Jugando con el alma: el proceso de una generación
Por Marina Jiménez Conde
La eliminación de Argentina frente a Australia no sólo significó el final de las aspiraciones de la selección de básquet en los Juegos Olímpicos, sino también el adiós de su capitán, Luís Scola, máximo goleador histórico y una de las leyendas de la albiceleste. Con 41 años, un subcampeonato del mundo en 2002, una medalla de oro en Atenas, otra de bronce en Beijing, y líder de la nueva camada de jugadores que obtuvieron otro subcampeonato en el Mundial de China 2019, el ex NBA es el último integrante de la Generación Dorada que se retira del seleccionado.
Buen momento para mirar atrás y valorar a ese grupo de jugadores que pusieron en lo más alto al básquet argentino. La serie documental Jugando con el alma, estrenada en 2018 y disponible en Netflix, permite sobre todo conocer cómo fue el proceso de gestación de esos basquetbolistas que lograron lo impensado y consiguieron que empezara a haber expectativas en el país por la pelota naranja.
La docuserie consta de cuatro episodios, de media hora aproximadamente, donde recién en el episodio final se habla del Mundial de Indianápolis 2002 y de los Juegos Olímpicos de Atenas 2004. Lo primero que se muestra es el proceso formativo, con imágenes de los jugadores en infantiles, donde ya se podía ver el carácter, personalidad y movimientos interesantes en cada uno de ellos. El común denominador de esas historias es la importancia de los clubes de barrio donde pasaban largas horas del día y se sentían como en una segunda casa.
Se hace un recorte bastante importante tomando el inicio de las carreras de los cinco titulares de Atenas 2004: Juan Ignacio “Pepe” Sánchez, Emanuel Ginóbili, Andrés “Chapu” Nocioni, Luís Scola y Fabricio Oberto, protagonista de Reset. Sin embargo, aparecen las voces de otros jugadores que participaron de ese mismo torneo como Alejandro Montecchia, Rubén Wolkowyski y Leonardo Gutiérrez, y de otros que fueron importantes previamente, como Leandro Palladino y Lucas Victoriano. También hay testimonios de dirigentes, entrenadores, familiares y amigos.
Llama la atención que falten voces de peso como las de Hugo Sconochini, capitán en 2004, Carlos Delfino, importante en los torneos posteriores a Atenas, y Walter Herrmann, del que se habla bastante en el episodio final. Hermann, viniendo desde la banca, da vuelta el partido contra Grecia y ayuda a mantener el marcador contra el temible dream team de Estados Unidos, para catapultar el camino hacia el oro. Es curioso que, por ejemplo, el mismo Scola recuerde como partido bisagra el juego contra Grecia y no contra los estadounidenses donde “sabían que iban a ganar”.
Otras de las perlas que deja Jugando con el alma es conocer la rivalidad que había entre Pepe Sánchez y Emanuel Ginóbili, quienes se formaron en el mismo club, y competían entre sí desde chicos. También se destaca la importancia que tuvo el entrenador Guillermo Vecchio, que preparó físicamente a la selección juvenil del 94 en la mina El Aguilar a 4200 metros de altura, con tubos de oxígeno incluidos.
La exigencia física empezó a ser importante en el seleccionado y se profundizó con la llegada de Rubén Magnano en 2001, que convirtió a la defensa en la identidad del equipo. El esfuerzo, la solidaridad y el altruismo se tornaron en el lema del Alma, como se conoce a la selección, e inclusive se puede decir que pervive hasta hoy y que resultó fundamental en el Mundial de China 2019.
El capitán y máximo emblema de la selección argentina, a la que nunca le dijo que no y la cual lideró en cada una de sus etapas, regala también algunos análisis valiosos. Cuando varios recuerdan el partido de la final del 2002 contra Yugoslavia “como un robo” por los fallos arbitrales, tanto él como el Chapu Nocioni postulan que el partido lo pierde Argentina. Sobre el final, también reflexiona: “Todos se enamoran del resultado final, salir campeón. Los muy buenos se enamoran, además de eso, del proceso, de lo que hay que hacer para llegar a ese lugar. El éxito final es un accidente”.
Tal como cierra lúcidamente Magnano, lo que hay detrás de esa generación, además de la competencia y del talento, son los clubes de barrio que hicieron posible que todo eso se desarrollara. En Tokio 2020, con un medallero flojo en los papeles, es fácil hablar de fracaso desde el exitismo, sin tomar en cuenta las condiciones que posibilitan el éxito. Scola se puede ir en paz, no sólo por lo que hizo en cancha sino también por todo lo que ayuda a pensar un líder así.