Hustle: volvió el mejor Adam Sandler
Por Francisco Pedroza
El 8 de junio, a través de la plataforma de Netflix, se estrenó Hustle (Garra, en español), una nueva película de ficción deportiva con el básquet como su aspecto central. Su protagonista es Adam Sandler, aquel actor cómico de los 90 y los 2000, pero que también vimos brillar en papeles dramáticos como en Diamantes en bruto.
Hustle narra la vida de Stanley Sugerman (Adam Sandler) un viejo cazatalentos de los 76ers de Philadelphia, una de las franquicias más reconocidas de la NBA en Estados Unidos. Todo cambia cuando uno de sus amigos, puntualmente el dueño de la franquicia, fallece y su hijo, que toma su lugar, choca bastante con el personaje de Sandler. A partir de ello, el cazatalentos encuentra en España a Bo Cruz (Juancho Hernangómez, actual jugador de la NBA). Stanley se deslumbra rápidamente por su juego e intentará hacer todo lo que esté a su alcance para que el chico pueda formar parte de la plantilla de uno de los clubes de básquet más importantes del mundo.
Desde Rocky en 1976, las producciones deportivas tienen en general un claro formato: un/a deportista que viene del anonimato tiene un golpe de suerte, falla a la primera, entrena hasta hartarse, pero falla de vuelta, y en la tercera oportunidad, que aparece como caída del cielo, llega a la gloria. El camino meritocrático por excelencia. Esta estructura es respetada para cualquier deporte, lo hemos visto ya sea en Million Dollar Baby, Gol y hasta en Gambito de dama, entre otras. Desde el vamos, no es un aspecto negativo que esto sea así. La audiencia entiende las tramas fácil y rápidamente, por lo que sigue eligiendo este tipo de producciones y sabe que, en realidad, el valor de estos largometrajes o series no reside tanto en su historia sino en la forma que esta se cuenta.
Hustle no es la excepción. Todos los pasos del camino del héroe se ven superficialmente. Desde el tráiler ya se sabe con lo que nos vamos a encontrar y, aun así, la película funciona muy bien, con un Adam Sandler que, bastante alejado de los papeles con chistes fáciles y escatológicos que lo llevaron a la fama y más cercano a su trabajo en la mencionada Diamantes en bruto, sabe hacer brillar su actuación dramática y se lleva puesto todo el film.
A su vez, el formato, más allá de la estructura impenetrable e infinidad de lugares comunes —sobre todo en lo que a frases se refiere—, se hace muy llevadero de ver y atrapa desde los primeros minutos. El hecho de saber cómo va a terminar no desmotiva, sino que genera el efecto contrario. El camino hacia esa meta se disfruta y logra tensionar al televidente.
Un film para cualquier espectador, pero emocionante para los fanáticos y conocedores del deporte. La infinidad de cameos de jugadores, técnicos, dueños de clubes y hasta periodistas es sobradamente mayor a la de cualquier otra película de este estilo. Una mezcla de ficción y realidad combinada con una buena narrativa que es imposible que falle.