“La ciudad invencible”, de Fernanda Trías
Por Inés Busquets
Fernanda Trías nació en Uruguay en 1976, es narradora, traductora y docente. Autora, entre otros, de No soñarás flores, nominado al Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez y Mugre rosa, novela galardonada recientemente con el premio Sor Juana Inés de la Cruz. La ciudad invencible fue publicada por primera vez en el año 2013 en Chile, luego en España, Uruguay, Colombia y Francia este año lo editó Marciana en Argentina. La ciudad invencible es Buenos Aires.
Terminé de leer La ciudad invencible de Fernanda Trías y me quedó resonando una idea: ¿Los círculos se cierran?, ¿Cada año es un círculo que cerramos? ¿Cuántos círculos componente nuestra vida? Lo cierto es que la primera columna del año comenzó con la cartografía de una emigrante en Berlín, Mercedes Halfon en Diario Pinchado y la última con una emigrante en Buenos Aires, Fernanda Trías en La ciudad invencible. Lo cual me confirma la teoría de la escritora: son círculos que quedan abiertos a la impermanencia pero que en algún punto el destino y el azar unen a nuestro favor.
La ciudad invencible es Buenos Aires, que no es la misma para todos es la que Fernanda vivió, construyó y diseñó en su experiencia. Siempre pienso cuántas Buenos Aires hay y encuentro una distinta en cada trazo, texto, descripción.
La bitácora de la escritora uruguaya comprende cuatro mudanzas, un fracaso sentimental y un duelo, eso podría sintetizar Buenos Aires para ella, sin embargo la amistad, el amor y la escritura atraviesan el mapa que el río separa de la ciudad de origen.
El cumpleaños de la protagonista en la casa de Ricardo Strafacce, con amigas y amigos como el escritor Osvaldo Baigorria, irrumpe al principio de la novela como una promesa de felicidad. Una ciudad que se apaga con el fin de fiesta y un amanecer que ilumina las calles del barrio y se abre nuevamente como las flores que vende Jesús, el florista de la cuadra.
La altura renueva la mirada de un paisaje conocido, la vista panorámica desde un piso catorce expande la perspectiva general de las cosas y también las aclara: la avenida Scalabrini, el Varela Varelita, los semáforos y la escasa circulación de taxis y transeúntes. “Respiro: catorce pisos sobre la avenida pero aun dentro de Buenos Aires, que también existe hacia arriba, en su cielo de cúpulas y luces artificiales”.
Fernanda Trías transmite con imágenes y metáforas una temporada en una ciudad desconocida pero vinculada afectivamente por su abuela argentina. Un período que pareciera recrear el lazo que la une de manera precedente, un lenguaje incorporado que materializa cuando sus pies empiezan el recorrido.
La incertidumbre de los primeros pasos no amedrentó su permanencia, solo la estimuló a seguir caminando hasta encontrar la conquista de ese espacio que ella vino a buscar. Un primer intento fallido, un regreso turbio y una perseverancia que la ayudó a derribar los miedos.
Apropiarse de una ciudad lleva un tiempo necesario, caminar sus calles, descubrir sus misterios, cristalizar cada objeto de la historia, reconocer los hábitos, adquirirlos, aprender una lengua nueva aun en la igualdad del idioma, descubrir el territorio en el cuerpo y en las personas. Un trayecto que Fernanda Trías va desentramando para crear su propia Buenos Aires, la de sus afectos: “Cualquiera podría hablar de Buenos Aires como ese uruguayo que , en su casa, hacía visitas guiadas del Museo del Prado sin haber ido nunca al Museo del Prado. La ciudad es otra cosa; una construcción hecha de personas, de afectos”. Y esa construcción se lee en La ciudad invencible a la perfección.
Buenos Aires para la autora también es la literatura y hacia ella va para descubrir que: “La literatura de Buenos Aires es Buenos Aires. No se puede buscar, como no se puede encontrar nada dentro de una caja vacía mas que la caja misma.” (…) “La literatura de Buenos Aires siempre sucede en otra parte, se está escribiendo en otros barrios”.
En cada encuentro o escena de La ciudad invencible subyace una referencia simbólica del lugar donde transcurre que, con absoluta pericia, la protagonista manifiesta como una revelación. Con acierto transfiere el acontecimiento con el efecto certero del momento en que lo vive. Y contado a la distancia el relato reverbera una sensación de melancolía.
En el relato el desarraigo es una búsqueda de sentido, una necesidad de extrañamiento, un silencio que se dirime en cada versión de la ciudad.
Una ciudad que Fernanda Trías compone con su propia música, una Buenos Aires que se detiene para escucharla, un tiempo que podría quedarse en este párrafo, donde todos quisiéramos estar: “Siempre tiene algo de ensueño el momento en que todos suspenden sus preocupaciones y están ahí, pura presencia: felices al mismo tiempo, conscientes incluso de lo ilusorio y pasajero de su felicidad. ¿No es esto acaso la sabiduría?".