Justicieros: mucho más que una película de tiros
Por Sofia Manin
Tras un paso sin demasiado revuelo por el cine, Justicieros (o Retfærdighedens Ryttere, su título en danés) encontró una mejor dinámica de funcionamiento en Netflix, que la colocó como una de las opciones más vistas en la plataforma. Se suma, de esa manera, a una dinámica en ascenso ligada con las consecuencias que la pandemia deja en la industria del entretenimiento. Los estrenos frustrados son reivindicados en el streaming.
La trama de Justicieros parece sencilla y muy usada. Markus Hansen (Mads Mikkelsen) es un militar de misión en Afganistán. En Dinamarca, su esposa Emma (Anne Birgitte Lin) vive junto a Mathilde (Andrea Heick Gadeberg), su hija adolescente. La tragedia aparece de golpe, a los pocos minutos de rodaje: una explosion en el tren en el que viajaba su familia provoca que Markus deba regresar de la campaña. En ese contexto, entra en escena Otto Hoffmann (Nikolaj Lie Kaas), experto en estadística y complots, que le asegura que nada de lo que ocurrió fue un accidente. Como consecuencia, el personaje de Mikkelsen, sumergido en un remolino de dolor e ira mal gestionada, decide buscar venganza, acompañado por frikis destacables como Lenart (Lars Brygmann) y Emmanthaler (Nichiolas Bro).
Se conforma así un film sobre el dolor, la obsesión, la culpa y la falta de fé que hay en nuestra sociedad moderna. El director y guionista Anders Thomas Jensen logra que la pieza sea, de alguna manera, imposible de clasificar. El espectador llega a ella por la acción, pero luego se encuentra con un drama puramente humano y genuino que la convierte en algo más que una película de tiros. Incluso contiene destellos de una comedia negrísima, ya que mientras Mikkelsen da vida a un personaje típico del cine de acción, sus compañeros aparecen con un tinte más descontracturado, volviendo a la aventura un viaje colmado de confusiones, diálogos graciosos y alguna que otra situación ridícula. Quizás sea el motivo por el cual resulte un poco difícil de ver, ya que por momentos parecieran dos obras diferentes en una misma pantalla.
En las últimas semanas, Justicieros ganó popularidad en todo el mundo y se consagra entre lo más visto de la plataforma de Netflix. El cine danés es bastante distinto pero sirve para, poco a poco, cambiar el chip que tenemos como espectadores. El humor, el suspenso, la crítica social y sus personajes singulares acompañan muy bien la trama para mostrar como un hecho aislado, como lo es el robo de una bicicleta, puede desencadenar un auténtico tormento para los protagonistas. Todo mérito de su director que, con mucha delicadeza y respeto, abarca temas delicados como son la muerte de una hija o una madre, la esclavitud sexual, el abuso, la discapacidad física y los traumas psicológicos.
Aunque Mikkelsen, primer enemigo de James Bond, sea la cara más reconocida, con su excelente actuación —a la que ya estamos acostumbrados y nos encanta— y su enorme versatilidad logra dejarle la película a sus coprotagonistas que se la montan al hombro de manera excelente. Tanto que para el final nos terminamos encariñando más con el grupo de frikis algo sensibles y con Mathilde, la única cuerda entre tanta impulsividad varonil. Ella nos regala varias escenas memorables ya que, teniendo un soldado-padre en lugar de un padre compañero y sentimental, sola —con un poco de ayuda de Otto— intenta salir del pozo en que cayó por la ausencia de su madre.
Los personajes son muy diversos entre sí, aunque el trasfondo es de cuatro hombres solitarios y rotos por dentro que tratan de aplicar su propia ley en un panorama y un mundo sin mucha esperanza ni justicia. Sin embargo, en su búsqueda de venganza hallan una compañía: la familia que ninguno tenía. Como los lobos solitarios que finalmente encuentran su manada. "A veces pienso que las personas con problemas se unen" menciona Otto, en una de las pocas escenas a pura emoción del film, y es ese el mensaje que Justicieros intenta dejar, y lo hace muy bien.