Informe de un día: una mirada sobre el libro "Idiófono" de Amy Fusselman
Por Inés Busquets
Me gustaría que las palabras escritas y
organizadas por mujeres
fueran tan valoradas
como las palabras escritas y
organizadas por los hombres.
Amy Fusselman, Idiófono
Se abre el telón y las palabras danzan igual que en El Cascanueces. Cuerpo, movimiento, espíritu, música se conjugan para enfrentar los miedos del mundo. El soporte no es un escenario, es un libro de páginas y páginas que vuelan con un ritmo mágico y acorde.
En Idiófono no hay géneros ni categorías, hay ensayo, poesía, manifiesto, discurso, novela, diario, cuento, todo confluye en la gestación de este mundo posible que crea la autora. Anáforas, citas, metáforas, discurren en la vinculación con tres grandes tópicos: la maternidad, la escritura y el alcohol. La relación con sus hijos y con su madre nutre el relato de escenas cotidianas. Cada situación es un acto nuevo donde se va dirimiendo el rol de la mujer en sus diversas facetas dentro de la gran obra de la vida.
El paralelismo constante con El Cascanueces de Tchaikovski pareciera complementar la lectura, de esta manera el libro se vuelve musical, fantástico, gestual, en permanente movimiento. Por momentos la música emerge en tensión y da lugar a lo no dicho, a la incertidumbre, a la batalla del lenguaje.
“¿Tenemos que hacer nuestra propia versión de El cascanueces para sentir que estamos en el mundo correcto?
El Cascanueces tiene cuerpo, y los cuerpos siempre dicen la verdad.
Los cuerpos son milagros que no mienten.”
En Idiófono el gran protagonista es el cuerpo y su capacidad de expresión: ¿Le damos al cuerpo la soltura que se merece?, ¿Cuánto control ejercemos sobre nuestros cuerpos?, ¿Somos fieles a los dones que nos ofrece o como en el teatro occidental sin danza respondemos a un miedo victoriano a la corporeidad, al sexo y a la muerte?
Cuando buscamos el término Idiófono descubrimos que es un instrumento musical que utiliza su propio cuerpo como resonancia, es decir que carece de cuerdas, membradas y columnas de aire. De alguna manera esto es lo que transmite Amy Fusselman las múltiples posibilidades que tenemos para sobrevivir al dolor y la incapacidad por momentos para ver lo simple, los pequeños milagros, lo que finalmente resulta ser lo único necesario.
Idiófono logra conquistar la belleza en la adversidad, danza entre lo claroscuro, en la dualidad, lucha con el Rey de ratones que a veces pretende arrebatarnos la felicidad, como le sucedió a Marie, de El cascanueces.
Amy Fusselman es una escritora, artista y editora norteamericana, autora de Ocho (Chai Editora) y de Savage Park. En ella convive un registro biográfico y un relato con lenguaje universal, tiene una voz empática que identifica. Habla desde una realidad cruda, pero pareciera esconder un mensaje esperanzador. Es luminosa y fluida. Sincroniza la tragedia con el humor, la ironía y la complicidad. Leerla es sumergirse en ese mismo mundo que ella busca todo el tiempo. La lectura es de corrido y atraviesa los vaivenes de pasarse de la prosa a la poesía en un solo instante, sin apenas darse cuenta. Hay pasajes en los que irrumpe un automatismo o un manifiesto vanguardista. También un pensamiento en voz alta. Postula acciones, cuenta la trama de sus vínculos, ejecuta sutilmente la música de un discurso o de un poema.
Podría tratarse de un género híbrido en el cual su manera de decir funciona en consonancia con su idea: “¿Por qué no podemos salir de un mundo y entrar al otro?”