Hayao Miyazaki, un gurú del cine y la animación
Por Carolina Micale
Uno de los mejores cineastas de las últimas décadas cumplió 80 años el pasado 5 de enero, y el cariño de quienes lo admiran emergió desde cada rincón del planeta. Muchas de las personas que crecimos en los años 80, 90 o 2000, tenemos un lugar especial en nuestra memoria emotiva cuando se trata de las películas de Hayao Miyazaki. Y quienes no, seguramente han escuchado nombrar su obra más conocida y el segundo film japonés más taquillero de la historia: El viaje de Chihiro (2001). Esa fantástica historia de una nena que, mientras atraviesa una mudanza, se encuentra con un mundo mágico y diferente, repleto de imaginación, al que debe sobrevivir sola.
Miyazaki comenzó a marcar un camino ascendente en los años 70, cuando dirigió series de animación como Lupin III y Conan, el niño del futuro. Años más tarde realizó sus primeros largometrajes, y el éxito de Nausicaä del Valle del Viento (1984) le permitió fundar Studio Ghibli junto a Isao Takahata, un año después. En la actualidad, este estudio japonés es considerado como uno de los mejores en materia de animación, tanto por Oriente como por Occidente. Incluso un gigante como Pixar (propiedad de Disney desde 2006, que aprendió mucho de la obra de Miyazaki y Studio Ghibli) ha dejado algunos guiños a través de sus películas, como el “Totoro” que aparece en Toy Story 3. Y es que aquello que caracteriza tanto a Pixar –un cine atractivo para niños y adultos, con reflexiones profundas sobre los sentimientos y la mente– tiene mucho que ver con lo que ha hecho Ghibli por la industria y la animación.
Arte, ecología y mujeres independientes
Pese a los prejuicios que todavía persisten en Occidente con respecto al animé (y que deberíamos desterrar), el trazo de Miyazaki causa una admiración casi unánime que atraviesa esas barreras. En sus comienzos, el ilustrador, luego de estudiar economía y ciencias políticas, comenzó a dibujar manga (historietas japonesas).
Su manera de retratar y pintar escenas muchas veces nos transportan al mundo idealista del impresionismo, algo que no parece tan lejano si tenemos en cuenta que artistas como Monet, Degas y van Gogh se nutrieron del ukiyo-e, las “pinturas del mundo flotante”, una técnica de grabado en madera de origen japonés que llegó a París durante el siglo XIX.
En cuanto a su visión sobre la naturaleza, Miyazaki presenta escenas en donde lo natural no está subordinado a nada ni a nadie, pero tiene amenazas: el ser humano y la contaminación. Este tópico tiene mucha relevancia en sus narraciones. La pureza de lo ecológico aparece representada como un componente de calma y paz, y en otras ocasiones se muestra como una fuerza que arrasa con todo a su paso. Además, se puede ver cómo la naturaleza se transforma, se fusiona, cambia, y permite que los elementos que la componen puedan convivir en el caos y la armonía, permaneciendo siempre como Miyazaki la dibuja: hermosa.
Otra característica que se ha resaltado en el último tiempo es la forma en que, desde hace muchos años, Miyazaki piensa a sus “heroínas”. Ya sea que buscara romper con la monotonía que encerraban las películas de siempre con respecto a los roles de género –imágenes de hombres fuertes que luchan con armas y salvan mujeres sumisas– para llamar la atención del público, o que intentara mostrar el potencial de la mujer por propia convicción, lo cierto es que Miyazaki creó personajes femeninos fuertes, independientes y decididos (a pesar de los miedos que deben enfrentar). Además, los varones y las figuras masculinas que aparecen en sus películas no vienen a darles todas las respuestas ni a salvarlas de todo mal; las acompañan en su camino.
Esa manera de retratar a las mujeres, por fuera de la norma, comenzaría a tomar forma con Nausicaä y se vería reflejada en muchas de sus otras protagonistas, como Chihiro y San (La princesa Mononoke, 1997).
El ingenio continúa
A pesar de haber anunciado su retiro como director en dos oportunidades (la última en 2013), el artista de 80 años volvió al ruedo con ¿Cómo vives?, una película basada en la novela homónima que lleva el mismo nombre, escrita por Genzaburo Yoshino, y que se estrenaría durante el 2021.
Mientras tanto, se puede disfrutar de varias de sus películas en la selección de Netflix, incluyendo las ya mencionadas y otros títulos como El increíble castillo vagabundo (2004) y Se levanta el viento (2013).