Derrota clásica: otro River - Boca sin visitantes
Por Horacio Bustingorry
Mucho se habló en la previa sobre las similitudes entre el partido jugado por Copa Sudamericana y el acontecido diez años antes por la Libertadores. En la reciente definición, el triunfo de River pareció poner punto final a las similitudes. Sin embargo, hubo una analogía que pasó prácticamente desapercibida: Por segunda vez en la historia, un superclásico por copa internacional se jugó sin hinchadas visitantes.
Hace 10 años el problema se suscitó producto de desavenencias entre la Conmebol y el Programa de Seguridad en Espectáculos Futbolísticos (Prosef) cuyo titular era Javier Castrilli. El organismo rector del fútbol sudamericano sostenía que por el contrato firmado con la empresa dueña de los derechos de televisación, el cotejo debía disputarse en horario nocturno. Como el Prosef quería a toda costa programar el encuentro a la tarde, la solución encontrada fue organizarlo por la noche, pero sin hinchada visitante. Los clubes accedieron a esta última opción, ante la fata voluntad del organismo de seguridad para garantizar las dos hinchadas.
Mínimas resistencias
Antes del primer partido jugado en la Bombonera, unos 200 hinchas de River reclamaron en la AFA la revisión de la medida. La ruidosa concurrencia vociferó una catarata de insultos contra Castrilli, Julio Grondona y el entonces presidente de Boca, Mauricio Macri. Algunas de las consignas inscriptas en las pancartas fueron “No expulsen al hincha" y "Castrilli, vos sos igual que Perrota", en alusión al juez que inauguró el ciclo de prohibiciones que tanto mal le han hecho al futbol argentino. También hubo lugar para la presentación de un recurso de amparo que sería rechazado por el fiscal correccional, Ángel Nardiello.
Por su parte, los hinchas de Boca manifestaron su descontento durante el partido, dedicando cánticos hostiles al titular del Prosef. En uno de los palcos del estadio una bandera expresaba el sentir de los fanáticos boquenses: "Castrilli, retirate y dejá vivir el fútbol". Durante los días previos a la revancha en el Monumental, circularon rumores de que hinchas de Boca se habían asociado al club millonario para obtener su entrada. Algunas versiones planteaban que la cifra superaba el millar. Lo cierto es que después del partido ocurrieron disturbios en la platea San Martín al detectarse supuestos infiltrados xeneizes, que habían hecho caso omiso a la advertencia manifestada días atrás: "Si sos de River, vení con la camiseta puesta. En el Monumental vamos a ser todos de River. Si no traés tu camiseta, sos bostero”.
El periodismo también sumó su voz de repudio. Los calificativos de los diarios remarcaban lo inédito, extraño y absurdo de la medida. El tenor de las notas iba desde la sorpresa y el asombro hasta el cuestionamiento y la indignación. Nadie podía imaginar que esta resolución que se presentaba como histórica y excepcional, se convertiría en la norma 10 años después. Sin embargo, un periodista de La Nación se interrogaba con premonitoria retórica: “¿Se tomará la variante como un precedente peligroso en el futuro?” Resulta ocioso brindar la respuesta.
10 años después
Las mínimas resistencias para doblegar la medida debe haber convencido a más de uno que este era el camino para terminar con la “violencia”. El hincha argentino, más acostumbrado a movilizarse por el amor a sus colores −aun asumiendo incontables riesgos−, que a hacerlo políticamente, no pudo contrarrestar esta avanzada contra su cultura futbolera. Aquellos partidos jugados en junio de 2004 fueron el puntapié inicial para que en la actualidad estén prohibidos los visitantes en todas las categorías. Lo que en aquél año era inconcebible, hoy es la pintura habitual de los estadios. ¿Podrá revertirse esta tendencia? Sólo los hinchas tienen la respuesta.