Marina Elberger: “La escritura tiene algo de ese efecto de felicidad o liberador respecto de la propia experiencia”
Agencia Paco Urondo dialogó con Marina Elberger, escritora y licenciada en Ciencias de la Educación. Acaba de publicar su primer libro para adultos Tampoco importan los detalles, editado por La Crujía.
AGENCIA PACO URONDO: ¿Cómo fue el proceso de escritura de estos cuentos en el libro Tampoco importan los detalles?
Marina Elberger: Estos cuentos aparecieron en medio de otro proceso, el de revisión de una novela juvenil o quizá no tanto, aún inédita. Estaba haciendo clínica de obra con el escritor Luis Mey que me acompañaba en esa tarea y él me instó, además de corregir, a seguir escribiendo. Como una forma de mantener la creatividad activa, entrenada, diría. La escritura creativa, también requiere práctica y constancia. Y entre lecturas que me resultaron muy estimulantes -como algunas novelas del mismo Mey, los relatos de Lucia Berlin, clásicos como Hemingway, Cheever, Ágota Kristof, por nombrar solo algunos-, aparecieron estos cuentos. La noche de las ranas, casualmente el primero del libro, también fue uno de los primeros que escribí entonces.
Fue una aparición muy grata. Yo venía de trabajar mucho tiempo en la novela y de pronto, ahora me abría a varias otras historias y además, sin pensar en un destinatario en particular, a diferencia de mis obras anteriores, que habían sido en general, para público infantil. Eso fue previo a la pandemia. En el verano de 2020, hice un viaje algo atípico a Mar del Plata y me la pasé escribiendo en bares o en mi habitación, al calor de lecturas como ¿Quién se hará cargo del hospital de ranas? de Lorrie Moore. Volví con un cuaderno con notas que se convertirían, mucho trabajo mediante, en Acá puede entrar cualquiera. Cuando pienso para qué hice ese viaje, entre otras cosas, creo que lo hice para llevarme un cuento.
Seguí escribiendo durante la pandemia y reuní cierta cantidad de cuentos, armé una propuesta del libro y empecé a buscar editorial. Deseaba mucho publicarlos, darlos a conocer, dejar de escribir solo para mí. Fue un proceso emocionante, frustrante por momentos también. Es una búsqueda en la que los escritores con experiencia te alientan a ser paciente, insistir, no bajar la guardia. En esa búsqueda, tuve la suerte inmensa y alegría de conocer a Sabrina Sosa, mi editora de La Crujía, editorial a quien agradezco de corazón porque me recibieron y trataron con una calidez y compromiso profesional en cada paso.
De la mano del trabajo de Sabrina, que hizo una lectura y propuestas que súper enriquecieron a lo que es hoy el libro, vino la última etapa de ajuste final. También, debo decirlo, emocionante porque se me jugaba algo así como el último retoque antes de salir a escena. Un lindo desafío. Lo volvería a hacer con gusto.
APU: En el cuento “Me permito un pequeño desliz” hay una frase que dice: "Me impresiona guardar años en cajas de cartón. Ahora está de moda desprenderse. Quedarse solo con los objetos que le dan felicidad, como si fuera tan fácil discernir”. ¿A qué hace referencia?
M.E.: Hace referencia a la moda del orden que hay dando vueltas y que a mí me genera, siempre, una gran contradicción. Por un lado, admiro o envidio, no sé, a las personas ordenadas. Yo creo que soy una ordenada aspiracional, es decir, quisiera serlo pero no me sale. Me levanto del escritorio y no junto, quedan tazas, platitos, mate. Pero a la vez, lo minimalista tiene también mucho que ver con la escritura: recortar, no decir de más, sugerir, cuidar el secreto de la historia. Y como contracara, ganar en poder simbólico del relato.
Es una ironía. No lo tengo resuelto. Pero la escritura en todo caso, también tiene algo de ese efecto de felicidad o liberador respecto de la propia experiencia. Yo digo que me río de algo duro cuando lo hago cuento.
“Lo minimalista tiene también mucho que ver con la escritura: recortar, no decir de más, sugerir, cuidar el secreto de la historia. Y como contracara, ganar en poder simbólico del relato”.
APU: ¿Cómo se construye un cuento?
M.E.: No podría generalizarlo. En mi caso, parte de algo: una idea, una imagen, un recuerdo, algo que escucho y que me tiene que resultar muy significativo, muy interesante; que me haga tripa, me digo. Me interesa, me inquieta, no estoy segura de cómo abordarlo, por dónde entrarle. Empiezo por algún lado. A veces, es una voz que suena. Suelo también apuntar algunas ideas que quiero que aparezcan, alguna idea incipiente de lo que podría pasar en esa historia. Muchas veces la historia me preocupa, me toma mientras no estoy con las manos en el teclado, me molesta y urge hasta que la termino. Después, viene mucho trabajo de revisión. A veces, busco lecturas afines al tema en el que estoy que me inspiran, me sirven para ver cómo lo encaró otro/a autor/a. Son muchas capas de corrección y reescritura; como capas de pintura o lijado de una madera.
No sé cuán consciente soy al escribir sobre el uso de ciertas cuestiones teóricas, como la importancia del conflicto, que el personaje tiene que sufrir algún cambio. No sé si soy consciente o incluso capaz de dirigir mi escritura con esas premisas. Mucho es dejarme llevar en el teclado, dejar fluir, no escuchar las propias críticas. Después se puede corregir. Y mucho.
APU: Escribiste cuentos y novelas para un público infantil-juvenil. ¿Qué opinión tenés respecto al mercado del libro que se volcó a la literatura infantil y juvenil ?
M.E.: La literatura para público infantil y juvenil entiendo que desde el punto de vista del mercado tiene el atractivo de cierto público cautivo, tanto fuera como dentro de la escuela. Formar lectores de literatura es una de las metas de la escuela y eso requiere que lean mucho, en forma constante y variada a lo largo de su formación.
En relación con esto también, pareciera que el mundo editorial infantil está ávido, atento de ofrecer libros vinculados con ciertos temas, a veces coyunturales como el aniversario de la guerra de Malvinas, por ejemplo, o algún otro hecho o contexto histórico. Eso genera una demanda de producción que puede resultar muy productiva.
Pero en cuanto a exigencia de calidad, creo que la vara es similar para cualquier público lector: hay una búsqueda de buena literatura que trasciende los temas. Eso lo pude vivir trabajando en Eudeba, junto con Violeta Canggianelli, directora editorial de la bella colección Los cuentos del Chiribitil. Una búsqueda y un cuidado en cada detalle de los títulos.
No sé si el mercado se volcó a un determinado público u otro. Yo como lectora y promotora en ciertos ámbitos de la lectura, celebro la buena literatura para todos los lectores y gustos. Y también creo que la buena literatura infantil y juvenil, igual que la música destinada a ese público, se disfruta. O al menos, eso me pasa a mí.
Me parece que la oferta que hay hoy para público adulto es muy interesante también, rica y diversa. Hay todo un movimiento de ferias y editoriales que no necesariamente son las tradicionales, ni las más grandes, que están generando y promoviendo un movimiento de autores y lectores muy interesante. Una apertura. Para mí fue todo un desafío explorar ese mundo.
APU: ¿En la actualidad hay promoción de la lectura y escritura en las escuelas? ¿Qué se lee?
M.E.: Sí. Como mencioné, la lectura y también la escritura son ejes centrales en la escuela. Se lee a lo largo de toda la escolaridad obligatoria. Se lee y escribe, primero, a través del docente; se lee junto con otros, en voz alta; se lee solo; se comenta lo leído, se intercambian pareceres, interpretaciones, se recomiendan títulos, se leen y escriben reseñas, se elige qué leer en función de intereses del grupo y de cada lector. Así se va construyendo una comunidad de lectores de literatura capaces de asumir y participar de las prácticas sociales de lectura. Y también se escribe, claro. Son herramientas que nos habilitan al mundo de la cultura, al conocimiento y al disfrute.
En la escuela se leen variados géneros porque la idea, como dije, es formar lectores y un lector elige qué leer y para eso tiene que haber tenido muchas oportunidades de conocer lo que la literatura ofrece, tuvo que pasar por situaciones de lectura diversas. Así va construyendo progresivamente, su propio camino y recorrido lector. Pero para que ocurra hay mucha intervención docente deliberada y sistemática. En ese sentido, Graciela Montes dice que la escuela es la gran ocasión.
Por otra parte, en los ministerios hay planes de lectura que son fundamentales para garantizar que lleguen libros de calidad a las escuelas y el acceso a ellos por parte de las chicas y chicos. Esto además, es importante para apoyar a las editoriales y a todos los que participamos en la producción del libro como objeto cultural, entre ellos, los autores.
“En la escuela se leen variados géneros porque la idea es formar lectores y un lector elige qué leer y para eso tiene que haber tenido muchas oportunidades de conocer lo que la literatura ofrece, tuvo que pasar por situaciones de lectura diversas”.
APU: ¿Tenés algún método a la hora de escribir?
M.E.: No sé si llamarlo método. En general, me gusta estar aislada y dispuesta mentalmente. Si estoy inquieta, no me puedo quedar sentada. Me gusta tener un texto en la computadora y tenerlo abierto durante un tiempo, entrar al archivo y picotear un rato. Lo llamo “punto tejido”. O sea, que el texto esté ahí, yo paso y tejo un poco. Sin presión. Pero no siempre es igual. Tengo épocas más prolíficas que otras en cuanto a escritura y momentos. Yo comparto bastante mi tiempo con el trabajo en educación de modo que no puedo escribir libremente en cualquier momento. Hay veranos, feriados o fines de semana que me urge escribir sabiendo que el tiempo me corre, que llega el lunes y me convierto en calabaza.
Trato de incorporar la escritura a la vida cotidiana: escribir notas de ideas en el celular, en cuadernos de trabajo (que después no quiero tirar), en puntas de servilletas, en la compu, en el tren. Tengo muchos cuadernos, los adoro. Y biromes, también.
En los viajes en general escribo a mano. Si no llevo cuaderno, me termino comprando uno donde estoy. Una vez, me pasó con el cuento “Yolanda deshoja margaritas”, lo había escrito en La Giralda y me olvidé el cuaderno ahí durante el verano. Volví y estaba: me esperó. Tenía un destino. Hoy forma parte de la colección de cuentos del Chiribitil.
Volviendo al tema del método, igual que el orden, me generan contradicciones. Hago lo que puedo. A veces me recrimino, cómo puede ser que no le dedique más tiempo. Y otras, digo, bueno, yo escribo con la vida a cuestas, con informes y trabajos soplándome la nuca. Y también hijos, amigas, padres, gatas. Por eso, cuando descubrí a Lucia Berlin con su libro Manual para mujeres de limpieza me voló la cabeza: tuvo mil trabajos, una vida dura y escribe de todo con una belleza y emoción que saca lágrimas. Me sentí reivindicada.
Pero lo cierto es que intento escribir lo más seguido que puedo. Y cuando ya estoy metida en un texto, un cuento, una novela, me gusta dedicarle bastante tiempo porque hay algo en el avance que es necesario para que no se oxide. Que no quede a mitad de camino. Todos recomiendan escribir a diario, una cierta cuota acotada, quince minutos, tres páginas, tres mil caracteres, lo que sea. Yo también considero que es un hábito que hace al oficio. Una vez leí en un libro genial de Stephen King Mientras escribo, que si querés ser escritor y no podés escribir ocho horas por día, te dediques a otra cosa. Seré una versión latina o tercermundista, pero escribo desde que tengo memoria y espero seguirlo haciéndolo siempre porque siento que es lo más íntimo y propio que tengo. Y porque no puedo evitarlo.