Apuntes para futuros editores y biógrafos de la obra de Rodolfo Walsh
¿Qué pasaría si descubrieran un error, casi por casualidad, en la obra de un autor que admiran y que la academia considera canónica? Piezas dentro de su biografía que, miradas desde otro ángulo, no encajan. ¿Y que pasaría si no es uno, sino varios los errores u omisiones? No sé lo que ustedes harían, ni siquiera lo que yo haría, pero sí sé que Fidel Maguna se puso a rastrear los huecos y las incongruencias a la hora de hablar sobre Rodolfo Walsh, una investigación que le llevó más de 4 años y terminó por convertirse en la pluma en la garganta, trabajo que ya está en las librerías editado por Punto de Encuentro.
“Me llama la atención la arbitrariedad en la forma en que se lo define y esos cortes que se hace sobre su obra, están presentes dentro ella, dentro de las ediciones. Eso va contaminando las posibilidades de los biógrafos”, cuenta Maguna entre mate y mate, mientras se explaya sobre la ausencia de trabajos referidos al autor de Operación Masacre que no sigan repitiendo los mismos errores e incongruencias con (lo que considera) la realidad y no reitere la misma información, el mismo relato.
“Mi lectura es que eso pasa porque no hay buenas ediciones de su obra. Es imposible hacer una buena biografía si no hay una un acceso público a toda su obra, en buenas condiciones. Al descubrir o relevar los errores, empezó a nacerme un espíritu de sospecha. Si se repetía esta afirmación sobre cuestiones que, en muchos casos, es inversa a lo que se afirma, debía sospechar de todo o casi todo”.
Fidel Maguna nació en Rosario en 1993. Además de tener publicados los libros Sobre el corazón de la tierra (poesía, Cachorro de la Luna, 2017) y Tres novelitas invisibles (novela, Fundación para la Cultura Urbana, Caracas, 2023), es corrector, editor y también director de la revista Belbo. En la pluma en la garganta, relee, compara datos, pide testimonios, posa su huella sobre las de Walsh, vuelve a preguntar sobre determinados temas sin dar nada por hecho. Por eso se entrevista con el uruguayo Gabriel Peluffo Linari, niño prodigio en la época en la que Walsh decide reportearlo, ahora hombre de más de 70 años que poco aporta sobre quien escribió una nota de la cual el editor de la obra periodística, Daniel Link, afirma que deposita “melancólicamente la idea de una literatura pura en la espalda del niño poeta”.
“Prefigura el abandono de la poesía o de la literatura pura, sea lo que sea eso, pues nunca lo explica. Hay como una especie de sacrificio que hace Walsh”, afirma Maguna sobre algo que le parecía raro. Se contacta con Linari, ahora historiador y escritor, con la idea de ver qué recordaba. Y si bien no tiene muchos recuerdos sobre Walsh, los tiene de Elina Tejerina, su compañera en ese momento. Para su sorpresa, Gabriel tiene un ejemplar de un libro que se llama Las manos del aire, del año 53, dedicado a Walsh, y cuya autora es nada más y nada menos que Tejerina. “Nunca nadie dijo que era poeta, ningún biógrafo lo menciona. Ahí asumí una especie de método que es no ir con una idea prefigurada sino tratar de ver qué pasa”.
“Las biografías o las ediciones con el final de la vida de Walsh fijo, impulsan a repasarla viendo qué lo lleva a morir de la forma en la que lo hace. Ese relato tanatográfico supone que en el colegio internado para irlandeses sufría como lo dice en un texto autobiográfico, que en realidad es humorístico, influenciado por Macedonio. Siempre que se nombra el Fahy Farm es desde el lugar de su encuentro con el sufrimiento y el dolor, con las injusticias de esta vida. Al enfocarse la crítica, el periodismo, incluso la reconstrucción que hace la militancia, en ese punto establecido por un sistema de lectura, se olvida de una pregunta esencial ¿qué leía en el Fahy Farm?”.
Ahí es donde aparece Juan José Delaney, escritor argentino que recupera y publica en un libro las cartas que el autor de Ese hombre sostendrá con Donald A. Yates, correspondencia que comienza gracias a la pasión compartida por los cuentos policiales. Epístolas que dejan ver la exaltación de la literatura y sus posibilidades, alguien que “lee con placer los textos del trabajo y transforma en trabajo los textos que lee con placer”. Antes que Delaney recopilara 31 cartas en su libro, sólo se conocían dos. Maguna habla con él, ya que estas cartas alejan a Walsh de esa “imagen de heroísmo persistente y devela por el contrario, su optimismo, sus ganas de vivir”. En esta charla descubre que el padre de Delaney fue al mismo colegio y en la misma etapa que lo hizo Walsh. Gracias a eso obtiene la bibliografía de esa época, permitiéndole saber que leían, entre otros, a los románticos victorianos ingleses, a Colerigde, Woodworth. El rosarino juega a trazar paralelos entre el autor de Lyrical Ballads y Walsh. Entre Rodolfo y la poesía. “Ese dato a mí me sirve para pensar el Walsh lector, que es lo que queda un poco escindido en esta unidirección que hay en los estudios de su vida”.
Algo que tampoco se menciona en los trabajos ya existentes es que ahí aprende lo que va a ser uno de sus principales oficios por el resto de su vida, el de traductor del inglés. En las cartas con Yates uno puede ver cómo existe en el autor de Variaciones en rojo un disfrute y una entrega invariable al trabajar en relación a un texto, traduciendo, corrigiendo, editando. “De alguna forma, editores, críticos, biógrafos, plantean la vida de Walsh por etapas, con cortes donde va abandonando cosas: la infancia, luego el ajedrez, el policial, abandona la derecha nacionalista, el país para ir a Cuba, esa nación para volver a Argentina, abandona la sociedad para replegarse en las islas del Tigre. Llega un punto que abandona la poesía, se dice que abandona la literatura pura, el cuento, hasta que termina abandonando su vida. Yo no encuentro ningún abandono, sino una suma de experiencias”, asegura Maguna.
Para contrarrestar esa teoría es que traza hilos conductores. La pasión es uno, el deseo por trabajar en relación al texto. Y también el humor. Sí, el humor. “Creo que es un error que se repite, una influencia del artículo de Sarlo del 84, donde analiza la carta a Vicky. A partir de esa lectura, de esa proposición de la escena del final, al intentar leer la vida de un hombre, cualquiera sea ese hombre, con la idea de que el final es trágico y tratar de estudiar sus decisiones ya sabiendo que todo lo va a conducir ahí, el humor queda vedado”, asevera el rosarino, para luego agregar que no hay una sola causa que lleve a esto, sino una sumatoria nacida del dejar de estudiar sus influencias para hacerlo sobre esas supuestas rupturas, lo que lleva a olvidar la pasión de Walsh por Macedonio Fernández.
“Me llama la atención la arbitrariedad en la forma en que se lo define y esos cortes que se hace sobre su obra”.
“Ese texto autobiográfico que arranca ‘Nací en Choele Choel, que quiere decir corazón de palo’, lo escribe por encargo y en una época que leía mucho a Macedonio, sobre todo Papeles de recienvenido. Hay un texto que se llama ‘Autobiografía de un desconocido’ una proposición muy humorística resumible en cómo escribir tu autobiografía, todo un gran chiste. Cuando se estudia a Macedonio, el claro discípulo es Borges. Vos ponés humor en Borges y hay miles de papers; vos ponés humor en Walsh y no existe. Entonces aparece la pregunta de por qué nos seguimos riendo de los chistes de Borges y los de Walsh ni siquiera nos lo parecen, sino que lo damos por cierto, cuando Choele Choel no quiere decir corazón de palo sino Río Negro”.
Otra cosa que recupera este libro es la relación de Walsh con la poesía. Versos cortos improvisados en los márgenes de los libros que leía, los epígrafes en los suyos, el de T. S. Elliot en Operación Masacre (aunque después lo borra), también un tono poético dentro del cuerpo, al igual que en El caso Satanowsky donde el poema aparece entre párrafo y párrafo como cita, como estribillo de canción. “Veo que después de su experiencia en la Revolución Cubana, en Prensa Latina, esa forma en que incorporaba la versificación de la poesía se dispara, empieza a aparecer otro ritmo dentro de la prosa de Walsh, poético. En ese sentido, me parece que hay una presencia constante. No tengo las herramientas para ir a fondo en eso, pero como lector me gustaría mucho poder leer un análisis al respecto, que todavía no hay”.
Y si de errores hablamos, el que descubre al hablar con Rosalba Campra, traductora de la obra de Walsh al italiano, es tal vez una de las más llamativas. Cuando estaba traduciendo los cuentos junto a unas compañeras tomando las distintas ediciones, incluida la primera edición corregida y revisada por Rodolfo, encuentran que no son iguales, que hay variaciones en la puntuación, hay errores en las ediciones posteriores sacadas por De la Flor. Eso lleva a Campo a afirmar que “no hay ediciones filológicamente correctas” de los cuentos de Walsh. “Es una dejadez en la forma de editarlo, una falta de rigurosidad".
Lo que plantea Maguna con este libro es llevar al ámbito público algo que ya se estaba discutiendo en el privado: cómo se lo edita y cómo se lo va a seguir editando, volver a pensar desde los títulos hasta una futura edición de las Obras Completas. “Hay que volver a pensar cuál es el corpus de obra. ¿Qué se va a editar? ¿Qué sigue inédito? Descubro en la biografía de Jozami que cita cartas aún inéditas. Y debe haber más. En Ese hombre y otros papeles personales, en la nota del editor se anuncia ya en los 90 que están preparando un volumen que se va a llamar El joven Walsh, con inéditos, y nunca salió. ¿Qué textos iba a incluir ese volumen entero?”, se pregunta el rosarino, mientas pone en duda que la obra de Rodolfo Walsh esté realmente canonizada. “Todos deberíamos poder acceder a su obra completa, no solo los especialistas, los biógrafos que logran hacerlo con eso inédito, si van a seguir afirmando que su obra está canonizada. Algo para mí erróneo: que presenten públicamente toda la obra con un buen trabajo editorial, si es así. Se canonizó una parte en una dirección extraña, en una sola dirección, se convirtió en un ilustre desconocido”.
En esto reside la potencia de este libro, en la ruptura presentada de la cual decidiremos si debemos profundizar o no (porque del otro lado van a intentar que pase totalmente desapercibido, que es la mejor forma de contrarrestarlo) para tener un Walsh más cercano, irónico, con la alegría que conlleva la militancia y no sólo el paso al mármol de la entrega. Y la pasión por la literatura que todo lo traspasa, además del íntimo deseo de Maguna de que la pluma en la garganta sea pronto un libro perimido, obsoleto, porque será que ha cumplido su objetivo: “Escribí apuntes para editores o biógrafos futuros de Rodolfo Walsh, me gustaría que haya una futura biografía o textos biográficos o críticos que los tengan en cuenta. La ausencia de ese tipo de estudios referidos a su obra es un poco lo que limita su influencia, porque si siempre todos van en una sola dirección, es castrante”.