¿Consciente incolectivo?
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Por Ulises Castaño
Algún tiempo después, consultado sobre la exclusión de Maradona del mundial de fútbol USA 1994, Alejandro Dolina confesó que en aquella oportunidad no quería tanto que ganase la argentina como que ganase Diego. Maradona venía de atravesar un verdadero “calvario televisado” para estar en condiciones de afrontar primero un repechaje por eliminatorias frente a Australia y luego el mundial, y por aquellos días, la confesión de Dolina, sin riesgo a exagerar, no solo tenía mucho de esa poética lúcida en reconocimiento del ídolo popular caído en desgracia, sino que además bien podía entenderse como la expresión de un inconsciente colectivo para el cual su voz era el conducto que aseguraba su manifestación pública.
El domingo último, en un pasaje del partido entre Barsa y Athletic de Bilbao que ganaron los catalanes por 2 a 1, más precisamente después que Messi convierte el segundo gol, la transmisión televisiva se queda unos segundos con un Martino risueño al borde la linea de cal; visiblemente feliz aunque medido. Y esa risa, contenida pero liberadora, parecía tener mucho de aquella confesión Doliniana, mas aún sabiendo que la actualidad del equipo azulgrana no da para entusiasmarse mucho.
¿Pasa algo de esto, a su propia y ajustada medida desde ya, hoy con Messi? ¿Se entusiasma Martino antes como argentino, -como hombre de fútbol desde luego-, pero sobre todo como el hincha argentino que espera ansioso el mundial, y en este una participación lo más plena posible (por no decir salvadora) del diez de la selección, a pesar de que muchos no lo reconozcan, disfrazando su opinión al mejor estilo Sabella, que es la de priorizar el equipo por sobre todas las cosas?
¿El solo hecho de ser, -en términos futbolísticos y actuales, pero sin dejar de reconocer o al menos buscar en una tradición-, argentinos a la espera de un mundial, nos transforma necesariamente en cosa tan heteróclita como sabellianos a la vez que messianicos y desde luego argentinistas en el sentido tradicional (incluidos tanto menottistas como bilardistas) del término?
¿Se puede ser todo eso a la vez? ¿No está implícito al menos “el tono” confesional de aquella expresión doliniana hoy como ayer, cuando nos debatimos entre una cosa y otra, y todo eso mezclado con la ilusión de ser campeones sin importar mucho cómo ni a qué precio?
Tal vez la de Dolina sea una de esas confesiones que solo pueden hacerse a posteriori, con el diario del lunes como se dice, o bien siendo el propio negro. Pero si tuviéramos que confesar esto hoy mismo, respecto de Messi y argentina de cara a junio, ¿por donde pasaría el eje de nuestro inconsciente colectivo? Ojo, no de la mayoría, sino de ese sentir mas o menos generalizado, aunque inconfeso. Y en el caso supuesto que la elección de lo colectivo primase sobre lo individual, ¿no es esta elección acaso una manera subterránea también, velada, inconsciente, de decir que queremos que al diez le vaya de puta madre?