El arte como respuesta y la función social de la escritura
Por Inés Busquets
Esta semana leí en el twitter de la escritora Valeria Tentoni “Nadie pregunta pero el arte responde” también a raíz de una nota en Página /12 se debatió sobre el reconocimiento del escritor/a en cuanto trabajador/a; me quedó el tema resonando primero por la función del arte en la sociedad, segundo por el rol del escritor dentro del sistema productivo: ¿Qué parte ocupa del engranaje? ¿Cuál es el aporte de la palabra escrita en una comunidad?
Y esto no es un reclamo nuevo, ni siquiera creo que se trate de un reclamo pero si basta con ver el presupuesto o los recursos que una gestión municipal o un gobierno le dedica a la cultura. Por eso creo conveniente y oportuno poner el tema en la discusión, darle un espacio en la agenda.
Sin ir más lejos hay un ejemplo reciente, hace menos de un mes renunciaba Facundo Bañez a continuar frente a la editorial municipal La Comuna de La Plata, porque no solo le redujeron su cargo de director a nada sino que le propusieron dejar de imprimir libros en papel y hacer la producción solamente en digital. ¿Cuánto más puede ajustarse una editorial? Digamos que detrás de esa propuesta lo único que queda es el cierre.
Sin embargo, el arte salva y responde. Las letras apelan a su instinto de supervivencia, aparecen en distintos formatos, el lenguaje se acomoda, se adapta, se aggiorna a las nuevas contingencias para no dejarse extinguir por la burocracia.
Inmediatamente mientras escribo escucho las voces quizá como forma de respuesta, Walter Lezcano en un poema dice: “Describir/la belleza/también/es un trabajo”
Juana Bignozzi en el poema “Función social de la poesía”, escribe: “Si toda vida es referencia a nuestra vida/ espero dejar una palabra/ que ampare a alguien/ en estas tardes inhóspitas de recuerdos.”
Mary Oliver por su parte comparte Instrucciones para vivir una vida: “Prestar atención/sorprenderse/contarlo.”
El punto de partida más importante como impulso para escribir, para que más.
Poner la mirada en los detalles, sorprenderme con cada palabra que llega a mí, agradecer la existencia de esa voz que cuenta.
Como estos textos maravillosos que de distintas maneras, formatos y ediciones construyen sentido a cada instante.
El bosque de Pitra
El bosque de Pitra, de Victoria Palacios es un cuento largo que a través de una historia mapuche nos enseña sobre el valor de nuestra tierra, la importancia del cuidado, la pertenencia al ciclo de la naturaleza del cual formamos parte y la sabiduría que reúnen los pueblos originarios que componen la belleza del país. Es un cuento para pensar/nos como partes de un todo. Una leyenda que nos convoca a reflexionar sobre los vínculos, el amor, la responsabilidad, la voluntad, la esperanza y la supervivencia. Un cuento infantil, que recomiendo para adultos porque en el subyace el valor de lo importante, aquello que dejamos de prestarle atención con el paso de los años, pero que nos forma verdaderamente como personas.
Un relato contado por Doña Rosa, una de las últimas machis de El Bolsón: “En un charla profunda que tuvimos, me aseguró que no había seres más raros que los animales y que el resto era pura fantasía de los huincas y dolorosamente (para nosotros) no entendíamos nada ni del bosque ni de los árboles. En cambio, solo apreciábamos su valor paisajístico y decorativo, habiendo perdido todo contacto con su verdadera realidad. Como no entendía el valor de sus palabras, le pedí que me relatara algún hecho que me ayudara a entender.”
Como una intermediaria, la narradora nos acerca esta tradición: Una niña, Agua y un niño, Facu van al Bosque de Pitra en busca de una respuesta y trataran de revelar el secreto de este lugar inmerso en las orillas del Río Azul. El objetivo es sacar a sus padres del contexto de pobreza. De esta manera se adentrarán en el misterio para conocer en profundidad las propiedades de los árboles, las figuras mitológicas y la matriz del pueblo mapuche. Ese descubrimiento para los protagonistas de esta historia nos ayudará a entender la diferencia entre progreso y evolución y el ciclo como una sucesión de eventos inevitables y muchas veces alterado por la intervención del ser humano. Recorrerán una zona arrasada, escucharán el llanto de los árboles, el sufrimiento de la naturaleza y seguirán el camino guiados por el sonido del río; finalmente, luego de varias peripecias, aprenderán la lección de la Pitra.
El bosque de Pitra es “un objeto colectivo” compuesto con collages, fotografías, ilustraciones, intervenciones en lengua mapuche y al final un “Invitación al viaje” con propuestas que interpelan acerca de la problemática de los pueblos originarios, la permanencia de sus tradiciones, la recreación de otros finales posibles y un correo para enviar las experiencias de lectura: victoriagabrielapalacios@gmail.com
El bosque de Pitra es de la docente y poeta, Victoria Palacios coeditado con Dafne Mociulsky de Duniashka Ediciones.
El Perla
El perla es una historia de amor. Una pena honda, un dolor transformado en belleza.
Es una experiencia de aprendizaje, a veces es necesario elegir amar aun sabiendo el final. La entrega tiene que ver con eso. La alegría de haber compartido es la fuerza para transitar la angustia.
Un poeta sale con su perro a pasear y cuando abre la puerta encuentra una caja, en esa caja un gato medio dormido lo mira sin nadie alrededor. Entra la caja y emprenden un vínculo genuino e inigualable: “Un gato, un perro y un humano convivieron durante mucho tiempo en armonía con amor.”
El Perla se enferma, el poeta y el perro recorren varios doctores y todos anticipan el infausto desenlace.
De esta experiencia surge un poema largo y bello.
“ Este fanzine es una excusa para no olvidar al felino de mi corazón,” escribe Diego Vdovichenko.
Un fanzine en el que colaboran amigos que dibujaron a El Perla, letra manuscrita en algunas páginas y una advertencia en el subtítulo interior: Sobre la posible existencia de la mala suerte (un poema para dibujar)
Escrito desde la emoción, abatido por la pérdida Diego dice:
“ decir también que el final no es la despedida/ sino una manera de cerrar/cortar con ese ciclo/ donde vos ya casi no podías respirar/ y yo ya casi no sabía bien qué hacer/dónde ir/porque sentarse a esperar/ la muerte de un ser querido/no es cosa para mí/ que fui entrenándome en eso de la espera/ pero que nunca fui lo suficientemente bueno para esperar.”
El poema transcurre en pandemia, donde fuimos seres en la contienda de la paciencia, la incertidumbre y la soledad, donde todo lo que acontecía se agudizaba y el tiempo y el espacio perdían su formato habitual: “Me pregunto acá sentado/qué significan estos indicios de muerte a mi alrededor/como señales que unifican mi presentimiento.”
Y la muerte atravesando los rincones, las calles de este mundo enfermo, como dice el poeta; la desazón de la espera y la pregunta latente en el silencio: “De qué sirve que el sol caiga en el patio si no está el gato para recibirlo?/de qué sirve la poesía si no está el perro para observarlo cuando termino los versos?/a qué ser refiere toda esta situación?/hacia dónde va mi mente?/hacia dónde mi corazón?”
El perla es un poema de despedida, pero también de renacimiento. La sensibilidad puesta al servicio de la mirada, del encuentro de lo bello y lo triste plasmado en el poema.
El perla es un fanzine escrito por el poeta, Diego Vdovichenko y editado por Cariño Ediciones.
El canto del diamante cebra y Chika Loka
Micro poéticas de Carlos Ríos, son dos libros pequeños editados con cartón reciclado que atesoran poemas cortos y pregnantes.
El canto del diamante cebra está conformado por 10 placas donde el pájaro es el protagonista. La observación y el lenguaje se confabulan para despertar los sentidos a un sonido determinado, a la mirada cotidiana, al recorrido de diversas especies y a la música que puede transmitir una imagen. Una serie de poemas que también se leen como un micro relato.
“el pájaro reconoce/una partitura cuando/mira los cables/en la ruta? no/no es así me dicen/no tiene esa capacidad/de representar el sonido/en imágenes “
Chika loka son nueve poemas, a modo de historia también, revelan la identidad de la protagonista en cuestión con indicios singulares; la cárcel, el pelo y la lectura como hilos conductores.
Así como en el minimalismo, en pocas palabras la máxima expresión. Tensión, contexto y significado convergen en un juego de lenguaje sintético y elocuente. Con un dominio preciso de las palabras, Carlos Ríos convierte en poema todo lo que mira, lo que escucha, lo que vive. Y ahora también en libro de la mano de la Oficina Peraambulante, como si su alrededor constituyera la materia prima para hacer funcionar su arte.
El canto del diamante cebra y Chika Loka son del poeta Carlos Ríos, editado por la Oficina Perambulante, que compone un catálogo variado, original y artesanalmente editado. Editorial proliferante, repentista y silvestre. Sus libros se confeccionan con cartón recuperado en las calles del mundo y en la vida doméstica, se lee en la descripción de Instagram.
Tres poetas, escritores, artistas y docentes que ofrecen su arte al mundo, que responden aunque nadie pregunte y que cumplen un rol ineludible y necesario, como tantos/as, que embellecen al mundo y también cumplen una función social.