La cancha inclinada: un siglo de desprecio europeo al fútbol sudamericano
“¡El futbol cambió de estilo! ¡El 4-2-3-1, FUERA! ¡Doble pivote, FUERA! ¡Brasil juega con Casemiro, FUERA! ¡España juega con carrozas en el mediocampo, FUERA! ¡Ganó el vértigo! ¡El fútbol cambió! ¡Los tres volantes de Argentina VUELAN!”
En el mar de videos tras ganar la Copa del Mundo, hubo uno que se volvió viral: es del ex futbolista Jorge D’Alessandro en El Chiringuito de Jugones, programa de la TV Española, explicando a los gritos las virtudes de la selección Argentina. Y es a los gritos porque en el video completo vemos que tarda varios intentos en hacerse oír:
😉 Deschamps, @pibedale saca la pizarra para ti...
— El Chiringuito TV (@elchiringuitotv) December 20, 2022
📋✍ Táctica y discurso al más 𝒑𝒖𝒓𝒐 𝒆𝒔𝒕𝒊𝒍𝒐 𝑫´𝑨𝒍𝒆𝒔𝒔𝒂𝒏𝒅𝒓𝒐, en #ChiringuitoMbappé. pic.twitter.com/vLsgUUKREm
Durante el último mundial, El Chiringuito fue una usina de sentimiento antiargentino que luego era replicado en redes sobre todo por hinchas del Real Madrid. Por supuesto que gran parte de estas manifestaciones están motivadas por resentimiento contra Messi, histórico verdugo del equipo merengue durante sus largos años como estrella del Barcelona. Sin embargo, no es un hecho aislado: durante más de un siglo las instituciones del fútbol europeo han operado contra sus pares sudamericanos.
El futbol tiene más historia en Sudamérica que en Europa continental, al menos a nivel selecciones. De hecho, el primer partido internacional fuera de las islas británicas fue un Argentina - Uruguay del año 1902. El partido lo gana Argentina 6-0. Ya en 1910 se realiza la primera copa con más de dos selecciones: la Copa Centenario de la Revolución de Mayo, que cuenta con la participación de Argentina, Uruguay y Chile. No había equivalente en Europa fuera de las islas británicas, que disputaban la Home Nations Cup. Si hablamos de torneos aún en vigencia, La Copa América es el más antiguo. Originalmente llamada Campeonato Sudamericano de Selecciones, se viene disputando desde 1916, más de medio siglo antes que su equivalente europeo.
En fin, al futbol sudamericano no le falta historia. Sin embargo, cuando se realizó el primer mundial en Uruguay en el año 1930, el boicot europeo fue casi total. El motivo que aducían los europeos era de costos: era caro viajar a Sudamérica. Los uruguayos propusieron hacerse cargo de los gastos, pero aún así nadie confirmaba su presencia. Solo por presión de Jules Rimet, presidente de la FIFA, accedieron a participar cuatro europeos: Bélgica, Francia, Yugoslavia y Rumania.
Es cierto que los costos eran altos, y el cruce del Atlántico era demoledor. Pero eso mismo no impidió que, por ejemplo, Argentina y Uruguay se cruzaran en la final de los Juegos Olímpicos de Ámsterdam en 1928. Se podía, lo que no había era voluntad.
La respuesta al desaire fue el boicot uruguayo al siguiente mundial, jugado en 1934 en Italia. De 16 equipos, 12 eran europeos. Solo EE.UU, Brasil, Argentina y Egipto participaron desde otras regiones. Algo interesante: en el plantel italiano que salió campeón había 4 argentinos (Monti, Demaría, Orsi, Guaita) y un brasilero (Guarisi). Los cupos para equipos extranjeros serían limitados, pero los de jugadores extranjeros aparentemente no.
La tendencia se mantuvo en el siguiente mundial, Francia 1938. Argentina se sumó al boicot por realizarse un segundo mundial consecutivo en Europa en vez de rotar de continente. Los participantes: 12 europeos de un total de 15, sólo Brasil, Cuba e Indonesia participaron desde fuera del continente.
El patrón se mantuvo hasta 1978: en el Mundial celebrado en Argentina la competencia tenía 16 equipos, con Europa acaparando cerca de 10 plazas del total. Mientras tanto la apropiación de talento ajeno persistió: Alfredo Di Stefano y Omar Sívori jugaron para España e Italia, respectivamente.
Recién con la llegada de los mundiales de 24 equipos en 1982 se empezó a abrir un poco la participación al resto del mundo... y aún así, hasta EE.UU 1994, siempre hubo mayoría de equipos europeos. Recién en Francia 98 perdieron ese lugar, cuando se amplió a 32 equipos (de los cuales “apenas” 15 eran de Europa).
A nivel clubes se replica algo similar. Si vamos al historial de la vieja Copa Intercontinental (para los más jóvenes: era la competencia antecesora del Mundial de Clubes, disputada entre el campeón de la Libertadores y el de la Champions), los resultados son parejos para las dos confederaciones: 22 para Sudamérica, 21 para Europa. De hecho, durante la mayor parte de su existencia, los clubes sudamericanos la dominaron. Recién en su última década el dominio europeo fue casi total (interrumpido sólo por las dos copas ganadas por Boca).
¿Qué sucedió a mediados de los 90s para que el fútbol europeo de clubes saque tanta distancia? El caso Bosman. En 1995 los tribunales europeos resolvieron a favor del futbolista belga Jean-Marc Bosman una serie de medidas que facilitarían el tránsito de futbolistas entre ligas europeas. A partir de ese momento comenzó un proceso de conversión de los clubes más grandes del continente en poco menos que selecciones globales. El peso del dinero se volvió cada vez mayor, algo que se acrecentó con el ingreso de capitales de Medio Oriente en el siglo XXI. El dominio europeo del fútbol de clubes es un fenómeno de las últimas décadas y responde a motivos económicos, es imposible para clubes del sur global retener a sus mejores estrellas frente a la posibilidad de sueldos que hubieran sido impensados hace apenas una generación.
La supremacía europea en el fútbol está construida sobre esta base: boicot a las competencias sudamericanas, límites a la clasificación de equipos no-europeos, y rapiña de jugadores. Incluso a nivel premios individuales persistía este ninguneo: si Maradona nunca ganó un Balón de Oro posiblemente sea porque hasta 1995 no se le entregaba a ningún jugador de nacionalidad no-europea... aunque jugara en Europa.
Podría seguir. Sobran anécdotas de manipulación europea para mejorar sus resultados. Sin ir muy lejos, el propio Platini admitió que el sorteo de Francia 98 estuvo arreglado para que Brasil y los locales se cruzaran en la final. Las irregularidades de Inglaterra 66 son un secreto a voces. Pero por algún motivo las únicas polémicas que se recuerdan son las que involucran a selecciones de otros continentes.
Por eso, más allá de las risas que nos causa, si D’Alessandro tiene que alzar la voz es para hacerse oír por encima del coro de odiadores. No toleran que un sudamericano les diga que el éxito de Argentina tuvo que ver con su superioridad táctica y no con la brillantez individual de Messi. Pero no es algo nuevo, sino que es el resultado de más de un siglo de mirada imperial aplicada al deporte.