Presa por lesbiana
Fotografía: Lucía Barrera Oro para Revista PEUTEA
Por Florencia Di Paolo | El texto utiliza lenguaje inclusivo.
Los cantos se escuchan desde dentro de la sala ubicada en la planta baja del edificio de la calle Paraguay. La voz de Yungano es tan débil como sus fundamentos, apenas se escucha lo que dice, pero casi al principio del documento pronuncia la palabra condena. Y les presentes protestamos el fallo, solo por unos segundos, para seguir escuchando mientras la furia se nos atragantaba.
Resistencia a la autoridad y lesiones a dos integrantes de la Policía de la Ciudad: Jonatan Rojo y Karen Villarreal. Fue la misma Villareal la que dijo que el hecho de que Mariana le haya tirado del pelo no fue intencional, ya que Mariana estaba cayendo al suelo y se agarró de donde pudo. En cuanto al delito bajo el que se la acusa, conoceremos los fundamentos el 5 de julio. Se ve que todavía tienen que inventarlos.
La defensa declaró que en el lugar de Constitución en el que Mariana Gómez y su esposa, Rocío Girat estaban conversando no había ningún cartel que prohibiera fumar. Mariana estaba fumando y un empleado de Metrovías le llamó la atención. Ellas señalaron la falta de carteles y el hombre llamó a un oficial que trató a Mariana de varón, la redujo y la golpearon. La mantuvieron esposada tres horas y en la comisaría le hicieron una requisa desnuda en el calabozo.
Cuando todo esto sucedió, Mariana ya no estaba fumando.
Según Rocío, Rojo estaba sin identificación. Cuando le tomaron los datos a ella, escribieron soltera en lugar de casada. Rojo se llevó a Mariana a la comisaría y no le dieron a Rocío ningún tipo de información al respecto. Lo que nos remonta a las prácticas más nefastas de nuestra historia.
Una de las presentes se levanta, se acerca unos pasos detrás de una de las columnas del lugar para escuchar mejor y se agacha. Desde el otro lado de la sala, uno de los guardias le hace señas a una oficial para que le llamara la atención y volviera a su lugar. Solamente pudimos entrar unas pocas compañeras y personas de prensa. Pero la puerta se abría y cerraba constantemente, unos hombres de traje que, presumo, no tenían nada más qué hacer ahí que ver la situación. Caminaban como si esa sala, ese suelo y todo el mundo les perteneciera.
Esa sala, ese suelo y todo el mundo les pertenece.
No por mucho más.
Entran dos de ellos y se paran delante de mí porque pueden. A pesar de la estatura y contextura física de ambos, puedo ver el rostro de Mariana en el medio de sus cuerpos. Me pregunto qué tipo de lesiones puede hacerle una de nosotras a uno de ellos todos escudados física y legislativamente. No por subestimar nuestra fuerza, sino por evidenciar la que los valida a ellos todos los días.
No la veo, pero escucho la voz de la autoridad hablando debajo del crucifijo colgado en lo alto de la pared de la sala, como un presagio inmaculado de todo lo que la jueza representa: el odio a lo popular y diverso. Marta Yunganoes lesbodiante. Marta Yunganodictaminó una sentencia debajo de un crucifijo, dijo: resistencia a la autoridad.
Ya hemos resistido demasiado.
El fallo se conocería el miércoles, pero la jueza lo postergó por los ruidos de la manifestación que se había convocado pidiendo la absolución inmediata de Mariana. Esta condena se da en el marco de un nivel inhóspito de proteccionismo hacia las fuerzas del “orden”. Este fallo es la doctrina Chocobar instalada en el poder judicial. Penan el deseo y penan el afecto. Quieren que nuestros cuerpos les obedezcan a las morales que cuelgan en sus paredes y en sus conciencias retrógradas y sangrientas. Quieren que abortemos en la clandestinidad y que besemos solo los labios de la heteronorma.
Para estas personas reclamar desde el amor y la indignación es solo ruido. Son el obelisco disfrazado de diverso en la marcha que conmemora los hechos acontecidos en Stonewall −que también tienen a la policía y al Estado como mercenarios de derechos− mientras la multitud debía frenar el tránsito por sí misma.
Y la multitud frenó el tránsito.
Y a este Gobierno se le cayó el disfraz hace rato. Hace rato que muestran las fauces rancias de hambre y odio. De encubrimiento y endeudamiento. De las armas en contra del pueblo, porque nos quieren hambreades, muertes o preses. Por eso a Mariana Gómez le hacen pagar el juicio que elles mismes orquestaron. Porque a sus trapos sucios los paga el pueblo.
La jueza Marta Yungano se levanta y camina mirando el piso. De repente las voces de afuera se amalgaman con las de adentro. Mariana grita que los presos tienen que ser los pedófilos. Sé que escuchó. Sabemos que escuchó. Pero la jueza se mira la punta de los pies: nunca va a poder mirar al pueblo a los ojos.