Adiós a Bianchi: la racionalidad de un dirigente de fútbol
Por Enrique de la Calle
El presidente de Boca Juniors, Daniel Angelici, decidió luego de una reunión con su comisión directiva concluir el contrato que Carlos Bianchi mantenía con la institución. “Fue una decisión difícil, pero necesaria”, dijo escuetamente el hombre en una conferencia de prensa.
La decisión no sorprendió a muchos: el entrenador estaba haciendo campañas irregulares desde su asunción hace casi dos años. Eran cada vez más las voces que pedían un cambio. Así las cosas, hasta se pueda hablar de legitimidad en el camino elegido.
Se ha repetido que eran modestas las estadísticas de Bianchi en este tercer ciclo. ¿Las del Vasco Arruabarrena? ¿Cuáles son los pergaminos que lo llevaron al banquillo más caliente de la Argentina? ¿Alcanza con un pasado glorioso como marcador de punta en el club (dirigido por el propio Bianchi, por otra parte)?
A partir de septiembre, entonces, Boca deberá pagar dos contratos: el de Bianchi y el del sucesor. ¿Tiene sentido ese disparate? Eso ocurre porque la comisión directiva decidió firmar un extenso vínculo, por tres años, ¡que sabía que solo iba a cumplir si era exitoso!
Con un desatino más: pudo rescindirlo en julio pasado, como lo establecía una cláusula, sin que le significara ningún costo económico extra al club. Además, en aquel momento su reemplazante pudo asumir con un plantel elegido por él mismo y realizar su propia pretemporada. Detalles. Angelici (acompañado por la comisión directiva) aseguró que “Carlos es el hombre necesario para sacarnos adelante. Queremos que siga hasta fines de 2015”. Sesenta días después se cree que ese nombre es el de Arruabarrena, que en Argentina dirigió solo a Tigre, logrando el 46 % de efectividad. Con ese guarismo en el xeneize, será echado en diciembre.
Como conclusión, digamos que la racionalidad aplicada por los dirigentes xeniezes vale para casi toda la dirigencia del fútbol argentino. En torneos tan parejos, tal vez, hasta pueda salir bien la jugada del cambio de un DT a mitad del río. Es la magia del fútbol. O el fútbol como magia.