Virginia Feinmann: “Hay algo que no se calma nunca en los que sufrimos abuso”
Por Boris Katunaric | Foto: Paula Conti
Por decisión del autor y de la entrevistada, el artículo contiene lenguaje inclusivo.
Fractura, suplemento literario de APU, dialogó con la escritora y traductora Virginia Feinmann acerca del taller de cuentos “Narrar lo imperdonable” que dará desde el 2 de septiembre. El abuso sexual infantil y la posibilidad que da la literatura para seguir hablando del tema.
AGENCIA PACO URONDO: Es cierto que de un tiempo a esta parte se ha dejado de lado el ocultamiento de distintas situaciones de abuso, la denuncia y el escrache han aparecido mucho desde el Ni Una Menos. ¿Qué papel ha jugado históricamente y juega ahora, para vos, la literatura en todo esto?
Virginia Feinmann: Hay un clima en el que es más fácil hablar, sin duda, y seguro que la literatura no es ajena. La literatura infantil y juvenil, por ejemplo, de la mano de la ESI y la ampliación de derechos encontró un espacio para tematizar el abuso, más en clave de concientización y prevención, diría yo. Después hay novelas-testimonio o denuncia, como la de Belén López Peyró que incluso reproduce partes de la causa judicial. Lo que yo trabajo en el taller son cuentos clásicos, algunos de los años 60 y 70, otros más recientes, de grandes autores, con una variedad de recursos narrativos y estéticos fascinantes, que no creo que estén definidos por la coyuntura. Pero más allá de eso, la literatura cumple un rol sin proponérselo. Como con cualquier otra circunstancia de la vida, un buen cuento nos puede revelar una verdad interna, y quizás en el momento actual estemos más preparadxs para escucharla.
APU: ¿Cómo nace la idea de "Narrar lo imperdonable" como taller?
V.F.: Hace 20 años leí “El pecado mortal” en el taller de Ricardo Santoni, y después apareció uno de Anna Kazumi-Stahl, que no es un cuento perfecto, pero revela el abuso por un mecanismo gestual muy sutil. Las nenas no tienen las palabras técnicas, pero una le hace un gesto a la otra y ahí entendés todo, y te mata. Está muy bien hecho. Cuando empecé a dar talleres de escritura incluí “El pecado mortal” por la cuestión formal de la segunda persona, y a veces le sumaba el de Kazumi, pero no había año en que alguien no se pusiera a llorar y dijera “a mí también me pasó”. Me dejaba helada la estadística mental que iba sacando, digo, lo común que es. Entonces fui juntando cada cuento que trataba o insinuaba el tema. Y este año en vez de abrir el taller de herramientas narrativas abrí “Narrar lo imperdonable”. Pero me llevó un tiempo ubicarlo porque se ve que para muchas instituciones era un tema revulsivo. Por eso le estoy muy agradecida a la Universidad Nacional de Rosario y a la cantidad de inscriptxs, ya nos hacen ver que fue un acierto.
APU: ¿Cómo fue la elección de los textos? ¿Ya los habías leído o fueron apareciendo con la idea del taller?
V.F.: Ya había leído varios, esos dos que te comenté, “Un hombre en la casa” de Bernardo Kordon, “Resfriado” de Etgar Keret. Un lugarcito de mi cabeza los guardaba. Una vez una alumna me dijo que le había impresionado un recurso de Claire Keegan: el granjero tocaba a la niña con manos “fuertes de ordeñar”. Es la paleta narrativa de ella, la ruralidad, los animales, la brutalidad de los granjeros. Busqué ese cuento y me encantó. Cuando el mundo descubrió y amó a Lucia Berlin también encontré un cuento de ella sobre abuso, lo habrá escrito en los 80. Y ya cuando me decidí a armar el taller, bueno, tengo un grupo de alumnas y amigas muy capas y lectoras que me acercaron varios. Voy a dar sólo 8 pero en total tengo 14, y hace dos días sumé poemas de un libro tuyo.
APU: ¿En qué puede ayudar la literatura, las escritura, a las víctimas de abuso sexual en la infancia? ¿Sirve como acción reparadora ante una situación imperdonable? ¿O es una forma de atenuar el dolor de una herida que no cerrará jamás?
V.F.: Me excede un poco la cuestión de generalizar. Las acciones reparadoras pueden estar en muchos lugares distintos para cada une. La experiencia de escritura propia suele ser muy subjetivante: la posibilidad de atisbar una historia, contársela a une misme, plantearla con creatividad, con herramientas narrativas y generar con eso una obra que se puede leer desde afuera, hay todo un proceso muy sanador ahí, en general. La lectura, como te decía, nos puede dictar las palabras que no encontrábamos, que habían estado siempre en nosotrxs, pero nadie les dio su formulación exacta. Eso alivia mucho. Ver lo que les pasó a otros, cómo les pasó. Y finalmente para mí la literatura da la posibilidad de “seguir hablando del tema”. Hay algo que no se calma nunca en lxs que sufrimos abuso, una bronca, unas ganas de gritar la verdad, de que te escuchen toda la vida por lo que no dijiste antes. Para mí leer y dar un taller sobre esto es una forma de seguir gritando.