Trump le ganó al establishment económico, mediático y político
Por Sergio Lanzafame
Los analistas de todo el mundo intentan explicar por estas horas por qué ganó Donald Trump las elecciones en Estados Unidos. Y aunque sea una preguna válida, no es la única que podríamos hacer. Otra que tenemos a mano sería ¿si Hillary ganaba hubiera sido todo mejor? La crisis económica que estalló en 2008 fue sólo un eslabón de una cadena que comenzó a construirse desde la asunción de Ronald Reagan en 1980 y que tiene hoy atrapada a casi todo el mundo. El neoliberalismo,
impulsado y sostenido por el sistema financiero internacional, avanzó despiadadamente por “el país de las oportunidades” y generó mucho más que pobreza.
Los sucesivos gobierno de Obama, que simplemente no tocaron el status quo reinante a pesar de sus promesas de igualdad, sólo surfearon por sobre la crisis con la intención dejarla atrás sin mayores consecuencias. No lo logró y el resultado fue simplemente la desesperanza. Y lo que pasó es que el gran sueño americano se terminó para millones de estadounidenses luego de ver que a la vuelta de la esquina no había más que “lo mismo”.
Pero las “alternativas” aparecieron.
Por allí apareció un tal Bernie Sanders, que con un discurso reparador intentó redimir al decrépito partido Demócrata y despertó nuevas esperanzas y pasiones. Y una cantidad inmensa de estadounidenses comenzaron a creer otra vez en la política. Planteó un combate frontal contra el capitalismo financiero y una revalorización de la cultura y el trabajo propios. Pero no alcanzó y Hillary Clinton fue proclamada candidata. Sin embargo, Bernie ya había comenzado a trazar un camino. Y ahora, con su partido derrotado, quedó en la primera línea de la resistencia. Hoy es un referente indiscutido de un camino diferente en ese país. Pero la ex primera dama era lo mismo de siempre. Y: ¿por qué habrían de votar los desesperanzados a lo mismo de siempre?
Así apareció el representante del pasado. Alguien que apeló la grandeza de lo que fue. Y entonces muchos aferraron a una ilusión que reflejaba un espejo extraño y deforme aunque pertenecía a un partido vetusto y oxidado. Los republicanos, cada vez más radicales en su conservadurismo, presentaron sus candidatos. Cada cual más retrógrado que el otro. Pero el señor Donald Trump les ganó a todos. Con un discruso xenófobo y agresivo convenció a millones de almas desangeladas. Los inmigrantes y los musulmantes fueron sus chivos expiatorios y la “vieja” política con el “sistema financiero” sus blancos móviles. Aunque la priomesa de trabajo para los norteamericanos fue su gran acierto.
Con eso y algo de tosudez logró ganarle a todo el establishment económico, mediático y político. ¿Pero cómo hará este CEO, de los de siempre para ser un Roosevelt del SXXI? ¿Será más pillo y menos torpe? ¿Cómo hará un millonario tosco y llano de pensamiento decimonónico para ser el gran líder que su pueblo necesita?
Tal vez la heterodoxia que pregona ayude. Pero la política norteamericana no podrá salir de este atolladero histórico fácilmente.
Entre republicanos y demócratas las fisuras están a la vista. Y es posible que provoquen fracturas, por derecha y por izquierda. Los sectores populares en nuestra latinoamerica ya cinchan con el señor Sanders sabedores de que es la mejor alternativa. Con don Jeremy Corbyn en Gran Bretaña y Podemos en España, entre otros. Sabemos también que ni Trump, ni Le Pen en Francia, ni Nigel Farage en Gran Bretaña o AfD en Alemania son una alternativa buena. La brutalidad fascista siempre dispara hacia la injusticia social. Y también sabemos que el progresismo “amigo” del mercado no es más que un fraude. Como lo era Hillary Clinton.
El martes hubo un quiebre. Pero no fue que haya triunfado Trump. Lo fue que haya sido cuestionado el sistema político y económico reinante en el corazón del imperio.