El estereotipo de ser "copada"
Fotografía: Ailén Montañéz
Por Ludmila Sueiro
“Copada cae sola a una fiesta y se la banca. Copada te rema cena bizarra. Copada saca la billetera si al otro le falta. Copada encuentra soluciones de inmediato cuando algún problema estalla”. Con estas palabras la periodista Magda Tagtachian comienza el artículo titulado “El manual ideal de una mina copada” para el diario Clarín, donde enumera qué es lo que debemos hacer las mujeres para ser “copadas”.
A la suma de responsabilidades que tenemos las mujeres por nuestros mandatos sociales y culturales, también tenemos que sumarle el de ser “copadas”. Porque parece que ser copada está “bueno”.
Para ser copadas, resulta para la colega Tagtachian, que las mujeres no debemos pedir ayuda regularmente, llorar en silencio y, hasta para pasar la aspiradora, debemos estar bailando y en calzones. Sin embargo, me atrevo a decir que si hay algo que las mujeres no debemos, es hacer silencio. Menos llorar, porque seguramente nuestras lágrimas no sean por el “abandono” de un hombre, sino porque nos hemos enterado que una mujer más murió víctima de la violencia machista en nuestro país, como pasa cada casi 24 horas.
Asimismo, el artículo nos reclama que para ser “copadas” debemos andar depiladas y “con interiores engamados por si algo pasa”. Espero que la periodista, cuando hace referencia a “algo”, quiera decir con consentimiento de la mujer. Por otro lado, me surge la duda de pensar en qué momento se decidió que las mujeres estábamos obligadas a depilarnos para ser “copadas”. Muchos hombres son copados sin tener la exigencia de depilarse. Sin embargo, las mujeres sí o sí debemos estar listas, bellas y depiladas para tener sexo con un hombre. Porque también debemos, para la periodista, ser heterosexuales.
Después de leer el artículo publicado por Clarín, llego a la conclusión de que ser “copada” no es tan copado. Si ser copada implica estar linda para el resto, sonreír todo el tiempo, esperar a que se me declaren y tener “un toque feminista”, ser copada no es para mí, ni para mis compañeras. Así no da gusto ser copada. No obstante, seremos copadas porque saldremos a las calles a reclamar la aparición de cada mujer que está desaparecida. Seremos copadas cuando gritemos en cada movilización “Vivas nos queremos”. Seremos copadas cuando podamos caminar por la calle, libres. Libres de silbidos, de bocinas y de miradas no autorizadas. Seremos copadas cuando la sociedad patriarcal deje de tratarnos como una minoría y nos de el lugar que nos merecemos.