Lo que el viento se llevó: ¿qué deberíamos hacer con las producciones racistas y misóginas del pasado?
Por Carolina Micale
Tras el asesinato de George Floyd y las masivas movilizaciones alrededor del mundo, emergieron muchas manifestaciones de repudio hacia las diferentes formas que adopta el racismo. En el caso del cine, varias productoras decidieron sacar algunas películas y series de sus plataformas de streaming, de forma temporal o permanente.
Entre varios ejemplos, Paramount eliminó la serie policial Cops y señaló que no tiene intenciones de devolverla a su catálogo. Pero el mayor revuelo se generó a partir de que Warner Media decidió retirar de HBO Max a uno de los mayores clásicos del cine norteamericano, Lo que el viento se llevó; en respuesta al pedido de John Ridley, guionista de 12 años de esclavitud, quién manifestó que el filme debía ser removido. Sin embargo, Warner aclaró que estaría disponible luego de que agregaran advertencias sobre el contexto histórico en el que fue creado, ya que señalan que representa prejuicios étnicos y raciales, y entienden que mantener la obra, sin una previa denuncia, sería irresponsable.
Ante estas “muestras de apoyo” al colectivo afroamericano, se renueva un debate que engloba a todas las expresiones artísticas: ¿qué se debe hacer con aquello que fue creado en otro tiempo y está cargado de discursos que discriminan? ¿Hay que incinerar el pasado, cambiarlo o dejarlo tal cual fue?
Un viaje a 1939
Si nos remontamos hacia el final de la década del 30’, nos encontramos con el estreno de una película que narra una historia de amor heterosexual entre blancos, situada en el sur de Estados Unidos, justo antes de la Guerra de Secesión. Un relato que romantiza la esclavitud, la idealiza y la disfraza; producido en una época racista, en un país –y en un mundo– que, aún hoy, continúa discriminando a las personas por el color de su piel.
En aquellos años, el largometraje ya era discutido y repudiado por algunos sectores de la comunidad afroamericana. Aun así, el filme fue un éxito y ganó ocho estatuillas doradas. Entre ellas, la que se llevó Hattie McDaniel, la primera mujer afroamericana en ganar un Oscar. La actriz pudo asistir a la ceremonia como excepción, sentada en una mesa al fondo, apartada del resto del elenco. Nadie dimensionaba, en aquel entonces, lo que ese hecho significaba.
Si volvemos al presente –y no dejamos de mirar hacia atrás– podemos ver que todo tiempo pasado… no siempre fue mejor. Y el arte es tan solo una parte de esa realidad. Es el resultado de diversas coyunturas, en donde se crearon obras racistas, misóginas –Lo que el viento se llevó también cuadra en esta categoría–, homofóbicas, transfóbicas, gordofóbicas; en una lista que se vuelve interminable.
Entonces, con un deber histórico de reivindicar a las minorías sociales –que todos y todas deberíamos entender–, están quienes piensan que hay piezas del pasado que se deben remover (entendiendo que el hecho de que se saquen de ciertas plataformas no elimina el acceso a las obras), quienes plantean que hay que advertir sobre esos discursos que hoy se consideran inadmisibles, y quienes rechazan la censura o la “corrección política”, ya que no quieren que nadie les señale cómo se debe leer una producción artística.
Volver al futuro: de 1939 a 1994
Entender el contexto no es sólo trabajo de los espectadores. En los últimos días, surgieron algunas autocríticas de quienes crearon aquellos clásicos. 26 años después del estreno de Friends, Marta Kauffman, una de sus creadoras, dijo que, de haber sabido lo que sabe ahora, habría tomado otras decisiones. Y admitió que en aquel entonces no hizo suficiente por la poca diversidad que había en el elenco.
Entre Lo que el viento se llevó y Friends, hay una diferencia de más de medio siglo. Y ya sea por tener una representación errada de las minorías, o por casi no tenerla, ambas producciones son un ejemplo de que los cambios no se dan de un día para el otro. De hecho, la popular sitcom tiene varios chistes gordofóbicos –hacia el personaje de Mónica–, chistes transfóbicos, y formas de vincularse que hoy están cobrando otros sentidos. Sin embargo, repensar aquello que se hizo mal, y marcar lo que faltó –entendiendo cómo era la socidad en los 90's y todo lo que Friends significó–, son aportes tan valiosos como necesarios.
Con los ojos del presente, ¿cómo se mira el pasado?
Cada vez que una injusticia se hace visible en el presente, mirar hacia el pasado se vuelve inevitable. Y, por supuesto, el entretenimiento no escapa a esa regla. Debemos mirarlo, analizarlo, criticarlo y, en algunos casos, destrozarlo. Pero entendiendo que ocultar el pasado bajo la alfombra no aporta nada para cambiar el futuro, más bien todo lo contrario.
Para algunos, se deberá contextualizar ese pasado con placas introductorias y avisos de advertencia. Otros, ante ese hecho, se sentirán subestimados como espectadores. De cualquier manera, tal vez no sirva generalizar; habrá que distinguir las particularidades de cada caso.
Lo único certero es que, para entender dónde estamos hoy –junto con todo aquello que falta mejorar y cambiar, y todos esos espacios que se deben pluralizar, dentro y fuera de la industria cultural–, es necesario tener acceso a las producciones que construyeron nuestra historia y, una vez más, remontarse al pasado.