Susy Shock: "Nosotras salimos a buscar el derecho y pusimos el cuerpo para que suceda"
Por Pablo Russo
Posa para la foto con un paraguas multicolor, apoyada en la baranda de uno de los pasillos aéreos del Barrio El Sol. Los edificios del centro se recortan en el fondo celeste, a menos de mil metros de la zona de monoblocks. Un vecino mira curioso la escena, desde el balcón de su departamento. Finalizada la sesión, Susy Shock entra a la vivienda donde se aloja, para la entrevista con El Diario. Poco antes había compartido un almuerzo de guiso de arroz con pollo con la gente de la Biblioteca Pedro Lemebel, entre encuentros en sindicatos y reuniones con alumnos de secundaria. Más tarde llegará el turno de participar de un seminario en Trabajo Social de la UNER, para retomar luego el periplo al día siguiente. “Esto es trata de trava”, comenta sobre su apretada agenda, que incluye la presentación del libro Crianzas, y un toque con su banda De Los Colibríes, el sábado en la Vieja Usina. Es su tercera visita a Paraná, por iniciativa de un colectivo –“Reparando Alas”- que sueña con levantar una casa refugio para personas trans. Susy Shock, tanto como actriz, cantante y escritora -“artista trans sudaca”-, es una referente en la lucha por una sociedad con diversidad y respeto a las diferencias. Lo fue también del Frente Nacional por la Ley de Identidad de Género, que unió a más de quince organizaciones para la sanción de una de las leyes de avanzada en la materia a nivel internacional, aprobada en el parlamento nacional en 2012. Susy Shock se presenta y toma postura para reivindicar su derecho a ser.“Me considero lo que se insulta, lo que está abyecto, alejado, y lo que se oculta”, dispara.
Periodista: ¿Por qué te definís “trans sudaca”?
Susy Shock: Esto que han sido señales y palabras de insulto, tanto lo sudaca como lo trava, de repente nosotras lo empezamos a resignificar con un sentido de orgullo político desde donde nos gusta visibilizarnos. Es un modo de apropiarnos de esos insultos y descolocar al enemigo cuando le sacás eso con lo que te acusa. Si yo empiezo a sentir un orgullo de ser trava, esa palabra dejar de ser un insulto y pasa a ser una postura política desde donde abrir los diálogos. Somos unas generaciones que andamos reabriendo diálogos, rediscutiendo discursos. Desde mi lado, por el arte, y otras en otros campos del activismo. En el libro Crianzas la excusa es una tía trans que dialoga con su sobrino Uriel, ese es un poco el esquema, y de ahí plantear la posibilidad de que se nos mire desde otro lado que no sea la estigmatización de la sociedad. No solamente estamos para estar paradas en una esquina y ejercer la prostitución, sino que también tenemos otros saberes, podemos armar nuestras familias y un montón de cuestiones que tienen que ver con este re dialogar.
Periodista: Decís que es generacional, ¿En qué se diferencia este re dialogar de décadas anteriores?
SS: Pienso desde el regreso de la democracia para acá, una rediscusión de toda una época, es una etapa gigante ininterrumpida de crecimiento de los derechos humanos. Nosotras pertenecemos a los derechos humanos, los estamos reclamando, nos empoderamos desde ahí, aprendimos. Soy de la generación del Nunca Más, tengo 48 años, viví mi infancia en la dictadura y me encontré en la adolescencia con ese regreso de la democracia hablando lo que no se hablaba, cuando volvían los que se habían ido, y desde ese lado también mi propio transcurrir también fue generacional. No creo que las cosas se den a corto plazo, también retomamos cuestiones que fueron interrumpidas durante la dictadura y que antes habían tenido sus procesos, con sus lógicas de época, tímidamente. Somos una generación desde los 60 para acá. No se puede separar, sobre todo en la Argentina, una construcción de reclamo de derechos sin lo logrado en derechos humanos.
Periodista: ¿La actualidad es más amable para los travas que en tiempos pasados?
SS: Ahí tendría que hablar de la coyuntura puntualmente que no está buena, en este momento. Digamos que las épocas las hemos hecho nosotras. A veces hay un discurso que dice: “el país está más abierto, más permisivo”. No, nosotras hicimos los líos, activamos nuestra presencia, aprendimos del feminismo a meternos a discutir en todos lados. A mí no me dejaron hacer arte, yo me metí a hacer arte. Pero también aprendí de mis compañeras y de otras generaciones que había que meterse en los lugares donde no estábamos para decir “acá estamos”. Esa visibilización no fue algo que vino de afuera hacia adentro, de arriba hacia abajo, es una construcción claramente de discusión, de poner el cuerpo; y eso también implica un desacomodamiento del resto, de esa hegemonía donde nosotras no estábamos, para discutir política. Nosotras dejamos de ser leídas –aunque todavía seguimos, de alguna manera, criminalizadas o patologizadas en medios hegemónicos- para empezar a hablar de arte, para presentar un libro. No es que el mundo es el amable, nosotras salimos a buscar el derecho y pusimos el cuerpo para que suceda. Nadie te regala nada.
Periodista: Así se consiguió la Ley de Identidad de Género…
SS: Es una ley consensuada, militada, trabajada sobre todo por las organizaciones trans. Yo lo que hice y lo que hago es una presencia y un acompañamiento súper activo desde el arte. Acá hubo y hay lucideces enormes como Lohana Berkins, Diana Sacayán, Marlene Wayar… Diana y Lohana no las tenemos más, Marlene sí. Yo fui un granito de arena dentro de esas cacicas hermosas, increíbles, que se pusieron de igual a igual a discutir política. Acompañé desde el arte, las ensaladas las revolvieron ellas.
Periodista: ¿Cuál es tu militancia hoy en día?
SS: Estoy en Futuro Trans, de Marlene Wayar. Y hace un año nos hemos organizado en el Colectivo Lohana Berkins, después de su muerte, un grupo de organizaciones e individualidades que nos juntamos claramente para transitar este momento, esta coyuntura, esta vuelta a la derecha. Para no sentirnos tan solas, para protegernos, porque todo lo que es institucional policías se puso mucho más complejo. No es que antes era un paraíso de rosas, no, pero claramente hay un empoderamiento del aparato represivo. Y nosotras sabemos oler eso.
Periodista: ¿A eso te referías con que la coyuntura no está buena?
SS: Si, y además porque las travas somos coyunturalmente pobres, y en esa cadena de desarmado de la posibilidad de un cierto bienestar, somos las primeras que caemos. Yo tengo mis privilegios desde el arte, lo que no significa que sea fácil, porque también noto mucho la complejidad porque trabajo con las personas, y las personas dejaron de tener laburo, les cuesta venir a pagar una entrada, comprar un libro. Yo trabajo en el arte y en el arte necesitamos de la gente que llene los centros culturales, los espacios, se tome una cervecita y pague la entrada, ponga en la gorra y compre un cd. Eso es lo que está complejo ahora, se empieza a notar de una manera muy fuerte. Y después está la sensación del miedo, a Sacayán la mataron por trava, y era una dirigente muy conocida en Buenos Aires. ¿Qué le pasa a una trava en La Matanza, en Salta, en Paraná, sin la estructura de las grandes ciudades que aparentemente nos protegen? Vivo en Liniers, en el límite con la provincia de Buenos Aires, me crie en el conurbano oeste, soy “tren Sarmiento” digamos. Ahí se nota mucho más, Liniers es la demostración de la desintegración del país. Cada vez más gente pidiendo, vendiendo cosas, y una fila muy grande para comer. Lo veo, vivo en la misma cuadra que la iglesia San Cayetano. Hay más chicas en la prostitución, y más jovencitas. Antes teníamos la posibilidad de soñar con un bachillerato trans, con inclusión. De soñar, ese piso de estado de derecho, de igualdad que significa la Ley de Identidad de Género desde donde construir, es lo que está en déficit. No por la ley, sino por la desintegración social.
Periodista: Hablás de las prevenciones frente a la derecha, pero la izquierda tradicional también ha sido discriminatoria respecto a la diversidad…
SS: Sí, pero ese también era un mundo. El mundo estaba así. Cuando me dan ejemplos concretos de otros países y los socialismos que han sido así, yo digo que acá, sin socialismo ni revolución, también partimos de un machismo y patriarcado estructural que hay que ponerse a discutir, y que recién creo en el último tiempo, muy tímidamente, empezó a desacomodarse y a permitirse discutir. El varón empieza a discutir su poder y su rol, su acción concreta por omisión o por acción de estas violencias. Y son procesos lógicos. Hay un camino. El feminismo pasó mucho antes, nosotras venimos siempre tarde a todo. Cuando agarramos una vorágine posible de repten hay construcciones culturales que han podido estar por arriba de los vaivenes económicos. Como pasa con la causa de derechos humanos y estas construcciones culturales. Hoy hablábamos de un ejemplo súper válido: los varones se encuentran se dan un beso, la policía en la esquina se encuentra y se da un beso, eso no pasaba hace 10 años, era mirado como una debilidad, como algo gay. En Latinoamérica los varones no se dan besos, aun siendo gay, y eso es parte de cómo hemos ablandado al mundo –lejos de pensar que lo venimos a mariconear- lo que hicimos es darle otra sensibilidad, otra posibilidad. Darse la mano es un símbolo de la edad media: los varones se daban la mano para demostrar que no estaban armados, más que un saludo era un hecho de sospecha. Entonces, bienvenidos que se besen los hombres para encontrarse, y no se pone en duda con eso ninguna masculinidad ni nada, pero fíjate que es un cambio en el cuerpo, y no es algo de dos o tres años sino una construcción de décadas. Es continuo, superador. En ese punto tengo mucho optimismo. Pero hoy las chicas siguen paradas en la calle, con documento y todo, hoy se empeora la calidad de vida, el acceso real al trabajo en un momento en el que se pierde el trabajo. Todas esas cuestiones son las que preocupan cuando en realidad tendríamos que estar creciendo desde ese piso logrado para arriba.
Periodista: Es tu tercera visita, pero siempre estás rodeada de un microclima. ¿Llegás a vislumbrar algo de la idiosincrasia de la sociedad paranaense?
SS: Sí, el mundo es otra cosa. Me parece que la sociedad paranaense no es ajena a como es el país, que tiene avances y retrocesos culturales, y enormes reacciones a esos avances. Reacción violenta que aparece, basta ver las muertes, los asesinatos por odio; pero también creo mucho en el piberío, en las nuevas generaciones. Siento una enorme complicidad con ellos, veo que se acercan al arte, a estas otras informaciones desde el are. El mundo es otras cosas, pero resulta que también somos cada vez más haciendo esto otro. Después, puedo estar parada esperando el colectivo y soy una trava más y recibo lo que recibe cualquiera de mis compañera. Pero creo sobre todo en lo nuevo. Esto está irremediablemente condenado a desaparecer, tardará décadas, pero es lo viejo, y lo nuevo está asomando ya. Y no hablo de ser gay, lesbiana o trans; hablo del varón y la mujer nueva, de esa sensibilidad y esa complicidad que yo siento cuando están los pibes. Sin mandatos, con otras cuestiones, otros horizontes.
Hablar desde el cuerpo
En las actividades de Susy Shock en Paraná, sea con docentes, trabajadores sociales o alumnos, la artista intenta convocar a pensarse y comunicarse desde los cuerpos presentes. “Estoy intentando que empecemos hablando desde el propio cuerpo, que dejemos de pensar en un cuerpo que no está entre los que estamos hablando, y que no está a la hora de enfrentarnos con esa infancia. Que la maestra hable desde su cuerpo, que nos leamos desde el cuerpo que portamos, para dejar de responder en nombre de un cuerpo hegemónico que no somos nosotros y nosotras. A veces somos muy sumisos y le hacemos la mano de obra a una hegemonía, castigamos, sobre todo a las infancias, diciendo cómo hay que ser varón, cómo hay que ser mujer. Qué es ser varón y qué es ser mujer, y nadie habla desde su cuerpo, hablan desde una idea de lo que es ser una cosa o la otra. Estamos atravesados por masculinidades y feminidades, no podemos leernos en nuestras nuevas formas de ser y seguimos colonizando, aprisionando, enajenando en nombre de algo muy violento. En los talleres empezamos reconociéndonos para hablarnos desde nosotros y no desde Brat Pitt y Angelina Jolie, que no están acá. Y desde lo que somos, dejemos de castigar, porque en realidad tenemos más que ver con lo distinto entre todos y todas, mucho más del o que pensamos”, comparte Susy. “Con los chicos también, cada cual empieza a decir en qué se siente castigado, en qué le hacen sentir discriminación, en qué le joden la vida; y entonces resulta que tenemos muchos puntos en común. Andamos jodiendo la vida en nombre de hegemonías que no somos. Porque somos gordos, gordas, morochas, y a veces somos los propios padres y madres los que los castigamos”, analiza.
Fuente: El Diario