Y qué Copa
Por Santiago Gómez – Desde Porto Alegre
No hay continente en el que no se haya transmitido la imagen de un Brasil caótico, con las pequeñas movilizaciones reprimidas durante este año contra la Copa. Las masivas y “espontáneas” manifestaciones del año pasado, que comenzaron por la demanda de unos pocos privilegiados reclamando pase libre en Porto Alegre, y se hicieron grandes por la incansable repetición de los medios de comunicación, no tuvieron el oxígeno suficiente para llegar hasta junio del 2014. Ellos tampoco se quisieron perder el mundial. El día de la apertura de la Copa del Mundo, unos pocos salieron a manifestarse, dos horas antes del partido. Cuando la pelota comenzó a rodar, las calles en Brasil quedaron vacías.
La combinación de los serios problemas de violencia que Brasil tiene, con más muertos por homicidios entre 2007-2011 que la suma de los 12 conflictos armados en el mundo entre el 2004 y 2007, contando Irak, Afganistan y Medio Oriente; junto con de cincuenta años de una incesante campaña de los medios de comunicación difundiendo caos, violencia, inseguridad, terminaron con el gobierno de Dilma dando claras señales de que no permitiría violencia ni disturbios, que como todos sabemos, no hubo. Llenó las ciudades sedes de uniformados, de todos los colores y ramas de las fuerzas armadas y de seguridad, utilizó los canales oficiales de difusión de la organización de la Copa para dar cuenta de esto, e invitaron a los periodistas acreditados a una charla con el responsable del operativo de seguridad en Porto Alegre, para ser informados del mismo.
Y la Copa comenzó
La campaña contra la Copa tuvo su efecto, pero con el correr de los partidos y la fiesta que sucedía en Porto Alegre, muchos gaúchos que la miraban de reojo comenzaron a entusiasmarse. Los medios no pudieron ocultar la inmensa presencia de los holandeses, el centro de Porto Alegre brillaba de naranja y una orquesta de los países bajos hacía bailar a quienes la escuchaban. La Ciudad Baja, el barrio en el que están la mayoría de los bares y destino de salidas nocturnas, se llenó de turistas que vivían la fiesta de una copa del mundo en Brasil, y así poco a poco muchos se fueron contagiando.
La profecía argentina tampoco se cumplió
Después del fracaso del “não vai ter Copa”, comenzó la demonización de los argentinos. Crearon un pánico social, la mayoría de la población con la que interactúo día a día manifestaba su preocupación con nuestra llegada. Como informamos entonces, con el partido Argentina Nigeria los operativos de seguridad se reforzaron en exceso, lo que quedó demostrado ante la falta de conflictos. Otra vez fallaron. Lo que quedó fue la sorpresa para los nuestros de encontrarse con brasileros con la camiseta Argentina en las Fan Fest, las manifestaciones de admiración y respeto por nuestro fútbol y nuestros jugadores, y esto la mayoría de los brasileros, fuera de Rio Grande do Sul, diría: es que no son brasileros, son gaúchos. Con los gaúchos se está muy bien, comen asado, toman mate y escuchan folclore.
La unión se fortalece
La sólida barrera lingüística que separa a Brasil de América Latina, fue atravesada con por la Copa del Mundo. Los argentinos ahora saben que ni Brasil ni los brasileros son como los medios informan y viceversa. Porto Alegre disfrutó de la fiesta que los argentinos hicimos, de la “raza” nuestra, como llaman aquí a nuestra pasión, razón por la cual D´Alessandro acá es Dios, además de capitán, Barcos, Sorin, Tévez, por nombrar solo algunos, son y fueron capitanes cuando jugaron en Brasil. Difícil imaginar un jugador brasilero capitán de Boca, River, Independiente o algún otro equipo.
Fue la primera
Como Agencia tuvimos nuestro primer debut mundialista. Al menos quien escribe, jamás se imaginó que podía participar de un evento como este, y mucho menos que tantos miles de compatriotas lo harían. Como bien tituló el New York Times, esta copa es una muestra de las conquistas conseguidas durante estos últimos diez años en Latinoamérica en beneficio de la clase media, de la existente y la creada. Nuestro próximo destino: Rusia. Nuestro próximo desafío: el 2015, para garantizarnos los pasajes.