Muñeca rusa: regresa una de las producciones más sorprendentes de Netflix
Por Diego Moneta
Si en 2019 Netflix decidió inmiscuirse en el mundo de los jóvenes superhéroes, con The umbrella academy como exponente, su contrapartida inicial fue la comedia satírica de la mano de Muñeca rusa, que terminaría resultando una de las grandes sorpresas de aquel año y la cual acaba de estrenar su segunda temporada. Por eso, repasamos la trama y los elementos que la han colocado en esa posición que la producción se propone sostener.
La serie, creada por Natasha Lyonne, Amy Poehler, y Leslye Headland, cruza la comedia con el drama y la fantasía. Nadia Vulvokov —interpretada por la misma Lyonne— es una ingeniera informática que se encuentra reviviendo su fiesta de cumpleaños número 36, organizada por su amiga Maxine (Greta Lee), en un ciclo constante en el que ella muere repetidamente —24 horas máximo después— para que el proceso vuelva a comenzar.
De esa manera, acompañaremos a lo largo de ocho capítulos de media hora de duración la búsqueda de la protagonista para hallarle sentido a lo que le ocurre. Para ello, acudirá a sus amigas, como Ruth (Elizabeth Ashley) y a cuestiones más “espirituales”, de la mano de su ex pareja John Reyes (Yul Vázquez). La cuestión se acelerará tras conocer a Alan Zaveri (Charlie Barnett), un joven que también revive de manera constante su rutina particular. Desde perfiles alejados entre sí, aunque con marcas de personalidad no tan distintas, ambos intentarán seguir determinadas pistas para conseguir respuestas.
El bucle temporal es tomado como el elemento argumental central en Muñeca rusa, lo que nos recuerda al clásico El día de la marmota. Con un enfoque más cercano a otros títulos de la temática, apuesta a una identidad propia, en especial gracias al papel de Lyonne pero de igual manera por aquel círculo que se construye a su alrededor. El abordaje reflexivo del conflicto tensiona muy bien con el choque de la comedia satírica.
La otra relación directa de esta producción está en su nombre. Hace referencia a un tipo de muñeca muy tradicional en Rusia: la Matrioshka. Aquella que se abre para encontrar otra idéntica, pero de menor tamaño, y luego otra, y otra, sucesivamente, hasta que la última, dada su pequeñez, impide continuar la acción. De forma análoga, nuestra protagonista deberá tener en cuenta que, más allá de sus repetidos fallecimientos, el ciclo en algún momento se desbarata, lo que le permite a la tira no perder cuota de sorpresa. Los cambios de tono, entre el drama y los misterios, no dejan que nos acostumbremos a esa rutina que vemos como espectadores, sin anular la cuota de humor.
A los elementos ya mencionados, se agregan el rol de la mujer, la estética y la puesta en escena que respaldan el contenido de la serie. Con una cinematografía y musicalización de alto nivel, Muñeca rusa sabe moverse por distintos ambientes para no volverse un cliché de obras similares como Feliz día de tu muerte. En ello, su formato ayuda, mientras a la vez nos posibilita visualizar toda la narración en poco más de tres horas.
Es un producto honesto, en el que se evidencia el trabajo y la experiencia de sus creadoras. La atmósfera, construida en pleno Nueva York, sobrevive a distintos pequeños terremotos que, a nivel personal, uno podría cuestionar, pero que apuestan a ser corregidos en la segunda temporada que acaba de estrenarse. Un viaje divertido e intrigante, en forma de bucle, en el que dentro y fuera de la ficción se busca mejorar.