Bajo Flores: Manifesto 8 M, cuarta caravana por el barrio
Por la Red de docentes de Bajo Flores
Esta es nuestra cuarta caravana en el barrio un 8M. Y no quisimos resignar la fecha, porque sabemos de la singularidad de nuestro barrio, porque aquí caminamos, trabajamos, vivimos, militamos. Acá nos construimos y cuidamos todos los días del año. Sabemos que en el barrio los domingos también se labura, entonces, nuestro modo de parar es hacer ruido, caminar y cantar, hacer visibles las violencias cotidianas y las resistencias que supimos tejer juntes.
Como venimos declarando, en el Bajo Flores hay una diferencia fundamental entre lo que desean y hacen los varones y lo que se les permite hacer a las pibas. Las adolescencias de nuestro barrio están delimitadas por múltiples exclusiones. Sabemos que no podemos generalizar, pero sí decir que muchas pibas, además, son excluidas de los espacios de disfrute. No se juntan a charlar entre amigas, no tienen lugar para estar fuera de sus casas.Viven encerradas en la reproducción de tareas domésticas. Los varones salen, gozan, ranchan.
Aún desde el encierro doméstico muchas adolescentes del barrio se atreven a correr el riesgo de irse de sus casas exponiéndose a otras violencias. Para las mujeres, para las adolescentes, desear una vida distinta suele significar atravesar la crueldad de un mundo digitado por el pulso de los varones.
Desde la Red decimos que cuando una piba desaparece hay que visibilizar su ausencia, que si está de fiesta o se fue con una pareja, huyó de algo o consiguió un trabajo, queremos saber que esté bien. No queremos cuestionar sus elecciones, pero tampoco pecar de ingenuidad tranquilizándonos unes a otres. Sabemos que las pibas del barrio están asediadas por la xenofobia y el racismo, por la forma en que visten, o el lugar donde viven, por las necesidades insatisfechas, por la falta de educación sexual, por la lógica del consumo y desde luego por el machismo que se respira.
Y sí, lógicamente que las pibas quieren divertirse. ¿Y qué van a querer?
Desde la Red vemos cómo muchas pibas desaparecen porque no encuentran un espacio donde contar algo que las afectó pero también porque no encontraron un espacio para expresar sus deseos. Es el momento de hacer realidad, también para las pibas, que en “el Bajo Flores pasan otras cosas”, que tienen un lugar donde divertirse, desde el que se las convoque y escuche, donde se sientan alojadas, sin ser presas o encerradas, pero tampoco consumidas ni explotadas.
Hay otro reclamo que se nos cuelga de la garganta. En la disputa de lo barrial, los varones se ven obligados a demostrar su masculinidad exponiendo sus cuerpos a la violencia institucional y cumpliendo el mandato de agresividad atribuido a la masculinidad. Los varones se juegan la vida en la calle, todos los días, porque es el único modo que encuentran para ocupar un espacio en este difícil entramado territorial. Desde el feminismo popular es importante impulsar “nuevas formas” de construir masculinidades que resistan ante los recados de un patriarcado policial y asesino. Hay que hacerlo por nosotras, pero también por los pibes que asesinados en manos de la policía o en el triste tironeo entre bandas. Hay que empezar de nuevo porque tenemos mucho que deconstruir. Por eso, tal como lo hicimos el año pasado, gritamos: *¡Ni un pibe menos a causa de la violencia policial! ¡Ni un pibe menos a causa de una masculinidad que los expone, descuida y mata!
Paramos por nosotras, para armarnos un lugar en nuestro barrio.
Ante la careteada de quienes sostienen que los dispositivos de promoción y protección de derechos territoriales están a la altura de la realidad de nuestras pibas y descansan sobre un ideal que termina justificando la ausencia absoluta de políticas públicas contra las desigualdades y la crueldad cotidiana, nosotres nos organizamos y exigimos, sí, al estado, pero también consolidamos una estrategia comunitaria.
Cuando la policía dice que se fue con el noviecito, que hay que esperar para buscar, cuando las instituciones miden el largo de la ropa y recortan recursos, nos plantamos y paramos contra ese discurso que compone un mundo de agresiones que no pensamos soportar más y hace máquina con la obsolescencia de los dispositivos institucionales, que no buscan a las pibas y las pierden más en la precariedad de las soluciones que ofrecen.
Paramos para que las instituciones aprendan de la militancia de una vez y para siempre. Que sepan lo que significa moverse por les otres y dejen de inventar formularios que nos clasifican el placer.
Paramos porque sabemos que juntes vamos a construir una mirada feminista y popular de transitar la vida en el barrio, sin que nadie limite nuestro deseo, ni obstruya el aprendizaje atesorado en estos años de cuidado comunitario. Paramos y se para el Bajo y se para el mundo.
Ni encerradas ni desaparecidas, con vida y derechos todas las pibas.