El vendaval feminista y la media sanción de la legalización del aborto
Por Carolina Brandariz*
El vendaval feminista copó la agenda pública. Protagonizó las marchas más masivas y transversales de los últimos años y en menos de diez meses impuso en el parlamento la ley de cupo igualitario y ahora la histórica media sanción de la interrupción voluntaria del embarazo, el aborto.
En un momento que en todo el continente se retrocede en materia de derechos y libertades, el feminismo fortalece de modo masivo su potencial, y conquista derechos de manera ofensiva en medio de la noche fría neoliberal.
La etapa actual del capitalismo logró fragmentar la realidad del conjunto de la clase trabajadora; por lo que a la política se le presenta la dificultad de interpelar desde las realidades particulares a un sujeto colectivo. Se pierde posibilidad de construir el nosotros, y es allí donde reduce su convocatoria y capacidad transformadora.
El feminismo sí pudo. Develó en las subjetividades individuales, los tentáculos de un sistema de opresión, lo nominó patriarcado y supo construir un fenómeno de masas a partir de la historia personal de cada compañera, fundiéndola en la experiencia colectiva. El feminismo que se construyó subterráneamente en nuestra realidad latinoamericana supo escuchar y abrazar a una generación de pibas que con rebeldía se calzaron los anteojos violetas para descubrir y discutir con cada situación de desigualdad, con cada situación de subordinación. Un verdadero diálogo intergeneracional.
Un movimiento que por sobre diferencias y trayectorias divergentes, amasó durante años un programa de necesidades reales y concretas, para encontrar finalmente la puerta de la historia de visibilización e imposición de esa agenda política. Ahí gritamos orgullosas: “Ahora que sí nos ven”.
La calle se llenó de adolescentes con purpurina dispuestas a escribir su nueva historia; trabajadoras sindicalizadas reclamando igualdad en sus trabajos y sus sindicatos; estudiantes reclamando igualdad de oportunidades; mujeres que en este contexto de crisis paran la olla exigiendo el reconocimiento de un trabajo invisible socialmente.
Este fenomenal colectivo en la calle se tradujo en compañeras que en el parlamento tuvieron la capacidad de articular la masividad popular. Con paciencia y sin prejuicios construyeron un proyecto con capacidad de ganar; como nos enseñó el peronismo como movimiento de masas, las victorias son las que transforman la realidad, el posicionamiento moral no nos alcanza. Así se ganó también la agenda de comunicadoras populares que rompieron cercos minoritarios, ubicando el debate en el prime time.
En el 2001 se decía aquella frase: la política está en otra parte. Ahora en esta nueva crisis de representación popular, con una década entera que devolvió la centralidad a las políticas de Estado como agente transformador, el feminismo tiene muy claro que es el Estado el interlocutor al cual se reclaman políticas públicas, y que es necesario ocupar esos espacios. El debate parlamentario puso en evidencia la deuda de buena parte de la clase política respecto de la dinámica de avanzada de nuestra sociedad civil.
Seguramente con algunas claves de esta ola feminista, podremos interpretar las fórmulas para construir representaciones políticas novedosas, que sepan interpelar las subjetividades presentes y que disputen el proyecto político y cultural de Cambiemos. Porque, el feminismo lo sabe muy bien, no hay igualdad de géneros en un modelo de profunda injusticia social.
*Secretaria de géneros de UTE-CTERA