Ni Una Menos 2017: El feminismo es irreversible
Por Jorge Giordano. Foto: Ailén Montañez
Una nueva y multitudinaria movilización bajo la consigna Ni Una Menos se adueñó el sábado del centro porteño, entre otros puntos del país. Una manifestación concreta de reclamos antes dispersos que se corporiza todos los 3 de junio desde el 2015, dejando un saldo considerable de feminismo en personas y organizaciones antes ajenas a la cuestión, como quien escribe.
Candela Rodríguez, Daiana García, Leyla Nazar, María Soledad Morales. Estos nombres, junto a las de muchas más, van pintados dentro de siluetas en una bandera con el mismo formato que la del 24 de marzo. Abuelas y Madres de Plaza de Mayo hoy en día afirman "haberse vuelto feministas", y vemos a Nora Cortiñas a la cabeza de la columna de Ni Una Menos. Horacio Verbitsky, entrevistado por Daniela Morán para la cobertura de FM en Tránsito, también piensa relaciones. Sobre el movimiento, opinó que “tiene una potencialidad como la que se expresó el 17 de octubre del '45 con la clase obrera, y a partir de abril del '77 con las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo”.
Un muchacho alemán está sorprendido. Dice que este tipo de movilizaciones no son tan masivas en su país, quizás por las manifestaciones menos explícitas que toma la violencia de género allá. El reclamo por aborto legal, seguro y gratuito le parece anacrónico: en Alemania (en ese momento "Alemania Occidental") es legal desde 1976.
La marcha está compuesta por una mayoría abrumadora de mujeres. Los cuerpos que caminan por la calle en lugar de la vereda marcan una subversión que resulta doble al correr a los varones del protagonismo. Esto se hace evidente, por ejemplo, al ver que algunas organizaciones montan puestos de distribución de volantes. En este mundo del revés, quienes ocupan el rol de promotores-militantes son los varones: las compañeras están en la columna, marchando.
Una movilización de este calibre está, por supuesto, constituida por intensos debates en su interior. Caminando hacia Plaza de Mayo veo las espaldas de mujeres que conforman una pequeña columna. Desde atrás, leo su bandera: "Ammar Capital". Dentro del mundo militante, la Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina tiene un grado de visibilidad mayor desde hace unos años. Me adelanto a la columna y al leer la bandera de frente, noto que hay un parche sobre "Ammar". La bandera dice "AMADH": Asociación de Mujeres Argentinas por los Derechos Humanos. Y la columna canta "no queremos sindicato" y "no queremos proxenetas amparados por la ley". ¿Ammmar pide por el fin de la prostitución? Una compañera sanjuanina me desasna: "son abolicionistas. Son una rama de Ammmar que se separó". Existen reglamentaristas, abolicionistas, prohibicionistas. Una discusión que está lejos de ser saldada dentro del movimiento.
Las imágenes de mujeres y trans decididas, convencidas y, por sobre todo, poderosas, me tienta preguntarles qué sienten. Lo evito. ¿Preguntaría lo mismo en una marcha de la CGT? La pregunta también debería funcionar en otro sentido. ¿Por qué no lo pregunto en una marcha de la CGT? ¿Los obreros de la UOCRA no tienen emociones? ¿Se molestarían porque les hago una pregunta "de maricones"? La revisión de esta y otras cuestiones de fondo nos va ocupando de a poco, en particular a los militantes de organizaciones políticas y sociales.
El patrullerismo que critica las formas de protesta feministas no está presente. Sí se ven múltiples intervenciones artísticas: una compañera menciona que le gustaría que hubiera todavía más, como el aborto de la Virgen María frente a la Catedral que se hizo en uno de los encuentros de mujeres. Otra compañera cree que las marchas están siendo muy parecidas entre sí, y que es necesario sacudir las cosas un poco (más). ¿Cómo se vería una marcha gigantesca hacia la puerta de algún medio de comunicación que avala discursos violentos hacia las mujeres? ¿O a la casa de un juez?
De cualquier manera, la marcha deja claro una cuestión: el feminismo es irreversible. Las discusiones van alcanzando con menor o mayor velocidad todos los ámbitos. Incluso en un sector tan machista como el movimiento obrero organizado, que se hizo presente con una columna de "Mujeres Sindicalistas", en un esfuerzo de unidad entre la Corriente Federal de Trabajadores de la CGT y la CTA. Es muy difícil imaginar un próximo gobierno popular que no contemple la mayoría de los reclamos del movimiento.
La columna de ATE fue una de las más llamativas. Durante la semana agitaron el ritmo de "Despacito" con la letra cambiada: "Las pibas de ATE vivas nos queremos/vamos a luchar porque se lo debemos/a todas las pibas que nunca volvieron". Llegó el día y veinte mujeres tocaron bombos verdes y blancos de manera impecable. Se me vinieron a la mente los bombos a destiempo, a veces horribles de algunos partidos en la cancha. La experiencia de ir a ver a un equipo conllevaba una experiencia de peligro y agitación, una rivalidad constante con la otra hinchada. Hoy en día los combates con rivales casi no existen, los visitantes no pueden ir a los estadios y está prohibido entrar papelitos y bengalas. La experiencia se parece cada vez más a la de un teatro, con espectadores que no participan. "Muchas veces fui preso y muchas veces lloré por vos", dice una canción de cancha. Hoy en día las que van presas son las pibas. Como Milagro, como Higui, como las detenidas en la razzia después del paro de mujeres. ¿Querés rebeldía? Hacete feminista.