Apocalispsis blau
Por Ulises Castaño
El Barsa, como es sabido y hasta esperable, desde lo que se conoce como “la era Guardiola” para acá, se malacostumbró, como suele decirse. En cualquier caso, digamos que subió aun mas el listón de uno de los mejores equipos del fútbol mundial, desde siempre. El caso es que, desde la consolidación de esa formula de buen juego asociada a resultados, los partidos que el equipo catalán se ve realmente comprometido a ganar cada año de cara a mantener ese nivel son los definitorios, es decir, relativamente pocos en relación a la cantidad total en caso de avanzar en todo lo que dispute. De alguna manera, los encuentros que componen el camino hacia las instancias finales de tal o cual certamen, conforman el grupo de “los ganables”, e incluso gran parte de ellos cómodamente. Es ingrato, injusto, y muchas cosas mas que sea el Tata en este caso quien pague el pato en caso de que las versiones sobre su salida al término de la temporada se confirmen, pero tampoco podría ser de otra manera visto desde este ángulo.
Ahora bien, si en estos pocos y por cierto muy difíciles, picantes, bravos partidos, muchos de los cuales además suelen ser clásicos, la idea, la filosofía de juego de un equipo no consigue imponerse, es menester que aflore cierto espíritu de lucha al menos, de testarudez y arrebato. Esto, una vez mas, hoy contra el Real Madrid por la final de la copa del Rey como ayer frente al Atlético por los cuartos de final de la Champions, no se vio, y enferma. Si, enferma, deteriora, mas allá de la derrota misma. Que esto se entienda: uno va como perdiendo vidas, o rayitas de energía como en esos jueguitos que nunca termino de entender. Mmmmmmm....esa cosa cómoda y apática de play station se parece a este Barsa, o al revés.
Cuando hace unos días, a propósito de la derrota frente al Atlético de Madrid del Cholo Simeone, decíamos en esta misma columna que el Barsa, aún contra las cuerdas y en un partido a todo o nada, no había sabido recurrir a una versión mas aguerrida de si mismo básicamente porque parece no tenerla, nos referíamos a algo que volvió a repetirse frente al Real y que puede expresarse, además de los tradicionales “huevos” ( y no de pascua precisamente) como la ausencia de cierta malicia. Malicia, por ejemplo, para hacer una falta táctica a Bale cuando sale disparado para el segundo gol que finalmente liquidó el partido.
Mas allá de quien haya tenido que lidiar con la ingrata situación de disputar una carrera llana frente al meteórico jugador galés -en este caso el juvenil Bartra, no solo un incipiente jugador con una interesante proyección, sino el autor del único gol de su equipo-, se percibe en esa jugada, como en otras a lo largo del partido, ese como desconocimiento de la maldad mas elemental, esa que no tiene que ver con la mala intención sino con la supervivencia.
A veces, un equipo, por no decir todo conjunto humano, debe desbordar las fronteras de civilidad que los contienen y atan a la comodidad de ser para pasar a la lucha por ganarse ser de nuevo. Ni hablar de ser una fila de cabezas que van como al matadero, o sobre una escalera mecánica camino al aeropuerto, guardando perfectamente la compostura y el lado correcto para avanzar, aunque el avión este carreteando, sin arremeter contra los vecinos, circunstanciales oponentes.
Esta apatía se pagó cara ayer, hoy, y siempre. Así como el Barsa supo enseñar que el fútbol sigue siendo el mismo en muchos aspectos, simple sin dejar de ser efectivo por ejemplo, también enseña- acaso por la sola evidencia de sus horas mas terribles, esas que mas que alimentar el morbo develan el carácter febril y efímero de ciertas ilusiones- que la guadaña no puede quedarse en el locker del vestuario, como vestigio de épocas remotas, sino estar siempre a la mano, lista para encabezar la batalla final.