Taylor Swift vs Scooter Braun: derechos de autor y poder corporativo
Para 2018, y a sus 29 años, Taylor Swift había sacado a la luz seis álbumes con la discográfica Big Machine Records. Con la intención de renegociar los términos del contrato, próximo a finalizar, la artista ofreció comprar los derechos de sus propias composiciones, ya que según la ley estadounidense de propiedad intelectual las grabaciones en sí pertenecen a la compañía y a ella no se le permitiría usarlas a pesar de ser de su autoría. Sin embargo, la empresa se negó y propuso que sólo en la medida en que siguiera presentando álbumes, por cada uno de ellos, le liberarían uno del pasado. Descontenta con la situación, Swift decidió dar fin a su relación laboral de trece años con Big Machine Records.
En 2019 todo comenzó a salirse de control cuando el paquete musical completo de Taylor fue vendido a Scooter Braun, mánager de reconocidos artistas como Justin Bieber, Ariana Grande y el polémico Kanye West -quien había humillado públicamente y faltado el respeto a Swift en diversas ocasiones-. Ese mismo año la compositora declaró que había tomado la decisión de regrabar su discografía entera, ya que esa era la única forma de utilizarla y recuperar el imperio musical construido, hasta ese momento, a base de 85 canciones. Por su parte, en 2020 Braun vendió el sello a otra empresa e incluyó una cláusula que, aunque no fuese más el dueño, le beneficiaba con un porcentaje de las ganancias generadas.
Taylor Swift vs Scooter Braun, recientemente estrenado en Max, es un documental que consta de dos episodios. En el primero se presenta el punto de vista de la cantante y compositora y en el segundo desde la visión del mánager. Si bien se consideran antagonistas, para la realización de la serie distintas personas allegadas a cada uno fueron consultadas, así como profesionales del ámbito periodístico, musical o legal.
Hasta hoy son cuatro los discos a los que la artista dio vida nuevamente con los nombres originales de las canciones sumando un “Taylor´s version” entre paréntesis y, para gran sorpresa, muchas de ellas tuvieron aún más éxito que las primeras versiones. Esto demuestra la lealtad de la multitudinaria comunidad de fans que, siendo conscientes del dinero que el productor percibe con cada reproducción de los antiguos temas, deciden oír las de su ídola para hacerle ver todo su apoyo.
En el documental se remarca más de una vez lo complejo que es para las mujeres tener éxito en el ámbito musical. La gran mayoría de los altos ejecutivos de la industria son hombres que estipulan sus propias reglas de juego en la complicidad masculina que los caracteriza. Swift no sólo tuvo que enfrentarse a este escenario sino también a la crueldad de medios de comunicación sensacionalistas que hacían burla constante de su situación sentimental a lo largo de los años. En varias ocasiones la tildaron de rencorosa y afirmaron que abusaba de su papel de víctima, sin reconocer que sus letras representan las vivencias de quienes se identifican con sus historias y emociones. En el centro, el poder y el control económico y social diario de los hombres sobre las mujeres, que alegan que ellas deben quedarse calladas si les faltan el respeto y que si critican son vulgares, locas o histéricas.
En Argentina algo similar sucedió con Divididos. En 2017, cerca de su aniversario por los 30 años, la banda liderada por Ricardo Mollo comenzó a regrabar muchas de sus canciones ya que habían perdido los derechos de autor sobre las mismas. Sus trabajos, históricamente creados con distintas discográficas, no le permitían al grupo disponer de los mismos sin restricciones debido a que, legalmente, no eran considerados dueños. En cambio, este proyecto sí les aseguró la tenencia y uso de las piezas musicales.
Otro caso relacionado es el del cantante de trap Paulo Londra, quien en 2017 firmó un contrato que estipulaba la cesión de los derechos de publicación y composición de toda obra que implicara el uso de su voz a la discográfica Big Ligas -que él mismo había fundado junto con Daniel Oviedo y Cristian Salazar-. Según el trapero, fue estafado por sus antiguos socios y engañado para que firmara un documento que finalmente lo perjudicaba. Debido a esto, y antes de lograr un acuerdo, estuvo dos años sin publicar canciones nuevas, subir a un escenario o compartir un video en sus redes sociales interpretando uno de sus temas.
El conflicto legal que la disputa entre Swift y Braun trajo aparejado representó la suma de cientos de millones de dólares, pero sobre todo generó problemas en cuestiones morales y relacionadas con los derechos reales de un artista. Si Taylor era la compositora y escritora de todas sus canciones, ¿por qué no podía hacer uso de ellas libremente? Al fin y al cabo las normas de propiedad intelectual siempre abren la posibilidad de un debate enriquecedor respecto a lo que es justo y lo que no en estos ámbitos, y a su vez demuestran la existencia de ciertos mecanismos de poder a los que es complejo enfrentarse.