“Las versiones que fuiste”, de Gabriela Ram: “En el paso por el cuerpo, el teatro y la escritura son muy próximos”
Por Santiago Asorey
Por decisión de la entrevistada, el artículo contiene lenguaje inclusivo.
La escritora y dramaturga Gabriela Ram conversó con APU sobre la reciente publicación de su primer libro de cuentos: Las versiones que fuiste, editado por Hormigas Negras, en 2021.
AGENCIA PACO URONDO: En el libro hay una construcción de una geografía donde se ven pueblos y sus personajes e instituciones, pero la mirada que tienen las narradoras y los narradores sobre ese mundo tiene una disrupción, por un lado, pero por el otro una proximidad y continuidad afectiva. ¿Ves esto en tus cuentos? ¿Cómo lo pensás?
Gabriela Ram: Me atrae lo de la continuidad afectiva ligado a la disrupción, te lo robo. Esos pueblos no son ningún pueblo en particular, pero son todos a la vez. En algún punto los relatos de Las versiones que fuiste están compuestos de atmósferas y retazos, hay una cadena de afectos que une las partes de esas geografías. Tal vez sea eso, no estoy muy segura, pero me animo a arriesgar que al ser unas geografías medio creación de Frankenstein, cada quien puede armar sus propios lazos, generar sus reconocimientos y demás. Entiendo que hay un juego consciente también que le hace un guiño a la confusión, y es que Mercedes es el lugar más nombrado, un lugar real en el cual además nací y viví hasta mis 18 años. Eso sí es algo buscado de algún modo: ni la ficción, ni la autorreferencia, ni la realidad, me interesan tanto como la idea de confusión que producen los pastiches.
APU: Sos actriz y dramaturga, pero este es tu primer libro de cuentos. ¿Sentís que traés algo también de esas otras experiencias a tu literatura?
G.R.: Definitivamente, tanto en lo que colabora como en lo que resta en el proceso de escritura. Hubo un tiempo en que me peleaba con eso. Se me ponía en la cabeza, con ayuda de alguna que otra mirada o lectura de afuera, que había que definir per sé qué es cada cosa. Como si me comprase la valiljita y dijese bueno, ahora soy Juliana dramaturga, ahora Juliana narradora, ahora Juliana docente, ahora actriz, y así. Eso después se fue calmando con el ejercicio y la confianza, y supongo que también con el asumir esas mezclas como algo placentero y gustoso para mí.
También siento que el teatro me para en muchos espacios posibles y diversos a la hora de escribir lo que sea. La incertidumbre y lo efímero del teatro no se compara con nada, como los comienzos de los amores. Todo es posibilidad entonces todo es riesgo, eso algo te enseña acerca de qué es escribir. El teatro independiente tiene procesos extensísimos, mil manijas y horas cuerpo dedicadas a una escena, creo que eso me ayudó a practicar con cariño y cierto rigor el trabajo de escribir-corregir-reescribir todo lo que sea necesario. E intentar frenar sin engolosinarnos. Y bueno, el paso por el cuerpo ni que hablar, en eso el teatro y la escritura son muy próximos. Cómo vienen las voces que quiero escribir, también...y así, es una relación infinita.
APU: ¿Cómo fue el proceso de escritura en el taller con Juan Forn? Además vos sos coordinadora del Taller Un Rayo. ¿Por qué es importante la experiencia colectiva del taller para la escritura?
G.R.: Del taller de los viernes con Juan y mis compañeres lo primero que siento es privilegio y admiración. Las pilas de papeles escritos y garabateados por Forn cada uno de esos viernes y los comentarios de mis compañeres definitivamente me rumbearon, mejor formación imposible. Es difícil leerle a tu preferido, es difícil poner tus palabritas ahí ante los ojos de un editor bestial. Difícil y hermoso. Hace poco nos juntamos a brindar y la mayoría recordábamos con mucho amor esos nervios con los que amanecíamos los viernes de taller. Todos sabíamos de un modo u otro que de ahí estábamos saliendo mejores. Extrañamos mucho el espacio y el despliegue.
Un Rayo también tiene que ver con eso, la literatura es una experiencia colectiva. Desde el momento cero sabemos que aquello que escribimos se va a compartir con otres. Creo que los espacios de taller potencian el ejercicio, el oficio, la multiplicidad de miradas. Quizás aquello que se publique o comparta nunca se haya trabajado en espacio de taller, pero lo que te llevas de la experiencia colectiva de producción y laburo potencia cualquier cosa que después hagas. La voz colectiva del taller te queda en el bocho cuando estás escribiendo sola. Un Rayo a mí me potencia y desafía constantemente, incluso la tapa de Las versiones la ilustró una chica que está en mis talleres. El laburo se complementa y eso es brutal.
APU: Tus personajes parecen estar habitados por fisuras o distorsiones sutiles que al final los exponen ante el abismo. ¿Lo ves de esa manera?
G.R.: Sí. Son los personajes que me interesan en general, o las historias que me interesan: las abismadas. No por eso complejas o rebuscadas, sino del borde de la decisión o quiebre trascendental, incluso en lo pequeño. Pienso que también son las experiencias que me convocan en general, más allá de la literatura. Entonces eso aparece, quiera o no. Hay algo involuntario en lo que nos convoca, con el oficio moldeamos y conducimos más o menos (cuando se puede) las historias hacia donde queremos, pero los intereses se filtran. Creo que en lo quebrado aparece lo armonioso, lo menos careta de los seres, los reales y los inventados.
APU: ¿Qué autores sentís que han sido fundamentales en tu escritura?
G.R.: Hay fundamentales de siempre y otras de época. Esos que marcan en la circunstancia. María Moreno, de siempre. Chéjov sin lugar a dudas. Wislawa Szymborska, Lucía Berlin también. Hace un tiempo vienen picando alto en mis influencias del momento Valeria Luiselli, Fabio Morabito, Emma Barrandeguy, Aurora Venturini. Me interesa mucho lo que se está escribiendo en el momento, no lo digo en oposición a los clásicos, pero me tira lo que se está haciendo a la par de la vida nuestra en cada etapa. Los de mi adolescencia y juventud sin dudas también me abrieron mucho camino: Cortázar, Beckett, Urondo, Arlt. Leía tipos de chica.
APU: El título del libro no surge de un título de uno de los cuentos sino de una frase que está diseminada en uno de los textos. ¿Cómo elaboraste esta decisión?
G.R.: Fue lo último que encontré. Tenía muy en claro un título que por varios motivos dejó de cerrarme con el correr del tiempo y empecé a buscarlo mientras hacíamos las correcciones con Andrea Alvarez, mi editora. Intuía que el título estaba dentro de “Seca”, lo cual es curioso porque ese cuento lo reescribí mil veces. Después lo actué como monólogo en un ciclo de Andrea Garrote, quien después me escribió la contratapa. Es un cuento que siempre supe de memoria y curiosamente en una de las últimas revisiones me di cuenta que el todo que conforman los cuentos son de algún modo el recorrido de una misma voz en diversas versiones. Ahí lo escribí de puño letra y lo empecé a decir en voz alta. Quedó. Y cada vez me convence más.
APU: ¿Qué significa la escritura en tu vida?¿Cómo es tu relación con el escribir?
G.R.: En principio una constante, una de las cosas que más hago además de leer y brindar. No sé si leo o escribo más. Escribo las cosas que necesito, las que no me quiero olvidar, las que quiero pedir. Escribo por trabajo, escribo académicamente. Escribo lo que me pasa, lo que le pasa a la gente que conozco. Lleno libretas y el OneNote del celular con imágenes, palabras que se me repiten en la cabeza.
Escribo posibilidades de libro que no prosperan, escribo disparadores de escritura, escribo los libros que leo y lo que escribe la gente en mis talleres también lo escribo. Así que en principio diría que es una actividad cotidiana y un deseo constante. Más deseo que práctica a veces.
También tengo una relación medio predictiva con la escritura, por eso hay momentos en que me pongo medio cautelosa, otros más “obse”, depende. Las nombro juntas a la lectura y la escritura porque son dos partes de lo mismo.
La relación también es retorcida por momentos, lo quiero, pero lo sufro porque no lo hago todo lo que quiero. Entonces me siento y lo hago y se desactiva la cabeza, viene la parte piola. Y me gusta compartir la escritura. No me refiero a publicar específicamente, sino mostrar lo que estoy haciendo a la gente que admiro o con la que comparto ciertas miradas o que andamos con las mismas manías. Ahí entran los talleres. Una escritora que admiro me dijo una vez: "Quiero trabajar con los que sienten que se les va la vida en esto". Yo también. Algo así sería mí relación con la escritura y la lectura.