Suburra: la Roma de Julio César sigue igual de ingobernable
Por Diego Moneta
A comienzos de noviembre, y luego de tres años, llegó a su fin Suburra: sangre sobre Roma, la primera serie italiana original de Netflix. La producción, que cuenta con un total de 24 episodios divididos en tres entregas, supo darle algo de frescura a un género con temáticas muy recurrentes como es el "thriller mafioso". La intención es demostrar, a través de la convivencia del crimen organizado, la iglesia y el Estado, la ingobernabilidad de Roma.
Suburra es una adaptación de la novela homónima de 2013 escrita por el juez Giancarlo de Cataldo y por Carlo Bonini, que ya había sido llevada al cine en 2015 por Netflix y Rai Italia. Las primeras dos entregas de esta tira funcionan como precuela del film, pero la última es un final alternativo. En su momento, el director de la película fue Stefano Sollima, quien también estuvo a cargo de Gomorra, una producción muy similar a Suburra.
Basada en hechos reales, la serie se estrenó mundialmente el 6 de octubre de 2017, tras pasar por el Festival de Cine de Venecia. Está inspirada en la investigación iniciada en 2008 y conocida como “Mafia Capitale”, por hechos de corrupción en la venta de terrenos de Ostia, localidad costera cercana a Roma. Suburra es el nombre de un barrio popular de la Antigua Roma y es un término empleado para definir escenarios de mucha violencia.
En la ficción, esos terrenos son el punto de partida, al despertar el interés de familias del crimen organizado, la política, empresas inmobiliarias y del Vaticano. La renuncia del alcalde de la ciudad inicia los enfrentamientos en diversos frentes entre los distintos actores. Si bien mantienen un protagonismo coral, los diez capítulos de la primera temporada se enfocan en la relación que mantienen tres jóvenes.
Por un lado, tenemos a Aureliano Adami (Alessandro Borghi), integrante de una familia que se dedica al crimen organizado. A pesar de que poseen, junto al Vaticano y la alcaldía, un porcentaje de los terrenos, no se ponen de acuerdo en qué utilidad darles. La encargada de mantener la unidad familiar es su hermana Livia (Barbara Chichiarelli). Por otro lado, está Alberto “Spadino” Anacleti (Giacomo Ferrara), hijo menor de una familia sinti o gitana, que también tiene negocios en la ciudad. Alberto no está dispuesto a seguir los planes de Manfredi (Adamo Dionisi), hermano mayor a cargo de tomar las decisiones familiares.
Finalmente, Gabriele “Lele” Marchilli (Eduardo Valdarnini), hijo de un policía y traficante menor de droga. Mantiene una relación con Sara Monaschi (Claudia Gerini), auditora financiera de la Curia Romana, que presiona para que los terrenos sean cedidos a la empresa de su esposo. Los sacerdotes y la religión tienen un lugar muy destacado.
La intención del tridente juvenil es la unión de dos familias históricamente en disputa (los Adami y los Anacleti) en una amistad meramente comercial para dominar Roma. Para ello, no sólo deberán enfrentar a la ley y a sus familiares, sino también al enigmático “Samurai” (Francesco Acquaroli), jefe del crimen organizado en la ciudad, que está contacto con la mafia siciliana para hacer negocios. El típico personaje que decide cuándo mover los hilos.
Si bien la corrupción política es más un recurso que una centralidad de la trama, Samurai pronto se acercará a Amedeo Cinaglia (Filippo Nigro), considerado un paladín de la justicia, para sacar ventaja en la disputa por los terrenos. Cinaglia chocará desde entonces frente a diversos dilemas morales para avanzar en su carrera y a la vez mantenerse con vida.
Suburra destaca por su ambientación, por su contenido violento y erótico sin derrochar escenas de acción, y por la manera en que las historias de los personajes se van entrecruzando. El formato serializado permite matizar al elenco e indagar en cada personalidad, sin caer en estereotipos. Por ejemplo, el peso del machismo en Aureliano y la homosexualidad de Alberto son recursos correctamente utilizados las pocas veces que afloran. Ambos jóvenes deben cargar con la necesidad imperiosa de seguir el negocio familiar a pesar de tener otras aspiraciones personales.
Una de las características más llamativas de la primera temporada, no continuada luego, es que todos los episodios comienzan con una prolepsis o flashforward, en la que se muestra un fragmento de las escenas finales, sin poner en pantalla la información clave. A su vez, Suburra destacó por un gran diseño de sus trailers. La serie es promocionada como "la trinidad profana” (Iglesia, Estado y Crimen), mientras se muestran escenarios de Roma y alguna que otra escena de acción.
El otro factor destacable de la tira es la presencia femenina. A la tarea de Livia y a las presiones de Sara, se sumará la participación de Nadia Gravoni (Federica Sabatini) y de Angelica Sale (Carlotta Antonelli), parejas de Aureliano y Alberto respectivamente, que tendrán un rol clave para el equilibro de las relaciones y el desenvolvimiento de los negocios.
Durante la segunda entrega (de ocho capítulos) las tensiones aumentan y la temporada final (de seis) viene a proponer un cierre. La venganza será uno de sus motores, además del negocio más tentador de toda Roma: el Jubileo. La política corrupta y la influencia de la iglesia, dos de los pilares de toda la serie, juegan un papel fundamental para su realización. Las traiciones y consecuencias se incrementan y llevan la disputa al límite.
En esa línea, el cierre parece retomar la premisa principal de Suburra: Roma es ingobernable, sólo se la puede administrar por un tiempo. Los varios frentes abiertos, con numerosos actores en juego, tienen un desenlace acelerado. Hay un marcado cambio de ritmo y más de una subtrama finaliza abruptamente, a veces utilizando correctamente los recursos, y otras dejando en el camino elementos clave.
La carga emocional tiene muchos altibajos, nunca sabemos qué va a pasar ni cómo terminará. Una serie que combina un poco del estilo de grandes y efectivas temáticas, y les imprime su sello, todo enmarcado a partir de hechos reales. Más allá de su precipitado final, Suburra no deja de ser un golpe de aire fresco.