Cholo: uno podía pasar

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Cholo: uno podía pasar

11 Abril 2014

Por Ulises Castaño

Mas allá de la realidad histórica y no por ello menos actual (el sufrimiento y otras yerbas que caracterizan a la afición colchonera y que su técnico destacó, a manera de arenga, hace unos días en conferencia) Simeone leyó muy bien el efecto que la potenciación anímica (su marca como jugador) puede tener no solo para etapas definitorias, sino en concreto para afrontar encuentros como el del pasado miércoles contra el Barcelona, donde ante el fragor de la disputa y lo ajustado del resultado final, el temperamento terminó por inclinar definitivamente la balanza.

Llamar deslucida la actuación del equipo del Tata es decir poco, DESANGELADO seria mejor, para utilizar un término bastante corriente en la península ibérica y en el cual podría encontrarse el talón de Aquiles que no pocos mencionan, aunque reconozcan el nivel técnico del equipo catalán.

La pregunta sobre si fue mérito del Atlético haber asistido a casi la peor versión del Barsa de que se tenga memoria en años es sumamente injusta en ambos sentidos. Los méritos del Atlético son haber jugado un partido sumamente inteligente y no solo eso, sino también con la intensidad que el desafío demandaba, mordiendo y corriendo con una convicción envidiable, aún disminuidos con la ausencia de su goleador, Diego Costa, entre otras desventajas que en los papeles favorecían al poderoso equipo culé. Por su parte, el Barsa no tuvo de dónde sacar una versión más aguerrida para suplantar el escaso fútbol y acorde a la importancia del desafío, porque en términos generales carece de esa versión, al menos no en la proporción ni con la naturalidad que se vio en los Simeone. Hasta los centros que termino intentando el equipo catalán sonaban como parte de un repertorio muy poco ensayado.

Por otro lado, si a la pobrísma producción del equipo en su conjunto le sumamos, parafraseando a Italo Calvino, que Messi fue “el caballero inexistente”, tanto en el juego de fina técnica y goles al que nos tiene acostumbrados como en la posibilidad de generar algo desde sí hacia los demás (el famoso “ponerse el equipo al hombro”) las posibilidades se achican aún más. Acaso Neymar fue quien más y mejor intentó e incluso fue quien más cerca estuvo de anotar cuando conectó un centro de cabeza que se fue cerca del palo de Courtois. Toda una imagen de la incapacidad de generar juego del equipo catalán.

En el ya clásico “Las ciudades invisibles”, Italo Calvino cuenta la historia de una ciudad llamada Ersilia, en la que finos hilos de diferentes colores conectan y establecen las relaciones que rigen la vida en ese lugar. Calvino dice: “Cuando los hilos son tantos que ya no se puede pasar entre medio, los habitantes se van: se desmontan las casas; quedan sólo los hilos y los soportes de los hilos” Luego, los prófugos vuelve a edificar Ersilla en otra parte.

Como en el relato de Calvino, queda un aire desolado y triste después de una actuación como la del Barsa ayer. Fue como ver esos hilos que conforman el esquema de uno de los mejores equipos del mundo pero nada mas, solo el esqueleto vacio, un todo inanimado ante la ausencia de los hombres.

Para el Barsa, habrá que esperar al siguiente compromiso definitorio (la final de la Copa del Rey frente al Real Madrid el próximo miércoles) en esta seguidilla que viene afrontando el equipo del Tata, para ver si se consigue volver a construir, en otro terreno, aquella ciudad no solo del buen fútbol, sino también de la determinación ganadora.

Para los de Simeone, esperar el cruce contra el Chelsea de Mourinho en las semifinales de la Champions League. Los otros dos equipos que disputarán esa instancia son el Bayer Munich de Guardiola, y el Real Madrid de Ancelotti. Luego, culés y colchoneros volverán a batir sus almas en la última fecha de la liga española, disputa en la cual los de Simeone corren con un punto de ventaja.