El esplendor de una voz: sobre "La rompiente", novela de Reina Roffé
“¿Hallaré adónde vaya el esplendor de una voz?”. Esta pregunta que persigue a la protagonista de La rompiente, publicada en Buenos Aires por primera vez en 1987, aparece en la última página y tiene una respuesta en la novela misma. La protagonista encuentra una voz que le permite contar la historia que leemos en una narrativa circular que comienza en la llegada al país extranjero y concluye con esta pregunta antes de partir al exilio de la Argentina bajo la dictadura cívico-militar de 1976-1983. La pregunta es urgente, insistente después del regreso a la democracia hace ya 40 años.
La reedición de esta novela que se transformó en libro de culto en los ochenta, es particularmente pertinente en el momento actual, cuando el pasado represivo es puesto en duda y cuando la escritura feminista ha adquirido una visibilidad inusitada.
La rompiente inauguró, cuando ganó el Premio Internacional de Novela Breve en 1986, un modo de explorar el miedo y el silencio desde el cuerpo de una mujer y desde la búsqueda de una voz marcada por el género. Es una obra pionera que marcó a toda una generación.
Se publicó en 1987 en la colección Puntosur Literaria, dirigida por Jorge B. Rivera. En la misma colección se podían encontrar libros de Aníbal Ford, Mario Levrero, Héctor Tizón, Rodolfo Walsh, Elvio E. Gandolfo y Sergio Chejfec, entre otros. Reina era la única mujer.
Tanto La rompiente como Lenta biografía, de Sergio Chejfec (publicada en 1990), apelaron al tiempo circular del calendario judío para dar cuenta del horror y responder así la pregunta tantas veces citada de Theodor Adorno, ¿puede haber poesía después de Auschwitz?
Para Reina, hay poesía, hay escritura y hay cuerpo después del terror. También hay identidad y memoria. En las tres partes de la novela, la protagonista de La rompiente, a quien solamente conocemos como “usted,” reescribe Los siete locos de Roberto Arlt, un clásico de la literatura argentina; lee, escribe, recorre la ciudad mientras su abuela agoniza, y parte al país extranjero con la impronta del flujo menstrual.
El cuerpo está presente siempre en los ciclos menstruales que van marcando el tiempo de la narrativa y también el deseo sexual, los fluidos corporales, el estremecimiento que produce navegar el miedo.
El calendario judío organiza la narrativa y da la pauta del año en que sucede la historia. El día del perdón —Yom Kippur— presenta la encrucijada: estar inscripta en el libro de los vivos o de los muertos. La muerte circula por el libro en sirenas de patrulleros, colaboracionistas que entregan gente y razias en sitios públicos.
La rompiente es la tercera novela de Reina Roffé y con ella se transforma en una escritora clave para la literatura argentina del siglo XX. Es interesante ver en su trayectoria los elementos que iban a ser fundamentales en su tarea: su preocupación por el lenguaje y el trabajo textual comprometido, su sensibilidad a los temas de género.
Su primera novela, Llamado al puf (1972), es una exploración de la escritura en primera persona de una mujer joven que narra la búsqueda de independencia de la casa familiar y la eventual liberación. Roffé fue criticada por hablar desde esa voz personal, femenina. En respuesta a las críticas escribió Monte de Venus (1986). Una novela más “convencional” que crea microcosmos de la sociedad entera.
Publicada justo en el momento del inicio de la dictadura, es prohibida poco tiempo después y casi no circula. Reeditada en 2013, se transforma en texto clave para la literatura de la diversidad sexual en Argentina. El silencio que debe asumirse durante el largo período de la dictadura se consuma en La rompiente, que es el texto que rescata esas preocupaciones que son personales de Roffé, pero sociales en el país: cómo articular una voz que dé cuenta de la experiencia de terror vivida, cómo hablar desde el silencio, cómo evitar la censura.
La atención que recoge del público da cuenta de la respuesta que ofrece a preguntas centrales de la postdictadura, y su perdurabilidad en múltiples ediciones muestra la inteligencia de las respuestas al silencio y la vivacidad de su prosa.
Hay un nudo quizá previamente obviado en la lectura de esta novela que es cómo se lee después de la explosión feminista de la última década. Quizás una pauta esté en el “usted” que, desdoblando la identidad de la narradora, interpela a una nueva generación.
El tiempo ha llegado ahora para nuevas lecturas de La rompiente y por eso su publicación es muy oportuna. La novela tiene una protagonista verdaderamente inolvidable que, sin embargo, no tiene nombre, aparece como “usted” en el texto, narrada por otra persona, contada por alguien.
Esta protagonista emprende el camino al exilio en una narración circular, en tres partes, que puede leerse empezando desde cualquiera de ellas. Esta posibilidad de múltiples entradas al texto es una apuesta a la circularidad también presentada desde los varios calendarios que la estructuran. No queda más que celebrar esta flamante edición que dará a nuevos lectores y lectoras la oportunidad de disfrutar esta obra y sorprendernos con nuevas miradas y nuevas lecturas.