“Personas del paisaje”: una poética del cuerpo

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    lila biscia
INFORME DE UN DÍA

“Personas del paisaje”: una poética del cuerpo

31 Agosto 2025

Personas del paisaje es el último libro de la poeta Lila Biscia, publicado por Bajo la luna.

Entro al libro de Lila como quien va a un lugar por primera vez, con la mirada en alerta y el asombro predispuesto a la sorpresa. ¿Qué es sino descubrir un paisaje?

Digo muchas veces su nombre en voz alta, me gusta como suena la aliteración en el título.

¿Qué estás leyendo?: Personas del paisaje.

Pero ¿cuál es el paisaje? En este libro hay tantos paisajes como personas, tantos accidentes geográficos como colores de ojos y tonos de voz. 

Parafraseando a McLuhan, el cuerpo es el paisaje. 

Quizá uno solo atravesando distintos fenómenos y cambiando de composición.

Quizá el mismo modificado por otras personas/paisajes.

El libro de Lila está compuesto por 41 poemas, dividido en tres partes: Todo lo pequeño se convierte en sal, Aún no es invierno, La sal es tan minúscula.

La voz de Lila es suave y profunda. Usa pocas palabras pero las precisas. Es directa, clara, aguda. 

Trabaja la observación como si hiciera una captura fotográfica y luego la interviniera para transformarla. 

Me hace acordar a una frase que escuché ayer del pintor noruego, Edvard Munch “No pinto lo que veo sino lo que vi”, Lila no escribe lo que ve sino lo que vio. Todo pasa primero por el tamiz de la subjetividad. 

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Tapa personas del paisaje

Entonces, ve aves en sus dedos, escucha voces entre las olas. 

Conociendo la obra anterior de Lila pienso Personas del paisaje como una suerte de continuidad con La casa del tornado.

El último poema dice así:

“mirando las constelaciones del techo/ hablamos de Watanabe/ ¿o fue otro día?/nos persiguen las montañas. / estamos facetados./somos un poco nuestros/ y un poco de cada lugar del que nos fuimos.” 

Un fin que encumbra un principio, una idea, una anticipación. Un concepto de lo que va a venir.

Por un lado, Watanabe y la huella de la montaña en su poema “Animal de invierno” 

“y si mi cuerpo sigue siendo la parte blanda de la montaña/ sabré/ que aún no soy la montaña.”

Por otro, esta idea de pertenencia con el espacio habitado, con ser de los lugares donde estuvimos.

En términos poéticos, las obsesiones que componen el universo de Lila son: el tiempo, los lugares donde habitar, la casa, los elementos de la naturaleza y la ceguera que, otra vez, aparece en forma de maleza.

En esa confluencia se construye el enlace, la metonimia, la fusión. 

En occidente solemos ver el cuerpo escindido del mundo natural, sin embargo las culturas ancestrales y originarias perciben la naturaleza como un todo, es decir incluye al cuerpo también, con sus ciclos, sus estaciones, sus cambios. El cuerpo como unidad inseparable de la tierra, el cosmos y los ciclos vitales. Algo de esto hay en los poemas de Lila. El entorno impacta como si no hubiera un afuera y un adentro. 

A veces somos pliegues montañosos; otras, agua turbia; otras, calma.

Cuando hay movimiento soy río o mar, cuando hay permanencia, tierra.

“El

 de él conocí los mares/ de la tierra/su permanencia”.

En este libro hay tantos paisajes como personas, tantos accidentes geográficos como colores de ojos y tonos de voz.

Cada poema transmite una percepción, una imagen cotidiana, un vínculo, una distancia, una despedida, sin embargo creo que hay un poema que sostiene a todos, inclusive a su concepto de obra: 

“Buscamos siempre

un accidente geográfico o el mar/un paisaje que nos defina,/que nos contenga”.

¿Qué buscamos? ¿Un paisaje? ¿Un amor? ¿Qué nos define? ¿Qué nos contiene? ¿Buscamos un paisaje y un hogar o somos nosotros mismos quienes lo llevamos a cuestas? 

En Personas del paisaje los poemas acompañan el movimiento de los escenarios donde transcurre, la acción marca el ritmo y le da sentido.

“El primer día que viajamos/ en colectivo y vos/apoyaste en mi hombro tu cabeza”.

 “Escucho menguar la luna/baja por la montaña”.

“Corríamos por una plantación/de eucaliptos, reíamos tocándonos”

“Los amantes se ondulan/hasta soltarse”

El yo poético a veces interpela a un otro, otras veces observa y describe, pero siempre se mueve, busca la orilla, trepa o brota.

En estos poemas, además el sonido es un paisaje:

“Invisibles

Lo que dure la canción/pienso, repito/existimos/en ese cauce invisible del sonido”.

Si tuviera que definir este libro como un paisaje lo relacionaría con el  mar. Donde “todo lo pequeño es sal”.  Donde “la sal es tan minúscula/ que se convierte en aire”. Donde cada partícula que cubre la atmósfera, es una palabra.