Washington Post advirtió que la Argentina "está en graves problemas económicos”
Texto original del Washington Post
Traducción: Jorge Giordano
El ascenso de un gobierno reformista y pro-democracia en Argentina hace tres años fue uno de los desarrollos más positivos en una región plagada de peligroso deterioro político en lugares como Venezuela, Brasil y Nicaragua. El presidente Mauricio Macri representó una victoria para las fuerzas de su país que querían poner a la prosperidad, la gobernanza honesta y la integración con la democracia occidental capitalista por delante del nacionalismo populista de izquierda de su predecesora pro-Venezuela, Cristina Fernández de Kirchner, cuyos años de desgobierno habían llevado a al país a la crisis financiera.
Aún así, hoy en día Argentina se encuentra nuevamente con graves problemas económicos. El peso perdió alrededor de la mitad de su valor frente al dólar en el último año, con la devaluación acelerándose en las últimas semanas. Con capitales extranjeros huyendo del país, pronosticadores en Argentina estiman que la economía crecería apenas 1,5% este año, con una inflación en rumbo al 27%. La situación podría amenazar la capacidad del país para cumplir con los vencimientos de deuda externa. Esto conlleva una enfermiza familiaridad; misteriosamente se asemeja a los aprietos del final de la presidencia de Fernández de Kirchner y, ciertamente, episodios similares han ocurrido en intervalos perturbadoramente frecuentes a lo largo de la historia moderna de Argentina.
En algún punto, Macri sólo puede culparse a sí mismo. Apenas comenzada su administración, llegó a un acuerdo con los acreedores externos de Argentina, a quienes su predecesora estafó ostentosamente, reestableció la integridad de las estadísticas públicas y prometió instituir reformas estructurales permanentes. Eso permitió que la Argentina reflotara su economía con decenas de billones de dólares en nuevos préstamos. Hasta el final del último año, eso pareció funcionar: la coalición de Macri ganó las elecciones de medio término e impulsó la necesaria reforma previsional en el Congreso. Aún así, en demasiadas áreas, Macri cedió a su entendible deseo de aislar al público de la dolorosa pero necesaria austeridad. Esto dejó a la Argentina en una situación vulnerable frente a la fuga de capitales cuando la Reserva estadounidense aumentó su tasa de interés.
Argentina ahora se ve obligada a aumentar la tasa de interés de su Banco Central hasta un 60% y solicitar una línea de crédito de 50 mil millones de dólares con el Fondo Monetario Internacional, necesario para pagar sus cuentas y reestablecer la confianza de los inversores privados, cuyos capitales requiere. En otros movimientos para recaudar efectivo en el corto plazo, el gobierno reinstauró retenciones a las exportaciones y armó un nuevo paquete de recortes presupuestarios, abandonando el "gradualismo" fiscal de años anteriores. "El mundo decidió que... tenemos que movernos más rápido", admitió Macri.
Ciertamente, deben hacerlo - y la oposición política se moverá rápido para aprovecharse del dolor de los argentinos. Afortunadamente, tanto la administración Trump como el FMI han brindado señales de respaldo hacia Macri, que debe enfrentar una campaña para su reelección el año que viene. A pesar de sus errores, está intentando que Argentina se deshaga por fin de su adicción populista y las políticas erradas que conllevan. Mientras esté dispuesto a tomar riesgos políticos por esta causa, sus amigos en el extranjero no deben abandonarlo.