Peaky Blinders: el principio del fin
Por Francisco Pedroza
El 12 de septiembre de 2013 se emitía por primera vez, a través de distintos canales de difusión de la BBC, una de las series que marcaría tanto la década anterior como el principio de la actual. Hablamos de Peaky Blinders. Se centra en una familia de gánsteres de Birmingham, durante los años 20 del siglo pasado, y sigue el ascenso de su jefe en el camino de dominación de la mayor cantidad de territorios de Inglaterra.
La narración, a lo largo de sus seis temporadas— de seis capítulos cada una—, está marcada por las rivalidades y enfrentamientos, más o menos explícitos, que el grupo mafioso irá teniendo con otros, sobre todo a raíz de disputarse negocios. En el contexto posterior a la Primera Guerra, el cambalache de este tipo de bandas, el Ejercito Republicano Irlandes (IRA, por sus siglas en inglés), el comunismo y otros delincuentes comunes son una preocupación latente para Winston Churchill.
El líder de la familia, Tomas “Tommy” Shelby (Cillian Murphy) está decidido a seguir expandiendo las fronteras de su dominio— incluso a nivel internacional—, por lo que también dará el salto a la política partidaria. La gran apuesta de la producción es la combinación de una estética clara y estilo narrativo marcado por la violencia, que no siempre es física o brutal, con distintas aristas del contexto histórico que atraviesan los personajes, como por ejemplo la Gran Depresión de 1929.
De esa manera, llegamos a la última entrega con un Shelby ya consolidado en el parlamento inglés como diputado, mientras el avance de los fascistas a lo largo de Europa es inminente. Si bien puede intentar dejar atrás su experiencia concreta como gangster, como ya podemos presuponer, es una complicación cada vez más grande. Uno de los elementos que marca este sexteto es el fallecimiento de Helen McCrory, dado que su papel protagónico como Elizabeth “Polly” Gray— madre y tía en la organización—, demuestra que muchas veces la realidad se impone a la ficción. Al principio la solución incorporada parece forzada, pero a medida que avanza la trama el desarrollo resulta correcto sin perder su ligazón con la historia.
En esta época, es sorprendente que la extensión de una serie no termine condenándola al fracaso, a partir de la repetición de recursos. Sin embargo, el funcionamiento cuasi inagotable de Peaky Blinders se debe a un magnifico guion meticulosamente planificado, sin dejar nada al azar. La contraparte es la ejecución que le imprimen no sólo Murphy sino también sus personajes secundarios, a quienes se les da la oportunidad de brillar: Alfred “Alfie” Solomons (Tom Hardy), especialista en llevarse el foco de atención, o Luca Changretta (Adrien Brody), uno de los personajes más recordados a pesar de sólo aparecer en una temporada, son ejemplo de ello.
Por otro lado, si hablamos de ejecución, la estética de la serie se ha vuelto uno de sus sellos característicos. La elección de ambientes y vestuarios, junto a la utilización de las luces, conforman un estilo que convoca a la audiencia. Si combinamos cinematografía elegante e interpretaciones carismáticas, en una temática muy poco explorada por las producciones británicas, se explica por qué la fórmula funciona.
Si bien esta temporada es la última, la historia seguirá y encontrará su fin en 2023, ya no como serie, sino como película. De todas formas, el mundo de la banda de gánsteres no tiene, necesariamente, sus días contados. Steve Knight, guionista, sugirió que podría haber más producciones dentro del universo.
¿Veremos un spinoff de Alfie Solomons o nos meteremos más de lleno en la política inglesa con una perspectiva blinder? Como sea, el film y los hipotéticos proyectos a futuro deberán asumir el desafío de estar a la altura sin perder su sello característico que, al fin y al cabo, es lo que los trajo hasta acá.