Siria en el espejo libio
Por Joaquin Espert I A pesar de las múltiples diferencias históricas, políticas y religiosas entre las realidades de Libia y Siria, la sucesión de hechos que llevaron al derrocamiento de Muammar Gadafi el 20 de octubre de 2011 se asemejan a la insurrección en curso contra el presidente sirio Bashar Al Assad.
En ambos países las protestas populares surgieron inspiradas en la llamada “Primavera Árabe” y la respuesta de los gobiernos consistió en una fuerte represión y denuncias de injerencia extranjera en la organización de las manifestaciones.
A la par de la vía represiva, existieron intentos de aplacar los clamores populares mediante promesas de apertura política. Sin embargo, las reformas fueron consideradas insuficientes por los opositores. Se conformaron en ambos casos los “Consejos Nacionales”, a los que los países occidentales reconocieron rápidamente como los interlocutores de la rebelión.
El siguiente paso en ambos conflictos consistió en la organización de ejércitos regulares, con la participación de militares desertores y la colaboración encubierta de países extranjeros. A principios de abril del año pasado la cadena de noticias árabe Al Jazeera consiguió testimonios de miembros de la rebelión libia que afirmaron que fuerzas estadounidenses y egipcias entrenaban a los combatientes, mientras la BBC informó el 29 de junio que Francia realizó envíos aéreos de armas ligeras y municiones. El jefe militar del Consejo Nacional de Transición libio, Abdel Fattah Yunes, comentó por su parte a Al Arabiya el 17 de abril que sus fuerzas contaban con “armamento avanzado aportado por naciones amigas”.
En lo que se refiere a Siria, el 5 de agosto de este año el diario inglés Daily Mail divulgó que militares británicos entrenan a los rebeldes, además de equiparlos con equipos de comunicación. Por otra parte, la agencia internacional de noticias Reuters citó a una fuente en el gobierno de EE.UU. que reconoció que, luego de la firma de una orden presidencial confidencial, ese país mantiene un comando central operado por Turquía y sus aliados cerca de la frontera siria. Según informó la cadena estadounidense NBC News el 31 de julio, el Ejército Sirio Libre obtuvo desde esa zona fronteriza unos 20 misiles tierra-aire, que se sospecha provienen de Arabia Saudita y Qatar.
En medio del fracaso de los intentos de mediación de organismos internacionales, los enfrentamientos en ambos países derivaron en un virtual empate, con la resistencia de los rebeldes en algunos reductos y la lucha calle por calle por el control de varias ciudades. Los opositores libios quedaron por varios meses estancados con el control de Bengasi y parte del este, mientras los insurrectos sirios, en cambio, no logran al día de hoy tomar el poder de una gran parte del territorio, sino que mantienen la lucha en los suburbios de la capital Damasco y de Alepo, centro económico del país.
Así se llega entonces a la situación actual en territorio sirio, donde los rebeldes solicitan públicamente el apoyo internacional, tal como sucedió en Libia. Allí el enfrentamiento comenzó a resolverse a favor de la oposición a partir de la resolución 1973 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, aprobada el 17 de marzo de 2011. Ésta habilitó a una coalición de países encabezada por Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia a “defender a la población civil” mediante el bloqueo del espacio aéreo del país africano. Un mes después, la OTAN tomó el mando de las operaciones y se ocupó de bombardear las posiciones militares de Gadafi, lo que permitió a los rebeldes lentamente arrinconar al líder libio hasta su derrota y asesinato en Sirtre el 20 de octubre de 2011.
En cuanto a Siria, en la ONU por ahora sólo existió una condena no vinculante de la Asamblea General por el uso de armamento pesado y violaciones a los derechos humanos. La votación contó con el rechazo de Rusia y China, que con su poder de veto en el Consejo de Seguridad ya han bloqueado tres intentos de resolución similares a la empleada para la intervención en Libia. Sin embargo, el pasado 11 de agosto, la secretaria de Estado de EE.UU., Hillary Clinton, se reunió con el canciller turco, Ahmet Davutoglu, para analizar cómo apoyar a los rebeldes y declaró a la prensa que la creación de un espacio de exclusión aéreo está entre las opciones.
Al igual que en Libia, gran parte el destino de la guerra civil siria se definirá entonces por la posibilidad de una participación directa de las potencias, impulsadas por sus intereses geopolíticos en la región. Rusia, por ejemplo, por ahora rechaza una misión internacional porque está especialmente preocupada por mantener en suelo sirio la base naval de Tartus, su única salida al Mediterráneo. Por su parte, Estados Unidos y su gran aliado en Medio Oriente, Israel, se plantean como objetivo lograr un gobierno afín en Siria como un paso adelante en el dilatado conflicto con Irán. Sin Al Assad, el gobierno iraní de Mahmud Ahmadinejad quedaría prácticamente cercado.
Es improbable que Barack Obama adopte en Siria una doctrina similar a la de George W. Bush en Irak, con una intervención militar sin mandato de la ONU, por lo que por ahora continuarán las negociaciones para lograr una resolución que habilite a bombardear.