Rep: “No hay Perón sin Evita”
Por Santiago Gómez
Desde San Pablo
“Si hubo algún acercamiento del dibujo humorístico a Evita, es desconocidísimo. Ni las sátiras de la época de su esplendor, ni después, se metieron con ella desde el humor. Copi, que dibujaba, lo hizo en una obra de teatro a fines de los sesenta, ‘Eva Perón’ donde pudo destilar toda ofensa que su odio le permitió. Pero claro, no pudo ganarle al robo de un cadáver. ¿Qué cosa puede ser más sacrílega que eso?”, señala Pedro Saborido en el prefacio del libro “Evita, nacida para molestar”, de Miguel Repiso, más conocido como Rep. El libro cuenta con un trabajo de investigación de Jorge Repiso, su hermano, periodista, quien colaboró con dos textos largos que hacen de separadores y un texto final.
Rep ya en “200 años de peronismo. Biografía no autorizada de la Argentina” se animó a meterse con las vacas sagradas del principal movimiento político argentino, pero esta vez se dedicó principalmente a la “Jefa espiritual de la nación”, con un humor y osadía que sólo el amor por ella hacen posible. Por lo pronto, hay que reconocer el coraje de este gran artista argentino para meterse con Esa mujer en tiempos en que las mujeres están definiendo con qué pueden o no meterse los hombres y la sociedad en su conjunto. Conversamos sobre algunas críticas que surgieron dentro de la agencia a partir de algunos dibujos del libro que envié vía celular y respondió: “Sí, sí y tienen razón. Por eso antes de que fuese imposible hacerlo y se decrete, yo lo quería hacer porque sino me quedo con la leche para siempre con Evita. Es un libro que no me salió ahora, es un libro que vengo postergando hace décadas. Este es el momento en el que tengo que hacerlo porque también yo estoy modificado por este asunto de la revolución femenina. Agradezco no haberlo hecho hace cinco años, sino ese sería un libro criticable”.
AGENCIA PACO URONDO: ¿Por qué te demoraste tanto?
MIGUEL REPISO: Porque siempre tenía un libro en ciernes, el libro que más se le pareció fue 200 años de peronismo, que fue el libro del 2010, que tenía el apuro de la efemérides del Bicentenario y ahí ya hay dibujos de Evita, uno, que es el más jodido, en el que ellos dos están en la cama y él le confiesa. Ese ya está en el libro “La grandeza y la chiqueza”, de 1993 editado por De la Flor. Ahora lo puse como modo de homenaje como único dibujo que no era inédito. Ya ese dibujo había armado quilombo.
El libro lo postergué, nunca lo vi urgente, pero ahora sí, no sólo por los cien años, sino cuando salí de ver la obra teatral de Copi, salí indignado y me di cuenta que la única vez que la habían tratado con humor a Evita fue de la manera más chota y de la manera Copi. Lo que noté en el teatro Cervantes es que los únicos que se podían reír de Evita eran los contreras.
Nunca nadie se había metido con ella desde el humo gráfico, ni siquiera en el tema del dibujo, lo dibujaron poquititos, muy pocos y siempre a favor, y nunca un chiste. Evita no está para chistes, vendría a ser la cosa. Obvio que cuando vivía ella había chistes que circulaban, los chistes cobardes de los contreras, pero de esos no tenemos registros, porque yo no vivía en ese momento. Con las dos presidencias de Cristina pudimos revivir la catadura de ese tipo de chistes contra una mujer en el gobierno.
APU: Saborido dice en el prólogo “Miguel dibujó a Evita hasta donde lo pueden perdonar”.
MR: Creo que lo que dice es que dibujo siempre, hago humor, desafiando hasta dónde me pueden perdonar, pero siempre un paso después de “este capaz que no me lo perdonan” y terminan perdonándomelo. Ese vendría a ser el desafío, no solo con este libro, sino en todos los temas, es algo neurótico mío. Sé que me pueden querer, pero siempre estoy desafiando ese cariño, estoy diciéndole “mirá que tu cariño, tu afecto o tu devoción no me limita, puedo dar un paso más y ver si te jode y está en vos si me perdonás o no”. Creo que Pedro pescó esa patología mía en las dos entrevistas que me hizo para hacer el prólogo.
Yo no soy dócil al sentido común, no hago chistes para que me digan “gracias por hacer chistes”, siempre tenso más la cuerda, para ver hasta dónde da la capacidad del lector para compadecerse, perdonarme o decir qué bravo lo tuyo, dame un tiempo a ver si lo metabolizo. Creo que el artista no está para acompañar el sentido común, yo detesto el sentido común y con Evita estaba todo el ]tiempo generando una especie de sentido común, porque la estaba volviendo a traer en vida y estableciendo con cada dibujo que Evita es una mujer contemporánea, no es una mujer del pasado. Eso genera una especie de complicidad, sentido común, a lo que le doy una vuelta de tuerca, pero digo “bueno, todo bien, pero Evita también es cuestionable”.
APU: Te metiste con la sexualidad de Evita, con la sexualidad previa a Perón.
MR: Eso simplemente porque la volví a traer en vida, la sexualidad es vida. También trabajé mucho la muerte ahí. Trabajé Eros y Tanatos en Evita, pero lo que no ha sido muy trabajado en la literatura, porque es lo que más se le parece a este libro y no la historiografía, es la literatura que la ha trabajado tan tanáticamente a Evita. La vez que se lo hizo eróticamente fue para demostrar “mirá, los militares tenían la fantasía de garchársela”.
APU: Me pareció muy bueno que trabajaste la fantasía erótica de Evita con los milicos.
MR: Ese fue un dibujo que el guión me salió muy fácil y después el dibujo… cuando lo dibujaba me preguntaba ¿Lo entenderá la gente? ¿Entenderá la gente que ella por ausencia de figura paterna, por admiración de lo que en ese momento eran los milicos? Porque tenemos que pensar que hasta ese momento los milicos no eran las bestias que fueron a partir del ‘55. Los milicos eran algo hasta que necesario para la sociedad, si lo leemos a Lugones, desde el ‘30 para adelante era “bueno, a sanear la democracia enferma por la corruptela, bla, bla, bla” y venían estos cerdos.
Creo que a partir del ‘55 son figuras nefastas y creo que Evita cuando está ahí fantaseando con los milicos, todavía los tenía ahí arriba, no había estado en el vientre de la bestia, que fue cuando se metió con Perón y se dio cuenta lo oligárquicos que son los milicos, verticalistas. A ella la combatieron, entre otros, los milicos.
Hay algo de cierto prestigio, de cierta cosa vertilcalista, que hay una admiración todavía en algunas capas, pero me parece que Evita cuando está en esa escena es una Evita que todavía no había percibido el ejército de Ávalos, de Aramburu y mucho menos de las dictaduras posteriores: Onganía, Lanusse y sobretodo Videla y compañía. A parte, es una fantasía que se calmó cuando apareció el coronel.
APU: El libro me recordó mucho la lectura Juan Pablo Feinmann sobre el peronismo.
MR: Cuando laburé con él con los suplementos sobre el peronismo de Página/12 le dije que lo iba a acompañar pero que no iba a leerlo, tenía mi propia lectura del peronismo. Él viene de la generación del setenta, yo no, entonces el tiene toda su justificación del peronismo que no es mi realidad, yo tengo una lectura más ficcional, más de haber vivido la historia, de haberla pensado, más llena de imágenes, entonces no leí su historia. La acompañé con mis dibujos, pero con opinión propia. No es lo mismo que haber trabajado con Zaffaroni en “La cuestión criminal”, que no sabía un pomo, entonces sí tenía que leerlo.
APU: Lo que me encantó fue el guiño al asesinato de Aramburu
MR: Eso si se quiere puede tener una deuda con Timote. Es que mi libro tiene deudas con dos tipos de lectura: una es la historiográfica, de haber leído a Marisa Navarro y seguramente, antes, con Dujovne Ortiz; y la otra que es con la literatura. Si yo no hubiera leído “Esa mujer”, seguro que no hubiera hecho la mayor cantidad de dibujos del post-mortem de Evita. “Esa mujer” es capital para la construcción de la Evita. Y después está toda la ficción que se escribió, entre ellas Timote, hay deuda del Aramburu que yo dibujé con el tratamiento que Feinmann hizo de Aramburu. Pero con Evita yo tengo otras deudas estéticas.
APU: ¿Cuáles?
MR: Rodolfo Walsh por sobre todas las cosas. Luego hay una película de Eduardo Mignogna, “Quien quiera oír que oiga”, que tuve la suerte de ver el preestreno, me tuve que ir a Martínez a un laboratorio a verla. Realmente, me pintó una Evita que nunca había pensado hasta ese momento, que era muy poco vigilada, que es la Evita adolescente que decide venir a Buenos Aires con su pelo morocho, su pobreza, y en el medio le van haciendo documentales, reportajes, Mignogna.
Después, por supuesto, que la película de (Juan Carlos) Desanzo, que tiene guión de Feinmann, que tiene algún tipo de eco en mi libro. Seguramente también hay esquirlas de deuda de Eva Perón, porque antes de ver la obra teatral en el Cervantes, leí el libro de la edición de Adriana Hidalgo, pero no es lo mismo la inocencia de páginas de texto que verlo ahí, en un teatro como el Cervantes. Después películas que hay, poesías que leí, (Néstor) Perlongher, (Leónidas) Lamborghini, ella está en muchos lugares, por supuesto que también vi Madonna, la opera Evita extranjera. Plásticamente te diría que está la Evita de Santoro, de Gorrienarea, la de Carpani, que es una Evita musculosa, y en artes visuales pará de contar. Después vi las dos películas de Eva, escucharla a Eva con su voz trémula, conmovedora, ella siempre aparecía. Y Favio, por supuesto. Leonardo Favio la trabaja mucho en su historia del peronismo y en Gatica hay una escena de la muerte de ella.
APU: ¿Fuiste mostrando tu trabajo a algunas personas para ver si te perdonaban?
MR: Lo trabajé mucho con mi hermano y con Berenice, testaba casi todos los dibujos con ella, con la convivencia ella opinaba más. Dudé mucho, fue un libro muy tortuoso, primero me fui con mi hermano a Pinamar a trabajar el tema literario, porque Jorge trabajó el tema de las dobles separadoras y unas tres páginas del libro finales, que fueron previamente para la UNAM de México. Con Jorge conversé los puntos claves que yo quería trabajar de la vida de Evita y él punteó, me dio ideas, documentación y algún que otro chiste también me tiró.
El cotejo cotidiano fue con Bere, que fue conmigo para Pinamar la segunda vez que fui sólo, estuve quince días tratando de pescar a Evita en mi mano, ya no en la cabeza, eso fue el trabajo más duro del libro, tratar de dibujarla a ella, que no fue dócil. Habré hecho doscientos cincuenta guiones, que después limpié, porque hay muchos dibujos que terminé no dibujando o que no me cerraron.
APU: En eso de Perón moldea a Evita, Evita moldea Perón y la cuestión de la revolución femenina que señalaste. ¿Cuánto influyó en vos la mirada de Berenice o de una mujer para hacer el libro?
MR: Ella y la sociedad, estar en Página que es un diario que le da bola a eso, mucho más que tres años, pensá que el suplemento Las 12 viene saliendo hace quince años, siempre estuvo en mi cabeza, siempre fui un prefeminista de la progresía. Hay dibujos y dibujos, pero el de moldear al que te referís lo hubiera hecho en cualquier época, nunca pensé que Perón la moldeaba a Evita, jamás. Creo que no hay Perón sin Evita. A Perón lo hubieran volteado mucho antes si no hubiera estado Evita, porque el apoyo que ella le dio a nivel popular, del cuerpo a cuerpo, con sus descamisados, sus grasitas y su pelea con la oligarquía, fortaleció mucho al régimen peronista. Perón hubiera estado ahí arriba como un milico que ganó las elecciones democráticamente pero hubiera estado encapsulado, presa de las intrigas militares, hubiera sido un gobierno muy parecido al del golpe del GOU. Evita es la que hace que recordemos esos diez años de primer peronismo.
A la vez, Evita no existiría si no hubiera encontrado a Perón, la mística peronista, a la cual ella alimentó como nadie. Si alguien la alimentó, casi a niveles de ficción, fue ella, hablaba de Perón como si fuese un semi dios, no como si fuese el marido. “Por Perón” y todas esas huevadas, que uno ahora dice qué huevada, pero la verdad es que ella inventó una idolatría necesaria para el mantenimiento de la democracia de ese momento. Porque ella no fue una golpista, no fue producto de un golpe, jamás. Ella es un producto democrático y se va de este mundo invicta por no haber ejercido ningún cargo ni ejecutivo, ni legislativo, ni judicial.
APU: ¿Qué aprendiste en el proceso de dibujarla, de tener que meterla dentro de tu propio cuerpo para sacarla?
MR: Creo que me hice un poquito mujer, porque realmente sentí su cuerpo, sentí la hostilidad machista, la hostilidad masculina, cuando a ella la van a desflorar los boluditos, los conchetos de Junín, la sentí, sentí cuando dibujé el arnés, el avance del dolor en su cuerpo, sentí su cara, sus mofletes, su dentadura, por qué se le armaba trompita, que ahí está el secreto del dibujo, sentí sus ojos fríos, su mirada tímida, la movilidad de su cuerpo, su altura. Haber estado en la quinta de San Vicente también te daba una escala de los ambientes donde se movía y la estatura que tenía respecto a su marido, cuando salía al jardín. Te metés en el cuerpo, creo que es un libro sobre el cuerpo de Evita, no sólo sobre la carnadura, si no hubiera trabajado eso sería un libro sobre el símbolo nada más, sobre la carita, la estampita, todo eso que combato.
Creo que esto del cuerpo que se está hablando de la mujer se trata de la revolución del cuerpo también y es lo que estamos aprendiendo los varones, que nunca le damos bola al cuerpo y por eso maltratamos el cuerpo de ellas. Meterse con el cuerpo de Evita es aprender la mujer que tenemos, creo que aprendí un poco a ser mujer con Evita. Es desmontarla del símbolo, de la procerización, de lo sagrado que se le endilgó, humanizarla, es comprenderla como mina, como mina que las pasó todas: fue bastarda, la maltrataron, fue pobre, se cagó de hambre, estuvo flaca por hambre y después flaca por laburar tanto.
El cuerpo… ella todo el tiempo te está advirtiendo sobre el cuerpo, ella fue un cuerpo. Viste que pasó a la historia más por la pasión que por la cabeza, es más que nada un cuerpo, un corazón, una emoción, pero sobretodo un gran cuerpo, de hecho se fue pronto por el cuerpo, no porque se suicidó, el cuerpo se la llevó por delante. Tenemos que festejar su cuerpo pero también culpabilizar a su cuerpo de que haya vivido poco, fue víctima de su cuerpo, primero por el deseo de los demás, porque la han usado, porque ha tenido que entregarse por laburo, seguro todas las cosas que le ocurrían a las artistas del momento y a las no artistas, y después porque tuvo que soportar las limitaciones que le dio su cuerpo, también las ventajas, porque la belleza, la cosas de vestir como vistió, haber sido un hermoso maniquí, eso es el cuerpo.
APU: En tu libro pintaste una mujer. En tu dibujo Visón, visón, qué grande sos, mostrate que además de su consciencia a ella también le gustaban los tapados como a tantas otras mujeres de la época.
MR: Aparte es la primera vez que convivo tanto con el dibujo de un cuerpo femenino, casi siempre dibujé varones, casi siempre caricaturizamos varones porque es lo más fácil de hacer. Caricaturizar una mujer y convivir durante doscientos dibujos fue un esfuerzo grande y tarde o temprano te metés en su cuerpo.
APU: Pensando en tu afirmación de que Perón caía antes sin Evita, recordé tu dibujo sobre los molinos, que si no me equivoco la primera vez que lo usaste fue en Página/12 con Kirchner.
MR: No, yo vengo dibujando al Quijote desde hace mucho, pero sobretodo lo dibujé en el 2005 cuando fue el centenario que ahí dibujé un libro gordo y cuando fue la muerte de Néstor, yo estaba en la Plaza, con todo ese dolor soleado que fue ese día y tenía que volver a dibujar la tira de mañana y dije “qué mierda hago con esta situación”, y rondando la Plaza se me ocurrió la escena de él contra los molinos de viento. Pero cuando lo volví a dibujar ahora no recordé ese dibujo, recordé mi convivencia durante trescientos y pico de dibujos con el Quijote. Cuando se me ocurrió era obvio que Evita era la Quijote del dúo y el otro el Sancho Panza.
Pero ese dibujo que tiene mucho éxito dentro del libro, casi lo descarto, porque pensé que era un dibujo pelotudo, me pareció tan obvio, que casi lo descarto. Pero también por autosubestimación de que dibujé tanto al Quijote, que ponerlo en esa situación me parecía algo fácil, sin embargo es un dibujo necesario.
APU: La diferencia con el de Néstor es que a Evita le pusiste un Sancho Panza.
MR: En Néstor el Sancho Panza también era Néstor. Néstor era el loco que iba contra los molinos de viento pero también era el sentido común, un político de la puta madre. Quijote no era un político de la puta madre, en cambio Sancho era un político del sentido común, con los pies en la tierra, pero para qué voy a dibujarlo a Sancho en ese discurso, cuando lo que había que hacer era Néstor como Quijote.
APU: ¿Qué otras cosas tenés en el tintero y por temor a no ser perdonado todavía no largaste?
MR: ¿De Evita?
APU: No, de lo que sea. ¿Lo políticamente correcto no te está dejando meter con qué y tenés ganas?
MR: Lo políticamente correcto no, más que nada lo feministamente correcto es lo que me está impidiendo trabajar con libertad, pero este es un tiempo en el que no hay que trabajar con libertad en ese tema. Este es un tiempo en el que todas las preguntas y respuestas están revueltas, entonces cualquier cosa que uno diga puede ser equivoca, puede remitir a un machismo que siempre tuvimos larvado, puede herir, entonces, los varones y las mujeres machistas, tenemos que sacarnos la impunidad de la creación, de la libertad absoluta, que siempre fue nuestra bandera, y en ese tema tenemos que esperar y esperar y esperar, que las perdedoras empiecen a ganar y cuando emparejen las cosas sí empezar a trabajar con libertad. Pero ahora hay que acompañar a las perdedoras, no tenemos que hacer chistes para herir el bando perdedor.
APU: Hiciste referencia a la mujer que uno lleva adentro y pienso como el machismo también nos reprime muchas cosas, también en nuestro propio cuerpo ¿Pudiste ver cómo el machismo también te limita?
MR: ¿En mi propio cuerpo?
APU: En todo.
MR: En mi cuerpo sí, veo limitaciones tremendas, pero en mi arte no, porque en mi arte soy muy femenino. Soy mucho mejor en mi arte que en mi cuerpo. Lo que tenemos que aprender, no tenemos que ser boludos lo varones, es aprender de nuestro cuerpo en toda esta revolución, pero yo tengo confianza en mi yo artístico, como más libre que mi yo civil. Siempre fui femenino en mi arte, no soy muy femenino en el tema del cuerpo y debería serlo, eso es lo que pasa, deberíamos serlo, ser más femeninos, más atentos.
Lo que pasa es que las chicas están atentas a su cuerpo desde niñitas, nosotros descuidamos ese aspecto siempre, la mujer siempre está alerta, aparte intuye que tiene que estar alerta toda su vida. Esa es una parte que no hemos aprendido, sólo los gays, los bisexuales, pero nosotros los varones varones, somos unos limitadísimos. Pero en la parte del arte no, en la parte del humor, siempre estuve del lado de los perdedores y las perdedoras.