Aborto y neoliberalismo: la precarización de la vida
Por Mauro Benente*
La discusión sobre la despenalización del aborto y su regulación en vistas de prácticas seguras en hospitales públicos no es nueva, es motorizada por las distintas organizaciones feministas desde hace varios años, pero llamativamente uno de los pocos espacios en los cuales la discusión no se daba era en el Parlamento. Frente a este curioso y repudiable silencio, la semana pasada el Presidente Mauricio Macri dejó trascender la posibilidad de discutir el asunto en el Congreso de la Nación.
Frente a tal anuncio presidencial, se enunciaron un gran número de suspicacias, reparos y precauciones. En términos generales, la sospecha indica que estaríamos frente a una estrategia de cambio de agenda: como el modelo económico luce pésimos resultados, resulta urgente cambiar los ejes de discusión. Además, estamos frente a una temática que a primera vista puede producir rupturas al interior de los sectores opositores al gobierno. De esta manera, parece que nos encontramos no solamente frente a un cambio de agenda, sino ante un asunto que tiene la capacidad de distraer de las tragedias que produce el neoliberalismo y en un mismo movimiento fracturar a un bloque opositor en camino a cierta unidad. Según entiendo, este hilo argumental tiene sus problemas y aquí me gustaría plantear que si nos preocupan las políticas neoliberales deberíamos estar igualmente preocupados por las políticas que criminalizan la interrupción del embarazo.
Para decirlo en términos muy sencillos, uno podría pensar que algunas de las demandas de los feminismos, ciertas exigencias por su reconocimiento son ajenas –no por ello peores, ni tampoco mejores- a las agendas de las izquierdas preocupadas por la redistribución. Quizás el reclamo por mayor presencia de mujeres en puestos gerenciales en grandes empresas hace mucho ruido en tradiciones de izquierda preocupadas por la redistribución puesto que, justamente, se oponen a la idea misma de gerentes –sean mujeres, hombres, trans, etc.- y de grandes empresas. Ahora bien, cuando la demanda ya no es por puestos gerenciales sino por la despenalización y legalización del aborto, esa relación de ajenidad, ese ruido, es mucho más complejo de percibir.
Una de las razones por las cuales nos oponemos a las políticas neoliberales es porque profundizan la precariedad de la vida. El hecho de que nuestra vida se acabe o se vea menoscabada en cualquier momento hace de ella una vida precaria, pero la precariedad no está igualmente distribuida, sino que está desigualmente condicionada. En términos generales, la vida en Siria es mucho más precaria que en Noruega, y esto se debe a que los factores condicionantes son muy distintos. Con otras lógicas y resultados que los bombardeos en Siria, los sistemas que mercantilizan todos y cada uno los medios de subsistencia, y privatizan los bienes comunes, también precarizan nuestras vidas. Dicho de otro modo, si nos oponemos a las políticas neoliberales es porque ellas precarizan nuestra existencia. De todas maneras, la desigual distribución de la precariedad no se explica solamente por políticas económicas, sino también por prácticas de reconocimiento y regulaciones legales.
La práctica de abortos en Argentina es una realidad que atraviesa todas las clases sociales, y su penalización opera no como un mecanismo para disminuir esas prácticas sino para distribuir de modo diferencial la precariedad de la vida de las mujeres. Las mujeres de clases medias-altas no tienen mayores dificultades para realizarse abortos en clínicas privadas en donde las prácticas son relativamente seguras. De modo contrario, las mujeres de clases pobres no pueden acceder a esas clínicas y entonces los abortos no se realizan en condiciones de seguridad sino de precariedad. En este caso, como en muchos otros, la ley no opera como un dispositivo para erradicar ciertas conductas: ninguna mujer deja de practicarse un aborto porque se encuentra prohibido. Al igual que lo que sucede con las políticas neoliberales, en este caso el dispositivo legal gestiona de modo desigual la precariedad: las mujeres de clases bajas se encuentran en una situación notablemente más precaria que las de clases medias altas. Si esto es así, quienes se preocupan por las políticas neoliberales del gobierno no deben temer el cambio de agenda del aborto, porque en el fondo la agenda no es tan distinta, porque la preocupación es la misma: la desigual distribución de las condiciones que precarizan la vida.
* Doctor en Derecho. Docente en la Facultad de Derecho de la UBA y en la Universidad Nacional de José C. Paz.