es que enfrente buscaba la reelección un racista declarado, que saldría victorioso. Mike comenta nunca haberse sentido activista ni interesado en la política.
Posteriormente, se trata de “reivindicar” la posición de Jordan. Primero, mostrando su adhesión a la huelga de jugadores de béisbol durante el año 1994, en su corto paso por la NBL, durante su primer retiro. Luego, a través de la figura de Barack Obama, fanático del básquet, que afirma que, si bien se decepcionó por el hecho mencionado, Michael Jordan cambió la forma de ver al atleta afroamericano.
Si salimos un poco de la trama, una condición interesante que presenta The last dance es la alianza entre dos grandes plataformas de streaming. ESPN, que pertenece a Disney, emitía dos capítulos para EE.UU cada domingo, y al día siguiente estaban disponibles en Netflix. Quizá Disney todavía no esté muy segura de su capacidad para distribuir mundialmente este tipo de producciones. O tal vez se deba a la política de la NBA de hacer llegar a cada rincón lo que la liga tiene para ofrecer. Sea como sea, la alianza entre dos competidores de peso es relevante, sobretodo en un momento donde Disney está tratando de entrar en el juego con Disney+.
No es el tema del que se ocupan, obviamente, pero en opinión de quien escribe, siguen faltando producciones que indaguen en la experiencia de Jordan con los Washington Wizards, como presidente operativo y como jugador, a sus 40 años de edad. De todas maneras, The last dance es una obra magistral que cualquier amante del deporte debería ver. Es tan abarcativa en sus temáticas como interesante en su contenido. Sencillamente genial.