“Vida de un lápiz”: literatura gráfica y juvenil para todas las edades
Por Martín Tesouro | Ilustraciones: Martina Trach
Por decisión del autor, el artículo contiene lenguaje inclusivo.
La editorial independiente Limonero ha publicado Vida de un lápiz, escrito por Nicolás Schuff e ilustrado por Martina Trach. Una creación que cruza océanos e hilvana vidas que nunca sabrán que las une un objeto de tan simple apariencia.
El añoso cedro deja de ser árbol para transformarse en lápiz y así transportar las ideas e imágenes que se atesoran en cabezas que nunca sabrán que un trozo de madera las une y les proporciona en un trazo el punto de fuga a la libertad. Desde el extremo norte del continente americano hasta la capital argentina, el lápiz viaja de un bosque canadiense a las manos de un hombre preso, en las que se convertirá en la herramienta para lograr su liberación, luego los acontecimientos lo posicionan como testigo del encuentro afortunado entre dos jóvenes de secundario, del cabello de ella pasará a quedar olvidado en el único lugar a salvo de una casa que se incendia, la arquitecta que revive la construcción lo lleva hasta Barcelona desde donde vuelve a cruzar el océano en las manos de una talentosa dibujante rusa que en su visita a este país lo deja en manos de quien escribe la historia que nos une.
En diálogo con APU, el escritor Nicolás Schuff nos comparte su visión sobre literatura infantil y juvenil, los procesos creativos, las infancias actuales, la narrativa gráfica, y otras perlas.
AGENCIA PACO URONDO: Vida de un lápiz está catalogado como literatura infantil y juvenil y es un excelente ejemplo para la discusión acerca de los marcos del género. ¿Cuáles son los desafíos a sortear para que la obra sea, de alguna manera, inasible por las categorías convencionales?
Nicolás Schuff: El escritor Francés Michel Tournier dice en algún lado que la literatura es una sola, pero que hay libros que incluso los niños pueden leer. A su modo, a mi hija de cinco años le preocupan temas similares a los que me preocupan a mí: el amor, la muerte, la soledad, la enfermedad… El desafío, como lo llamás, supongo que es no hacerse eco de las demandas frecuentes que llegan por fuera de la literatura, y que suelen estar vinculadas a la transmisión de mensajes o “valores”, como los llaman. Como dice Graciela Montes, no “pisar el palito”, no proponerse a priori escribir para tratar un tema determinado o para un público especial. Lo que me parece divertido del asunto es que, además, este tema de los “valores” o la moraleja ni siquiera funciona, porque lo que un lector o lectora infantil retiene y disfruta de un cuento son más bien imágenes, peripecias, frases, personajes. El “mensaje” le resbala completamente, es un asunto de lxs adultxs.
APU:¿Por qué escribís literatura para la infancia y juventud? Desde tu perspectiva ¿cuál es el principio constructivo/artístico mediante el cual comunicarnos con un público infante o adolescente?
N.S.: Empecé a hacerlo por invitación de un amigo. Me di cuenta de que podía ser un espacio muy abierto de juego y experimentación. Los chicos y chicas tienen un vínculo muy cercano y fluido con la fantasía y el absurdo, que es una zona donde me siento a gusto. Por otra parte, cuento con la ventaja de que para la infancia todo es nuevo.
En relación a lo que llamás “principios artísticos”, no sé… creo que mi herramienta principal es la intuición. ¿Cómo te comunicás cuando conversás con un niñe o joven? Es más o menos eso, para mí. Como te decía, no hago diferencias con la escritura para adultxs. Salvo tal vez en lo formal, algo del orden de la sintaxis, que no puede ser demasiado barroca. Y en cuanto a los contenidos, creo que la excesiva abstracción y las ideas generales no funcionan. Pero muy raras veces lo hacen en la literatura “para adultxs”. Yo tengo una imaginación muy visual, digamos. Creo que eso también me ayuda.
APU: ¿Qué hace a una obra infantil o juvenil? ¿El mercado, la intención de quien escribe, la repercusión generada?
N.S.: Creo que amerita un análisis más complejo del que puedo hacer yo ahora. Así, a grandes rasgos, se me ocurre que es básicamente el mercado. Que también está vinculado a una versión de la literatura que muchas veces circula en el sistema educativo. Libros con contenidos ad hoc para “tratar” determinados temas. Por ejemplo, últimamente, los libros “sobre las emociones”. Que yo sepa, cualquier libro aborda las emociones, ¿no? No quiero decir que esté mal que existan. Yo mismo tengo libros “escritos para”, porque escribir es mi oficio y mi sustento. Pero, en una biblioteca, esos libros tal vez deberían estar en un estante más cercano a las enciclopedias (¿aún existen?) o a la autoayuda que a la literatura.
APU: Desde tu rol como escritor de literatura infantil y juvenil ¿Cómo ves a las infancias y juventudes en esta época? (¿Qué diferencia/distancia encontrás entre tu infancia/juventud y las actuales?)
N.S.: No creo poder responder por la infancia y juventud de esta época, porque mi contacto con ellas son mi hija, sus amistades y algunas visitas que hago a escuelas y bibliotecas. Sí pienso que, como te decía antes, los temas “de fondo” estarán siempre vigentes, y por eso trato de no escribir “pegado” a la época. En cuanto a la diferencia o distancia con mi propia infancia en relación a los libros, la marca más obvia es el auge de la imagen, el vivir rodeados de pantallas, y la temporalidad a la que nos empujan, entre otras cosas. La lectura de un libro te mete en otro tiempo y te hace trabajar la cabeza de una manera única, que no tiene reemplazo. No digo que sea imprescindible, solo que desarrolla ciertas capacidades simbólicas que, a mi entender, hacen la vida más interesante y matizada.
APU: En Vida de un lápiz hay importantes elipsis narrativas que se articulan con la información que presentan las ilustraciones de Martina Trach ¿Cómo definirías la experiencia de trabajar la narrativa gráfica? ¿Qué podés contarnos del proceso creativo?
N.S.: A mi imaginación le agradan los “procedimientos”, porque le dan un marco, le arman un camino posible, le dicen: “Andá por ahí y fíjate qué aparece”. La idea, o la imagen, (que desde luego no es que se me haya ocurrido a mí) de un objeto que pasa de mano en mano y por diferentes experiencias, me resultaba atractiva para explorar. Creo que como lectorxs enseguida nos convoca, y arma un hilo narrativo. Se me ocurrió que si además ese objeto era un lápiz, abría una segunda vía de relato posible, a través de las imágenes generadas por el propio lápiz. Es curioso, porque es un relato que escribí hace cerca de diez años, e igual que el lápiz del libro, el texto pasó de mano en mano, de dibujante a dibujante y de editor a editor, hasta ahora. Con Martina intercambiamos muchas ideas, fue un proceso conversado, rico, creativo. Creo que ambos nos sentimos a gusto. De hecho, estamos trabajando juntxs en algo nuevo.
APU: ¿Cómo conjugar los objetivos personales con la escritura orientada a un destinatario relativamente definido por el mercado editorial?
N.S.: Yo vivo principalmente de mis libros. Tiene sus ventajas y sus desventajas. Una zona de mi escritura está más pautada y regida por los encargos, por el mercado editorial, aunque incluso en esos libros siempre intento correrme un poco de las fórmulas, porque si ya sé de antemano todo lo que debo escribir, me aburro mucho, y seguramente ese tedio se lo voy a contagiar el lector. Después hay una zona más personal, donde lo único que entra en consideración es la literatura, y que siempre está bullendo, en revisión, donde avanzo a tientas. Es lo que me mantiene la llamita encendida, y lo que después de muchos años me permite aceptar, siempre un poco a regañadientes, que a veces me llamen escritor.
APU: A partir de tu experiencia, ¿qué puede aportar la relación con la literatura en la adolescencia cuando las vivencias no siempre encuentran los canales que posibilitan su expresión?
N.S.: Una gran compañía. Un escape. Argumentos, ideas, reflexión. Una extensión del horizonte de lo posible.
APU: ¿Todavía está el lápiz en manos del hombre del bar?
N.S.: Está en mis manos, para tachar fragmentos de estas respuestas y sacar flechitas contradiciendo mis propias afirmaciones, porque siempre tuve más dudas que certezas, y todo lo que acabo de afirmar podría ser justo al revés.